Espejo

12 3 1
                                    

El trabajo es agotador.

El transporte es agotador.

La familia es agotadora.

Pero hay algo que nunca me cansa... esa sonrisa.

Esa, la cual al ver mientras suelta suaves palabras de aliento me hace creer que no todo es tan malo como parece, que puedo seguir adelante, que puedo superarme cueste lo que cueste.

Esa sonrisa que es tan tranquilizadora como la de una madre cariñosa, que se pinta de color pastel y me anima a enfrentar un día más.

Esa suave sonrisa de la persona que más me ama en el mundo, de quien confía en mi sin cuestionamientos, que aunque es imperfecta, se con certeza y orgullo que todos los días busca ser una mejor persona.

¿Cómo podría cansarme? Si lo único que necesito en las mañanas es un café y una sonrisa de quien me ama.

Por eso, tomo el café frente al espejo.

Ya hay muchas personas ahí afuera queriéndome herir, como para hacerlo yo también.

Es que, si no estoy de mi lado ¿quién lo estaría?

Si no me quiero yo ¿quién lo haría?

Mejor dicho, si no me quiero yo ¿cómo podría creer que otra persona lo hace?

No es necesario quererse a uno mismo para que otro lo haga. Pero es necesario para poder creer que alguien te quiere, para evitar que por tu ciego desprecio hacia ti mismo hieras a quien te cuida y protege.

Y me pregunto, desde un punto totalmente objetivo.

¿Vale la pena no amarte?
¿Vale la pena sufrir de esa manera?

Yo creo que no.






Un DíaWhere stories live. Discover now