Son una nueva generación de magos,las cartas mandadas por lechuzas y los mensajes a través de patronus han llegado a su fin.
Hace diecinueve años que Voldemort fue derrotado y esta nueva generación tiene muchas cosas que contar y experimentar.¿Es...
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Me estaba maquillando un poco mientras de fondo sonaba una canción con mucho ritmo, Ian entró en mi habitación, se llevó una mano al pecho, justo donde estaba su corazón.Le sonreí.
—Tú quieres que yo tenga problemas esta noche con mi pantalón, ¿cierto?—preguntó, me giré para mirarlo y puse mis manos en mis caderas.
—¿Me veo bien?—pregunté, pasó su lengua por su labio inferior.
No me había esforzado demasiado, solo llevaba unos pantalones largos negros que llegaban hasta mi cintura, un top rojo que dejaba mis hombros al descubierto y mis amados tacones rojos que hacían mis piernas más largas.
—¿Bien?—se giró para cerrar la puerta, volvió a mirarme.Su cara seria se transformó en una sonrisa lateral—Nena, yo te hacía madre de gemelos hasta que salieran impares.
Me mordí el labio inferior y noté el calor subir a mis mejillas.Me giré de vuelta al espejo para que no pudiera ver mi sonrojo.Soltó una carcajada y se acercó a mi, rodeó mi cintura y besó mi hombro desnudo.
—Sé lo que estás intentando, Ian, y no te va a funcionar—dije, apoyó su nariz en mi hombro y me sonrió
—¿Aunque me quite la camiseta?—preguntó
—Aunque te quites la camiseta.
Besó mi mejilla y caminó hasta mi equipo de música, cambió la canción y se giró, su mirada recayó en mi trasero, se rascó el labio inferior con su pulgar, ay, mami, creo que me falta el aire.
—Oye, nena, a ver...—Me giré para mirarlo, sus mejillas estaban algo rojas.Pasó una mano por su nuca.
—¿Te pasa algo?—pregunté mientras elevaba una ceja.
—No, nada, solo estaba pensando que tal vez deberías llevar una chaqueta—dijo después de unos segundos de silencio—Hace frío.
—Eres raro, pero, está bien—dije, señalé mi armario—¿puedes buscar mi chaqueta de cuero?
Asintió y se acercó a mi armario, sonrió.
—Hay más camisas mías aquí que en mi casa—se burló, lo miré con una sonrisa.
—Oye, no es mi culpa que te las dejes olvidadas aquí—respondí—Además, me gustan, son un buen pijama.
