18. Camila

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—¿Y tú porque le sonríes a la muerte? — me dijo la chica frente a mí

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—¿Y tú porque le sonríes a la muerte? — me dijo la chica frente a mí. Se veía amenazantemente.

—Porque no te queda el saco —arqueé una ceja.

Rió, y arqueó una ceja. Aún sin contexto de nada, parecía que había entendido de que le hablaba.

—¿Y debo asumir que a ti sí?

Alcé los hombros, esbozando también una sonrisa.

La chica rió entre dientes.

Yo no estaba totalmente segura de que esa fuera Camila, pero por alguna razón lo presentía, algo en mi interior me gritaba su nombre. A pesar de ser una chica muy atractiva, se veía también muy peligrosa, su cabello era tan largo que llegaba hasta su cintura, tan negro que se perdía en la oscuridad. Tenía los ojos tan azules como dos zafiros, sus perfectas facciones la complementaban de una manera en la que cualquiera caería rendido a sus pies, y ahora entendía como era que había tantas personas siguiéndola y tratando de complacerla. Pero además de bella, también me daba cuenta de lo inteligente y astuta que era. Juraba que ella rompía con todos los estereotipos, en los que se decía que la belleza y la inteligencia no iban de la mano.

—Tienes agallas —sacudió la cabeza de arriba abajo, haciendo una mueca.

—Y no soy pescado —le contesté con altanería. Trataba de hacerla enojar, ya que la necesitaba en un punto en el que hablara demás.

Funcionó, un poco.

Su semblante cambió radicalmente de confiado a molesto, y clavó los ojos en los míos. Su mirada era muy fría, era como si tuviese un bloque de hielo en cada cavidad ocular en lugar de ojos, y de ellos se emanara un aire helado que te irritaba la piel.

—¿Te estas burlando de mí? —preguntó molesta.

—Tómalo como quieras —levanté los hombros.

—Que engreída... —volvió a reír. Se veía que era algo bipolar.

La joven se sacó una liga para cabello de la muñeca, tomó su cabello y se hizo una coleta de caballo. Después caminó hasta la caja de cristal, donde tenía a Dimitry y Will.

—Supongo que vienen por estos —dijo golpeando la caja con la palma de su mano.

—Supones bien —le contestó Ethan.

Miré a Will y luego a Dimitry, quien a pesar de no verse lastimado, yacía en el suelo de cristal, inconsciente.

—Debí haberte traído a ti —dijo mirando a Ethan de arriba a abajo—. Eres lindo.

Avril - 1998Donde viven las historias. Descúbrelo ahora