47. Malos pensamiento

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La miraba a la lejanía. La miraba incluso cuando ella no estaba, en la completa y silenciosa oscuridad de su habitación. La miraba con los ojos cerrados. La miraba en otras personas, en otras chicas. La miraba en el reflejo del espejo y del agua. La miraba; siempre la miraba.

No lo entendía. Él la había amado. La había adorado. Le dio todo lo que él tenía; todo lo que él era se lo había entregado; su tiempo, su vida, sus deseos, su dolor, su corazón, todos y cada uno de sus pensamiento; todo eso se lo entrego y ella simplemente los tomo y se marcho sin mirar atrás.

Todo lo que sintió por ella fue la mas pura y loca devoción. Ella, en cambio, no tuvo ni siquiera el mas mínimo amor para quedarse con él. mientras él le dio todo, ella no le dio nada.

Lamentaba lo que había pasado. En verdad!!! Lo lamentaba. 

Deseaba tanto no haberlo evitado, la mentaba el haberla herido de esa forma, no quería hacerle daño, jamas había querido lastimarla. Jamas. Pero era débil.

Su cuerpo lo había llamado, le había rogado por aquello que en algún momento había tenido; ella. Él la amaba demasiado para hacerle eso, jamas podría hacerlo; pero ella si que pudo. Ella si pudo entregarse a otro; ella si pudo desnudar su perfecto cuerpo para otros ojos; permitió que otras manos la tocaran y que otra boca la besara; y eso si dolió, le dolió demasiado.

Ella lo lastimo sin siquiera pensar en él, y eso no pudo soportarlo. Pero no quería!!! De verdad, no quiso hacerlo!!!! La amaba!!! LA AMABA!!!!! SE AMABAN!!!! Se pertenecían!!! Uno era del otro. Intento hacerla entender; de verdad, intento hacerla ver lo mucho que se amaban y el futuro perfecto que les esperaba, pero ella no lo vio. Jamas pudo verlo como él.

Ella había gritado que se fuera, que la dejara en paz, que la olvidara. Ja, olvidarla.

Intento correrlo, pero él no permitiría que arruinará su vida, así que lucho con ella. No quería dañarla, pero no tuvo opción. Tenía que callarse para escucharlo. Y se callo.

Jamas volvería a escuchar su voz, y no podía vivir con eso. Así que aquí estaba, a un lado de ella, listo para vivir por siempre a su lado, aún cuando eso implicara morir.

Coloco el arma en su sien, aún estaba húmeda del líquido carmesí de ella, respiro profundamente y miro por última vez los ojos del amor de su vida, ya opacos por la falta de vida, sonrío y jalo del gatillo.

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Todos estaban consternados y horrorizados por el reciente evento. 

Los Hofferson estaban devastados; su pequeña, su dulce y pequeña hija, muerta. Los Haddock estaban paralizados, su hijo, su único hijo, su orgullo, un monstruo, uno que ya no haría daño a nadie.

Pero que importaba ya eso, si al fin y al cabo, terminaron sus vidas juntos. Como siempre debió ser.


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