Capítulo 6: El futuro que perdimos...

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Otros veinte minutos pasaron con la puerta aun sin abrir y sus corazones todavía negados a enfrentar el pasado. Samuel no hacía más que esperar alguna palabra de Willy que no fuera un pedido por salir de allí. Sus razones, esas que tanto anhelaba escuchar no llegaban y su paciencia se acaba lentamente. En verdad no tenía claro que bien le haría saber la supuesta "verdad" pero tenía bastante presente que su esposo mentía en la mayoría de cosas que le había dicho hasta ahora.

— ¿Cómo conociste a Esther?

¡Que ganas de sufrir tienen los seres humanos!, siempre queremos que nos expliquen eso que duele, queremos saber porque, como, cuando, todo.

Willy cerró los ojos ante la pregunta y negó antes de responder.

—No tienes que saber eso, no te incumbe...

—"Guillermo Díaz de Luque", ese es todavía tu nombre completo, quieras o no de alguna forma todavía estamos involucrados, y me gustaría saber cómo conociste a la chica que ahora te hace querer dejar de llamarte así...

—Ella no es la culpable de este divorcio, no tiene nada que ver.

— ¿Cuánto tiempo después de abandonarme pasó antes de conocerla?

Cinco

—¿Cinco meses?

—Cinco días, la conocí cinco días después.

La risa dolorida y aun así sarcástica de Samuel se escuchó retumbando en la habitación apenas alumbrada por las velas aromáticas.

—No lo malinterpretes, fuimos amigos por un tiempo.

—Solo pasó un año y medio desde que te fuiste ¿hace cuánto que son novios?

—casi un año

—Casi un año —lo parafraseo con una sonrisilla—, y ya quieres casarte con ella, sin embargo nuestro matrimonio después de tres años de conocernos te pareció precipitado.

Suspiró al escucharlo y murmuro—no puedes comprenderlo.

—no, Willy, no puedo, si me explicaras podría hacerlo, si me dijeras como te enamoraste de ella, y como te desenamoraste de mí, entonces seguramente podría comprenderte. Porque siempre ha sido así. Siempre pudimos hablar con la verdad y entendernos.

Willy bufó fastidiado, y parándose, lo enfrentó.

—¡Esto no sirve de nada Samuel! ¡Abre esa maldita puerta de una vez!

—No saldremos todavía

La respuesta que recibió lo exaspero todavía más, caminó hasta la estantería de madera blanca y comenzó a revolver cada cosa intentado encontrar algo que le ayudara a salir del encierro. Samuel se paró de la cama y se colocó detrás de él.

—¿Qué haces?

—No importa cuánto tiempo nos quedemos aquí encerrados, no te daré otras explicaciones distintas a las que ya te he dado. —Abrió unos cajones y sacó lo que había en ellos sin mucha delicadeza—. Recuerdo que había una copia de las llaves de todas las habitaciones de la casa, aquí.

Samuel se sonrió, le hacía ilusión saber que él aun recordaba esos detalles. Se quedó allí pasmado viendo como el chico abría cajones, desarreglaba libros, quitaba adornos y sus muñecos de GOT. Cómo desde siempre, toda su esforzada simetría se iba al diablo solo con su presencia y él solo sonreía. Pero su gesto se esfumó cuando vio que Willy se estiraba sobre sus pies para alcanzar una caja de mimbre en lo alto del mueble. El chico logró tomarla pero con tan poca habilidad que esta cayó de lleno en el piso y su contenido se esparció sobre la alfombra. Entre algunos cds antiguos, algún comic mal guardado y unos cuantos objetos del pasado, un archivador color azul se destacó. Y Samuel con el corazón alerta intentó evitar que Willy llegue a él, pero fue imposible. Guillermo fue más rápido, sostuvo el archivador en sus manos y quizás adivinó la importancia de este por el cambió de semblante que tuvo su esposo al decirle:

(En edición) De para siempre y nunca másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora