Cuarenta y cuatro [II]

5.3K 394 27
                                    

Corrí a la habitación de Mederith y me encerré allí, asustada. Me asomé a la cuna  y vi que ella estaba bien. Mis manos temblaban al igual que mi cuerpo. Tenía miedo, mucho miedo. Me pegué a la puerta por si escuchaba algo.

Nada.

Lágrimas empezaron a descender por mis mejillas y las dejé salir. No las limpié y no quise dejar de llorar. Necesitaba soltar todo lo que había estado guardando dentro tanto tiempo.

No era una persona débil. Me hice a mi misma fuerte porque sabía que estaba por mi cuenta mucho antes de irme de casa. Sabía que tenía que valerme por mi misma y empezar a cuidarme, porque si no me cuidaba yo, no lo iba a hacer nadie.

Construí un muro alrededor de mí. Un caparazón de hierro para que nadie pudiese entrar y hacerme daño. Brad se encargó de abrirlo, es más, yo le di la llave para que entrara. Era la única persona que había llegado a mi corazón y había caído esas paredes de dolor y tristeza que había ido formando durante años. Porque yo solo era eso, dolor y tristeza.

Tenía miedo de contarle mi historia a alguien. ¿Quién en su sano juicio saldría con una chica con tantos problemas? Nadie.

Nadie, excepto él cuando aclaró su mente.

Era fruto de una violación. Era odiada por mi propia madre y era casi invisible para mi familia. Mi abuelo se encargó de arruinar mi infancia y mató a su mujer, esa que era la única que me quería y apreciaba.

Ahora Charlie estaba acosándome, haciendo de mi vida un infierno de nuevo.

Escuché la puerta principal abrirse y cerrarse. Me pegué a la puerta para ver si escuchaba quien era, si es que era capaz de controlar los pequeños sollozos que se escapaban de mi boca.

— ¿Cariño? —escuché a Brad.

Abrí el seguro y no tardé en tirarme a sus brazos para llorar de nuevo.

— ¿Qué ha pasado? —susurró abrazándome.

— Brad —dije entrecortadamente.

— Shhhh —acarició mi cabello— Relájate y cuéntame, me estás asustando.

— Ha estado aquí —conseguí decir— Ha dejado una rosa negra en el salón.

Brad se tensó y se separó de mí para ir con paso decidido al salón. Lo seguí y me quedé en la puerta.

— ¿Dónde? —miró alrededor.

— En la mesa —sorbí mi nariz.

— Aquí no hay nada.

Frunci el ceño y limpié mis lágrimas para ponerme a su lado, la rosa no estaba.

— Nena, llevas días sin dormir bien —empezó a decir— sé que es difícil todo esto pero—

Lo corte. — Brad por dios, estaba aquí —me agaché y vi la rosa. Me giré, aún de rodillas en el suelo y se la enseñé, haciendo que su rostro cambiara— ¡No estoy loca, Brad! —sollocé.

Brad se puso de rodillas frente a mí y cogió la rosa. Vi la preocupación en su mirada cuando dejó de observar la rosa.

— ¿Cómo ha entrado? —susurró. Negué con la cabeza— Cariño —dejó la rosa a un lado—, te creo nena. Eres lo más importante en mi vida. No creo que estés loca, solo... —negó con la cabeza y puso sus manos en mis mejillas— No puedo creerme que haya entrado aquí. Llamaré a la policía. —besó mi frente.

Brad no tardó en tener el teléfono pegado a su oreja. Se acercó a mí y con facilidad me levantó con un brazo y me sentó en el sofá. Cuando colgó, se puso de cuclillas frente a mí.

ADOPTA A UN TIO / NO CORREGIDAWhere stories live. Discover now