Desición

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Hacienda De La Iglesia A 20 kilómetros de Puerto Progreso 19:00 Horas

Como era típico, los días de descanso se tomaban en la posada familiar... La cual era una de las favoritas del joven heredero, puesto a que la temporada de verano era magníficamente refrescante por las noches.

Esta noche, Leo de la Iglesia yacía sentado frente a una de las terrazas al aire libre de la enorme propiedad que al mismo tiempo servía como hospedaje para los turistas, una construcción rectangular que tenía aproximadamente 230 metros cuadrados y que poseía una gran cantidad de compartimientos solo para satisfacer los gustos de lo más caprichosos.

*Ring* *Ring* *Ringgg* -Era la imparable melodía que resonaba a unos cuantos metros de la terraza en la que Leo leía tranquilamente un libro de la época virreinal-

-Demonios!!! A caso no pago el maldito servicio para que contesten!? –refutó desbordando furia por la boca-

-Enseguida señor! –contestó apareciendo una de las criadas que iba corriendo hacia el aparato telefónico-

-Tsk... Uno ya no puede disfrutar de sus vacaciones tranquilo...? –Agregó cruzando las piernas mientras cambiaba la página del libro-

Al cabo de treinta segundos la muchacha regresó y se colocó frente a Leo, inquieta guardó silencio por quince segundos más, pero esto fue algo que arrebató la paciencia del joven heredero.

-Qué!? Por qué pones esa cara? Te has muerto ya...? –Replicó frunciendo el ceño-

-Joven Leo –respondió extrañada-

-Habla de una maldita vez... -suscitó relajado sin prestarle atención-

-Joven Leo... -dijo una vez más con la voz temblorosa-

Su padre... Su padre ha...

*SLAP!*

En un arranque de frustración, Leo arrojó el libro que tenía en manos hacia las piernas de la empleada. Ésta evidentemente sabía que si se quejaba sería inmediatamente despedida, por lo que aguantando... Se limitó a si quiera despegar algún gemido por la boca.

-Qué no quedó claro!? Cuántas veces tengo que decirles que cuando se trata de ese viejo... simplemente deben cor-

-Joven Leo, su padre ha sido asesinado. –interrumpió cerrando los ojos por los nervios, corriendo el riesgo de ser expulsada-

Pero... no hubo respuesta.

La muchacha se mantuvo erguida alrededor de un minuto creyendo que éste sería el fin para su trabajo; Aún tenía los puños de las manos fuertemente cerrados y sus pies podían sentir el miedo...

Entonces dedujo que algo no andaba bien; Con valentía se atrevió a abrir los párpados con lentitud, y en cuanto terminó de hacerlo... El cuadro que tenía frente a ella podría ser el artículo principal en la portada de cualquier periódico nacional.

Luego de haber recibido tan lacerante noticia, quien estuviera en la posición de hijo debería si quiera mostrar al menos un carácter desolador. Pero estábamos hablando de Leo de la Iglesia, quién ante las palabras de la criada simplemente mostró como respuesta una grotesca y retorcida sonrisa que la ahuyentó del susto.

Después de que la joven abandonara la terraza despavorida... Leo se inclinó para recoger el libro que había lanzado. Sin dejar de sonreír lo tomaba como si fuera algo precioso, por consiguiente volvió a sentarse en el largo asiento tallado en madera de pino y dejó proseguir el orden de las cosas.

-Ah... -suspiró buscando la página que estaba leyendo anteriormente-

Otabek; Otabek... -susurró anonadado- Hiciste muy bien tu tarea... De hecho estoy seguro de que debió dolerte muchísimo el haber hecho eso, no es verdad? Pero a mí me dolió más el que me hayas traicionado.

NightmareWhere stories live. Discover now