Capitulo XVIII:"Hugo Aragón"

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Después que Jared me llevará a mi casa me había ido a dormir, y así fue mi maravillosa tarde de ayer. Ahora estaba esperando ha que Hugo saliera de su última clase para empezar el trabajo, ya que ayer solo nos organizamos y buscamos ciertas cosa. Oh, esperen, yo hice eso. Estaba escuchando música, mientras sostenía algunos libros y miraba para la puerta de entrada a que salieran todos.

Las chicas de la biblioteca y la misma del comedor estaban bajando las escaleras, pero esta vez sin Eva. La chica rubia me miró con diferencia, pero luego, una sonrisa maligna apareció en su rostro de muñeca plástica. En verdad no sabía cómo se llamaban y por lo que pueden ver, tampoco me importa sus nombres. La rubia y su amiga con brazos de Hulk se dirigieron hacia a mí. Ya veía mi tarde cagada por ellas.

La trigueña me había quitado de las manos mi teléfono y los audífonos de un tirón. Había pasado mi lengua por mi labio inferior y luego lo había mordido. Me sentía nerviosa por la situación. En verdad no sé por qué estoy nerviosa no es la primera vez que me molestan. Nash me molesta siempre, de toda una vida. En la primaria y en la elemental siempre había una niña más fuerte que me molestaba, hasta que sus padres y ella se mudaron para Florida. Gracias a Dios, muy lejos de mí.

—Hola estúpida —dijo la rubia fingiendo una voz amigable —.¿Como te ha ido el día?.

Bueno, por lo menos me pregunta cómo me ha ido.

—Espero que mal. A ver que escuchas—su amiga le había entregado mi teléfono, había revisado mi álbum de música. Su expresión de como leía mi tipo de música me daba un poco de gracia. —Pop y clásica... —susurró. Alzó una ceja mientras me miraba—. Se nota que eres una fracasada, que vergüenza debes de ser para tus padres —dijo con desprecio. —¿Sabes lo que le pasa a las fracasadas como tú?.

¿Se suicidan?. Muy clásico amiga.

La chica trigueña con su mano le había pegado a mis libros haciendo que estos se cayeran al suelo. Miré mis pies, donde habían caído los libros, solté un suspiro desanimado. La rubia había empezado a dar vueltas alrededor mío examinándome, se había detenido en mi lado derecho. Sentí su respiración en mi oreja haciéndome cosquillas. Esa es mi parte débil. Mi orejita.

—Le dan su merecido —me susurró.

¿Qué?.

La chica trigueña había cerrado un puño y a se había trillado los dedos, mientras me miraba seriamente. Me di la vuelta para salir corriendo, pero me había caído ya que la rubia me había puesto el pie y me había ido de boca hacia el frente. La trigueña me había cogido por el cuello de la camisa, me había alzado con un poco de dificultad, ya que me estaba moviendo mucho. Sentí su duro puño en mi barriga. Mató a mi hijo, hijo que no tengo y nunca tuve.

Me arrodillé en el piso mientras tocaba mi barriga con dolor. La chica rubia y la trigueña, me miraban sin pena alguna, solo les gustaba verme débil y adolorida. La chica rubia había sonreído de oreja a oreja, mostrando sus dientes perfectamente blancos.

Se había arrodillado al frente de mí, me cogió por el cabello y me alzó la cabeza hacia arriba, hacia dónde ella.

—Esto solo es el principio Norman, todavía no has visto lo demás. Que pases buenas tardes Norman, fue muy divertido.

Me soltó el cabello e hizo como si le diera asco y se limpió de su pantalón. Se levantó del piso y se fue con su amiga dejándome ahí sola. Cerré los ojos enojada, mientras apretaba la mandíbula. Quité mis manos de mi barriga, quité los botones de mi abrigo color negro. Me lo quité sintiendo el delicioso frío en los brazos. Subí mi camisa y luego mi otra camisa, para por último subir mi otra camisa. Miré mi barriga que tenía un lado color verde clarito, es un moretón bastante grande, posiblemente eso iba a durar ahí unas semanas.

Fallen Angel ; Empezó la guerra Where stories live. Discover now