• Capítulo doce •

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La primera vez, solo alcancé a tomar un trozo del elixir. Ahora metía los pies hasta el fondo, el placer explotaba en todo sentido posible. Las emociones volvieron con más potencia, mis labios ardieron y encajaron exactamente donde debían. Al momento de conectar, todo lo demás se derrumbó.

La mano en mi espalda bajó. No pude evitar disfrutar el contacto, deleitarme por la forma firme en que su dedos se extendían intentando tocar en todas partes. Fue hacia mi muslo, donde las partículas explotaron de emoción, disfrutando del primer toque. Me alarmé cuando James presionó, pero era demasiado placentero para detenerlo. De repente su tacto era caliente y traspasaba la ropa. Dios mío. ¿Así de arrollador debía sentirse un beso? No entendí que sucedía hasta que su otra mano también apretujó y pronto mi cuerpo ya no estaba en el suelo. Todo dio vueltas, de verdad estábamos dando vueltas.

La electricidad estaba por todas partes, erizando lugares que no conocía. Podía sentir la dolorosa emoción en los codos, las piernas, el vientre, las mejillas. Era imposible escapar de algo tan fuerte.

Mi trasero tuvo un golpe contundente con el metal del auto y me separé para jadear. Hice el mayor esfuerzo por llenar mis pulmones de aire. Tomé tanto como pude, deseando poder mantenerme contra su boca horas y horas. Me dije que nada iba a ir mal, que podía probar una última vez aquella manzana prohibida.

Sus ojos se apocaban por las sombras, o tal vez era lujuria. ¿Esto era real? Sí, de eso no me quedaba duda. Ni los sueños ni las pesadillas se clavaban en tu carne, quemaban hasta el alma y enloquecían como si estuvieras en medio de un huracán.

Aturdida, seguí el suave roce de sus dedos en mi mentón, cuando levantó para que mi vista fuera arriba de su frente.

—Prueba un poco.

No sabía si quería hacerlo, pero la botella entre mis labios fue una invitación que no pude rechazar. Un trago podría disminuir la torrencial vivencia. El liquido navegó en mi boca, el sabor fue como pequeñas explosiones en mi lengua. Apreté mis muslos en un acto involuntario. El vodka pasó por mi garganta, pero el sabor fuerte siguió entre mis papilas gustativas.

Fruncí el rostro con asco. —No quiero más de esa cosa.

Mi comentario lo hizo sacar un pequeño comienzo de sonrisa. Sus labios golpearon los míos en un furioso regreso al infierno. Cuando abrí la boca, su lengua empezó a bailar con la tímida de la mía, sabiendo exactamente donde buscar.

—Sabes tan bien.

Tuve el vago pensamiento de querer probar cuando vodka quisiera si de esa forma lo tenía regresando a mis labios con esa potencia. Intenté seguirle los movimientos, con un apretón aprobó la forma en que respondí al ataque de su lengua. Todo esto era nuevo, tan abrumador que me robaba el aliento. Mis manos temblaron, pues no sabía donde colocarlas. Sin embargo, tuve que ponerlas en el primer punto solido que encontrara cuando me empujó hacia adelante, chocando su anatomía contra mis caderas. El roce sacó mis partes más oscuras.

Mis dedos se encajaron en sus hombros desnudos y mierda, fue como haber soñado inconscientemente con ese momento cada segundo de mi vida. Fue cautivador tocar un arte tan imperfecto que era absolutamente hermoso. Creo que solté el aire entre dientes ante la presión que recorrió mis nervios. ¿Por qué sentía unas ganas tremendas de explotar? Su frente se pegó a la mía, con los ojos verdes escarbando entre mis rasgos, ansiosos de ver mi respuesta. Mis manos seguían ahí, apretando su piel mientras recuperaba los sentidos. Mi cuerpo entero se encontraba excitado ante la tortura deliciosa que estremecía mis músculos.

Era tan adictivo que todo en lo que alguna vez creí se destrozaba, los escombros ante mis pies.

¿Cómo me atrevía a confiar en el diablo después de todo lo sucedido? Pero eso no me importaba, lo único vibrante, eran a esos labios hinchados a escasos centímetros de mí. En mi mente solo había un ávido deseo.

MALOS HÁBITOSWhere stories live. Discover now