La cajita de moño azul

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–¿Quién es ella? –preguntó Magnus sorprendido al ver a una pequeña niña de piel bronceada junto a Alec.

Su novio le había enviado una carta de fuego pidiéndole que lo viera en las afueras del Instituto de Río de Janeiro. Hace días que no sabía nada de él, y de inmediato creó el portal sin preguntarse cómo o cuándo es que Alec había llegado a Brasil. Al principio pensó que lo recompensaría por estos días perdidos, pero la realidad fue muy diferente.
Alec miró a la niña y después respondió.

–Es Andrea, la hermana menor de Nina.

–No sabía que Nina tenía una hermana menor.

–Andrea murió hace siete años.

Eso hubiera espantado a cualquiera, pero no a Magnus. Él tenía trato con demonios regularmente y los fantasmas no le eran desconocidos, claro que nunca había conocido al fantasma de un niño. Era impresionante lo sólida que se veía, sin duda por llevar tanto tiempo muerta pudo aprender a juntar su energía y concentrarla en su cuerpo.
Magnus se colocó en cuclillas para ver a la pequeña Andrea a los ojos.

–Y dime Andrea, ¿qué haces aquí?

El fantasma no respondió.

–¿Era muda? –preguntó Magnus a Alec.

–No, sólo que al parecer no habla con subterráneos.

La hermana de Nina, pensó Magnus con fastidio. Se enderezó y volvió a ver a su novio.

–¿Me llamaste para ver un fantasma?

–No. Quiero saber si es posible que la llevemos a Idris.

–No lo creo, los fantasmas son energía que emana del lugar donde murieron, si la llevamos muy lejos no creo que lo resista. Podría desvanecerse o partirse en millones de pedazos.

–Perfecto. Magnus quiero que traigas una jaula y llames a todos...

–¿Jaula? –interrumpió el brujo seguro de haber escuchado mal.

–Sí, sé que no servirá de nada porque es un fantasma, pero cuando Nina venga...

–Alec, ¿qué es lo que planeas?

Alec respiró profundamente antes de responder.

–Nina y Sebastian estuvieron aquí. Él dejó su espada y yo sé que regresarán por ella. Cuando lo hagan, Nina verá a su hermana en una jaula y querrá bajar a ayudarla, entonces la emboscaremos y la capturaremos.

–Alec, por mucho que quiera acabar con esta guerra, no creo que usar el fantasma de una niña como carnada sea lo mejor, por dos razones. Puede salir de la jaula cuando quiera, y está muy mal.

Alec metió su mano al bolsillo de sus pantalones y sacó una cajita rectangular decorada con un moño azul.

–No lo hará, no saldrá de la jaula.

–¿Qué es eso?

–Es la razón por la que sigue aquí. Buscaba esto, y como yo la tengo hará lo que digo. ¿Verdad, Andrea?

Alec miró a la niña quién miraba con asco a Magnus, y de mala gana asintió.

–¿Ves? El plan es perfecto.

Cazadores de sombras: Ciudad de porcelanaWhere stories live. Discover now