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El fin de semana había pasado tan rápido después de la fiesta que Félix muy apenas tuvo tiempo de procesar que diablos había sucedido el Viernes por la noche. Sería una mentira decir que Félix no se la pasó pensando en Marc y el beso que se dieron el viernes por la noche. Había demasiadas dudas en su cabeza y no sabía como sentirse acerca de la situación. Félix sabía que para Marc aquel beso no significaba absolutamente nada, nada más que un estúpido reto que a no ser por haber estado bajo la influencia del alcohol hubiera cumplido. 

En cuanto Félix se levantó a las seis de la mañana, sin poder haber dormido ni un poco, decidió que hoy no era un día en el que tenía que priorizar comodidad sobre apariencia, por lo que en lugar de seguir su rutina de todas las mañanas entre semana, decidió simplemente lavarse los dientes, peinarse un poco, y ponerse unos pantalones cómodos con una de sus sudaderas favoritas... y sin siquiera voltear a verse al espejo una segunda vez, salió de su habitación para tomar el desayuno junto a su mamá... como todas las mañanas. 

Era una costumbre que los dos tenían, siendo que la madre de Félix normalmente trabajaba un turno de 6:30 a.m. a 3:30 p.m. en una farmacia local, normalmente se sentaban juntos a tomar el desayuno y a platicar un rato acerca de los planes que tenían y cualquier cosa que quisieran compartir entre ellos. Leah, la hermana de Félix, junto a su padre, por lo general no se levantaban hasta un poco más tarde. 

La mañana de Félix siguió como cualquier otro lunes de escuela, en cuanto terminó su desayuno salió de casa con su mochila en un hombro y comenzó a caminar hacía la parada del autobus. Todo parecía pintar de manera normal, la única diferencia es que por alguna extraña razón, Félix no podía dejar de pensar en lo sucedido, y más que pensar en el beso, su cabeza era un lío tratando de no pensar en aquel horrible beso. Porque había sido una experiencia tan rara y siendo honesto, muy incómoda. En cuanto Félix llegó a la parada del autobus, se encontró con la sorpresa de que Marc también estaba parado en la misma parada de autobús. Aunque Félix trató lo mejor que pudo en evadir su vista, no funcionó, y segundos después Marc estaba caminando hacia él.

—Hola —saludó amable, Félix lo miro extrañado, sin poder creer que le estuviera hablando a él. Y mucho más después del beso... Félix comenzó a tener un pequeño ataque de pánico interno, y no podía parar de pensar en un millón de cosas a la vez. Su primer pensamiento fue que Marc estaría enojado por el beso y de alguna manera se haría la víctima para hacer parecer que todo había sido culpa de Félix y que había sido obligado a besarlo y que lo mantuviera en secreto 

—Hola... —regresó el saludo, aún no tan seguro de que le estuviera hablando a él—pensé que tenías auto— continuó, tratando de que Marc diera una explicación lógica del porque estaba parado esperando el autobus cuando bien podría ya estar en la escuela si hubiera manejado.

—Por alguna razón no quiso prender esta mañana.

—Que mal... —realmente mal, después de lo de la otra noche Félix no sabía ni como mirar a Marc.

—Lo sé, es una desgracia, tendré que tomar el autobús por varios días —miró a otro lado, como si no le importara.

Félix se quedó callado pues pensó que la conversación ya había acabado, pero al parecer se había equivocado.
Marc se sentó al lado suyo mientras le contaba o preguntaba cosas sin importancia, a lo que Félix respondía más por educación que porque realmente quisiera hacerlo.

Al llegar a la escuela, Tiana esperaba a Félix en la entrada como siempre.

Félix miró a Tiana con los ojos muy abiertos señalando con estos a Marc quien se situaba aún a su lado. Era más que obvio que se sentía incómodo.

—¡Félix! —saludó Tiana, captando la indirecta al instante— ¿cómo estás? No hemos hablado desde el sábado —lo tomó del hombro y se lo llevo, dejando solo a Marc, quien solo dio un suspiro y siguió caminando.

Retos y Apuestas |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now