19. Confesiones.

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-Sagitario, esto no puede seguir de esta manera -habló Tauro al borde del llanto.

La mataba ver como Sagitario se hundía en su depresión y que no se deje ayudar por nadie.

La mataba verlo sometido en un trance las veinticuatro horas del día, excepto cuando come o duerme.

Odiaba el hecho de que ya casi no lo podía ni acariciarlo u abrazarlo en las noches.

-¿Por qué no me dejas ayudarte? -preguntó otra vez.

Se sentó a su lado en el sillón. Él sólo la miraba, ni siquiera abría la boca para decir una palabra.

Tauro tomó su mano dulcemente, como si de cristal se tratara. Enfocó su vista en sus dos extremidades entrelazadas.

Lo amaba demasiado como para dejarlo ir, y con siquiera pensar en hacerlo, sabía que no iba soportar no estar a su lado. Pero tenía que saber si él ya no quería su compañía, su apoyo, su amor y todo lo que contenía ella en su interior para entregarle. Porque eso es lo que ella quería, entregarse en cuerpo y alma, desnudar su corazón y dejarlo en sus manos.

-Necesito... -suspiró, esta vez tomando la mano de él con las dos de ella.- Necesito saber si quieres que yo siga a tu lado. Necesito saber si sigues queriéndome como yo a ti. Necesito saber si ya no sientes nada... -susurró.

Sus lágrimas estaban por colapsar en cualquier momento.

Sagitario se sentía pésimo por hacerla sentir de esa manera.

La mujer que él ama, estaba llorando por su culpa.

La mujer que él ama, le estaba suplicando por respuestas, estaba suplicando por su amor. Pero no se atrevía a hablar, y no entendía por qué.

Debido a las bromas de Géminis, todos en el instituto lo habían empezado a molestar como antes. Algunas personas de su alrededor lo defendían, pero los agresores eran mayor cantidad, sumando a quién creía que eran sus amigos.

Tauro, al ver que él no contestaba y seguía en su mundo, decidió que era el momento de dejarlo.

-No... -murmuró Sagitario, al ver que iba a levantarse.- No me dejes... -susurró mirándola con ojos llorosos.- Te necesito.

(...)

Ofiuco había invitado a Gemma a su casa por la tarde, pero al parecer no se había acordado.

Él siempre dejaba una llave de repuesto enterrada en una maceta de la entrada, lo que a ella le parecía asqueroso. Pero esta vez no le quedaba otra opción, ya que su amigo no escuchaba los golpes.

Cuando abrió la puerta, pensó que quizás su amigo se había ido y olvidado de ella. Pero escucho su voz, provenía de su habitación. Quizás hablaba por teléfono.

Gemma decidió que quería sorprenderlo, así que se acercó lo mas posible a la puerta y luego de unos segundos abrió la puerta rápidamente.

Ofiuco la miraba con ojos abiertos. No había estado hablando por teléfono. Una cámara yacía delante de él.

-¿Haces vídeos para Youtube? -preguntó intrigada.

Él sólo asintió lentamente. Nunca había querido contarle su secreto a sus amigos porque pensó que se burlarían de él, y ahora que Gemma lo descubrió, estaba más asustado que nunca. Le temía al rechazo.

-¡Genial! -exclamó ella, con una sonrisa que ocupaba casi todo su rostro.

Ofiuco notó la felicidad y el entusiasmo de su amiga, lo que lo hizo pensar en una cosa.

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