Capítulo 12: Absurdo

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N/A: Muchas gracias por seguir apoyando está historia. El siguiente capítulo estará en menos de una semana.

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Sábado 9:30 am y Patricia llegaba a las oficinas del estudio contable del cual es socia. Una ventaja de ello es poder ir a trabajar en el horario que le conviniese, la desventaja: trabajar aun los días de fin de semana. Antes de cruzar la portería del edificio, se aseguró a si misma que estaría sola la mayor parte de la mañana. Abel no se cortaba en salir los viernes en la noche, por lo tanto no aparecería por allí hasta pasado el mediodía, y considerando la interesante escena que tomó lugar la noche anterior, apostaba a que Samuel tampoco querría trabajar en todo el día.

En contra de sus expectativas, apenas pisar las oficinas se enfrentó a una chica de cabellos castaños, ajetreada trabajaba en su computador y al verla llegar se detuvo para presentarse.

—buenos días, soy...

—La nueva programadora supongo —completó mirándola con detalle de pies a cabeza.

La chica arregló sus gafas sobre su nariz y volvió a hablar:

—Sí, Sofía, usted debe ser...

— ¡Patricia! ¿Te parecen estas horas de llegar? Con todo el trabajo que tenemos, de verdad. —Samuel se asomó sobre el barandal desde el piso superior solo para reprender a su socia anunciándole su mal humor.

—Ya escuchaste mi nombre, nada de usted. Dime ¿desde qué hora está aquí? —agregó mirando el lugar desde el cual había hablado su socio.

—Me llamó a las siete de la mañana para que viniese a trabajar.

Patry mordió sus labios coloreados de rojo matte.

—Ya veo—murmuró para después dejar a Sofía hacer su trabajo, por su lado primero empezaría con preparar café y ya luego enfrentaría al ogro.

Acababa de colgar el teléfono en el momento en que su socia entró a su oficina, la vio dejar una taza de café sobre el escritorio y después sentarse en la esquina del mismo a disfrutar el suyo propio.

— ¿tienes idea de porque Abel no contesta su teléfono?

—es sábado

— ¿y con eso que?

Patricia lo miró como si la respuesta fuese demasiado obvio y hasta cierto punto lo era.

—Viernes y Abel de fiesta, ¿te responde eso tu pregunta?

—Debería estar aquí ya, tenemos tanto por hacer.

—Tú deberías calmarte, hacer que la programadora trabaje los sábados temprano sin previo aviso, no nos hará quedar bien como empleadores.

—Tenemos demasiados proyectos atrasados, se lo recompensaremos.

—Bien voy a fingir que tu repentino ataque workaholico se debe a los nuevos contratos por los cuales trabajé tanto, e ignoraré la posible verdadera razón para tu asqueroso mal humor.

Samuel la miró ofendido y se acercó a su rostro con lentitud.

— ¿Qué dices?

—Habló de lo que pasó anoch... —Su socio la silenció rápido con solo su mirada.

— ¿No te he dicho suficiente veces que dejes de subirte a mi escritorio?

— ¿Te incomoda? —preguntó coqueta moviendo sus caderas y señalando sus atractivas piernas.
—Me molesta que llegues a estropear mi escritorio de madera de cerezo.

(En edición) De para siempre y nunca másOù les histoires vivent. Découvrez maintenant