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Una malévola sonrisa surcó sus labios mientras agitaba el pequeño frasco, que contenía un líquido rosado, que tenía en su mano. "Amor a primera vista", se leía en la etiqueta.

—Es una frase muy usada por los muggles —informó George—. De ahí sacamos la idea.

Ella hizo una mueca de asco ante ese dato.

—Considérate afortunada, Parkinson —dijo Fred—. Es la primera tanda que lanzamos, y eres una de las primeras en obtenerla.

—¿Y cuánto dicen que dura el efecto? —preguntó Pansy con la avaricia brillando en sus ojos.

—Una semana por cada dosis —contestó George—. Pero ten en cuenta que debes esperar a que pasen los 7 días para darle otra dosis, de otra manera pasará de un tierno amor a algo más enfermo y obsesivo.

—Claro que si eso es lo que buscas... —dijo Fred, sacando un pequeño cofre con varios frasquitos de líquido color nacar.

—Tenemos varias dosis de Amortentia pasadas de fecha que causarán que enserio pierda la cabeza por ti —completó George, con una sonrisa.

Pansy negó con la cabeza, despachando de inmediato la oferta. Ya había visto los efectos de ese filtro y no le gustaba el resultado. Ella quería que fuera cariñoso y atento, pero sin perder el porte y elegancia Slytherin que lo caracterizaba, y con el Amortentia, eso es lo primero que se pierde. No podía ni imaginarse a un Draco desesperado por afecto como lo había estado el menor de los comadrejas por Romilda Vane aquella vez con los calderos.

En cambio, esa nueva poción aseguraba la sutileza de un enamoramiento profundo y entregado. Aseguraba traerlo de vuelta. Ella levantó una delineada ceja altiva.

—¿Están seguros que funciona bien? —preguntó—. Estoy pagando mucho por esto.

—Ya lo hemos probado en nuestros conejillos de indias... —George carraspeó—. Digo, nuestros empleados.

—Y funcionó a la perfección —concluyó Fred, luego la miró con una sonrisa en los labios que a ella no le agradó—. Aunque me extraña, creí que una chica como tú podía tener a quien quisiera sin necesidad de ningún filtro.

—¿Perdiendo el encanto Slytherin, Parkinson? —preguntó George, burlón.

Ella los fulminó con la mirada, reprimiendo el impulso de aplicarles una Imperdonable.

—No es nada de eso —replicó ella—. Es solo que después de la guerra él... —Se detuvo, ¿qué hacía rebajándose a la altura de ese par? Alzó la barbilla y los miró con desprecio—. Da igual, no metan su narices donde no les incumbe. El cliente siempre tiene la razón, ¿lo olvidan?

—Claro, claro —dijo Fred—. Bien, ¿cuantas dosis te llevas?

—Solo una —dijo en tono seco, sacando el oro. Si funcionaba pediría otro encargo por lechuza.

Salió de Sortilegios Weasley, procurando que nadie la viera, y mezclándose entre sus compañeros de casa. Era increíble que tuviera que llegar a tomar tales medidas.

Draco no era el mismo desde lo de Voldemort. Nadie lo era, pero él era un ejemplo de los peores. Él siempre había tenido cierta frialdad, lo envolvía un aura inalcanzable que no hacía más que aumentar su atractivo, pero nunca se había encerrado en sí mismo como lo estaba haciendo ahora. Casi no hablaba, apenas comía, parecía ignorar a cualquiera que lo rodeaba perdiéndose en sus propios pensamientos. Lo único en que concentraba su atención era en las clases, y en las largas cartas que escribía a sus padres.

De cuando Draco Malfoy abrió su corazón (involuntariamente). [Drarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora