La Competencia

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Salimos de la ciudad el viernes a las dos de la madrugada, era una fría noche de marzo, pero la emoción podía más que mis nervios. Mientras la combi que la escuela había rentado avanzaba varios papás nos despedían desde el estacionamiento de la escuela y algunas mamás incluso derramaron lágrimas incluso la mía, y aunque me pareció algo ridículo no podía culparla, era el primer viaje que hacia yo sola.

En la combi íbamos: el equipo (15 niñas), Emma, el coordinador de deportes Colunga y Lalo el fotógrafo de la escuela. Celia se quedó dormida en mi hombro apenas salimos de la ciudad, yo me puse mis audífonos tratando de no molestarla y me quedé viendo el cielo nocturno por mi ventana, recordando la cena de despedida que mi abuela me había organizado la noche anterior. Compramos pizza, tía Lucí y Zack fueron a cenar y también Regina y su hermana menor, Carmina. Fue una noche muy divertida y un lindo gesto de parte de mi familia.

No supe cuándo me quedé dormida, pero cuando Celia me despertó estábamos ya habíamos llegado a Chear, y estábamos afuera del hotel. Eran casi las siete de la mañana y aún no amanecía, Colunga entro a registrarnos en las habitaciones mientras nosotras sacábamos nuestras maletas, quince minutos después ya estábamos en nuestras respectivas habitaciones. Celia, Mérida y yo compartimos habitación con Emma, así ella no tendría que pagar por una habitación extra.

Cada grupo se fue a su habitación usar el baño y a cambiarse, ya que la mayoría íbamos en pijama, y nos veríamos todos en el lobby. Pasaríamos el resto del día en un parque de diversiones.

Regresamos al hotel hasta la noche. Estaba exhausta, pero no recordaba la última vez que había pasado un día tan maravilloso como ese. El parqué de diversiones era enorme y aun así nos subimos a la mayoría de los juegos.

-No puedo creer que te tuviéramos que subir arrastrando. –le dije a Celia mientras entrabamos a nuestra habitación.

-Están locas. Eso era una trampa mortal, tenemos suerte de haber salido de ahí con vida. –Mérida y yo nos reímos hasta que nos quedamos sin aire.

-Celia, era una pequeña montaña rusa, completamente segura –le dijo Mérida después de recobrar el aliento. –A demás, esa no fue nada comparada con la de Batman. De verdad creí que se me saldrían los zapatos.

Emma y Colunga nos habían dejado en el hotel y se habían ido a una reunión del concurso, algo sobre los horarios de ensayo del día siguiente. Mientras tanto nosotras tres nos quedamos en la habitación, hablando de tonterías, escuchando a los chicos del cuarto de al lado. Nuestro piso estaba lleno de equipos que también iban a concursar, todos de preparatoria o universidad, y en el cuarto de al lado se quedaron algunos chicos que no paraban de llamar a nuestra habitación, pero después de diez minutos de ignorarlo dejaron de insistir, aunque sospecho que trataron de ver hacia nuestro cuarto desde el balcón.

Emma regresó después de la nueve con nuestra cena, una orden de tacos y un refresco para cada una. Cuando terminamos de cenar nos turnamos para bañarnos y nos envió a dormir. No tenía muchas ventajas compartir cuarto con la entrenadora.


El día siguiente pasamos la tarde en un centro comercial. Después de algunas horas Mérida, Celia y yo nos cansamos de la ropa y nos deparamos del grupo, entraos a las librerías, tiendas de música y compramos helados. A las 7 Karla, una de las chicas de prepa, no llamo preguntando dónde estábamos, estaban a punto de irse sin nosotras.

Tuvimos que correr desde el segundo piso hasta el estacionamiento, tratando de no chocar con las personas ni caernos en el intento. Logramos llegar justo a tiempo.

-¿Por qué tuvimos que irnos? –se quejaba Fernanda mientras subía a la combi –es súper temprano.

-Tenemos que hablar con todas ustedes –nos dijo Colunga cerrando la puerta del copiloto. Regresamos al hotel.

Chocolate AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora