XIII. Encuentros y revelaciones

3.8K 420 319
                                    

Hacía más de cien años que las vías que iban al Territorio Rojo desde el Verde estaban inutilizadas, sin embargo, los soldados de Seteh habían logrado despejarlas en muy poco tiempo y el primer tren partiría esa mañana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hacía más de cien años que las vías que iban al Territorio Rojo desde el Verde estaban inutilizadas, sin embargo, los soldados de Seteh habían logrado despejarlas en muy poco tiempo y el primer tren partiría esa mañana. William iba a ser uno de los que estrenarían ese viaje para visitar a su familia luego de diecisiete años. Violett había podido interceder por él con Seteh para pudiera volver a su tierra natal sin todos lo cargos que tenía en su contra por traición.

No quería aparentarlo, pero estaba ansioso. Charl estaba con él y por alguna razón, sentía que estaba para vigilarlo, y no para acompañarlo como el hermano que era. A a pesar de compartir la sangre, ambos se sentían como dos completos desconocidos, no tenían nada en común además del leve parecido físico. No había nada que los uniera salvo el apellido y Violett. Y como Ancestro, William sabía que no debía confiar del todo en él.

—Nadie supo de ti en diecisiete años, esto será por completo una sorpresa —dijo Charl mientras se sentaba frente a su hermano. Esbozó una media sonrisa que no le llegó a los ojos—. Mamá estará feliz —agregó, y su voz tomó un tono de tristeza.

«Yo también estaré feliz de verlos», pensó William, pero no dijo nada. El trayecto fue largo y tedioso. Cuando cruzaron la frontera y el paisaje se fue volviendo más agreste y de escasa vegetación, se dio cuenta que no era un sueño, que, a pesar de todo el dolor y la desgracia que ese Territorio le había dado, lo extrañaba desde lo más profundo de su corazón. Que él siempre había pertenecido allí y que no importaba lo que vagara, no había nada mejor que el hogar.

Era noche cuando el traqueteo del tren cesó. Los hermanos Eccho se despertaron de un sobresalto y se apearon del vehículo con velocidad. Los soldados que habían en la estación no dieron muestras de detenerlos y Charl lo guió por calles que había transitado en su niñez, pero que estaban por completo distintas a lo que recordaba. Abundaban los edificios y tiendas abandonadas, y las pocas que quedaban en funcionamiento eran precarias y con poca clientela. Las personas que pasaban por allí eran humildes e iban con la cabeza baja rumbo a sus trabajos o sus casas. No habían vendedores ambulantes, pero sí muchos animales callejeros.

Cuando pasaron por la plaza principal, había un tablado vacío con una horca. William se quedó estático, contemplando aquella escena con horror.

—Ejecuciones públicas. Se están haciendo con más frecuencia de lo que crees —le dijo Charl al ver que su hermano estaba perplejo—. Vamos, estamos cerca y Veronika ya debe tener lista la cena.

La mención de su hermana hizo que William retomara el paso y siguiera por las calles cada vez más familiares. Cuando llegaron al final de la calzada, se encontró con su hogar. Seguía igual que la última vez que había estado allí, aunque le habían cambiado la pintura de la fachada de un beige a un verde manzana. Afuera había un par de caballos de pelaje marrón y dos niñas pequeñas jugaban a las muñecas en la vereda bajo la luz del exterior.

—¡Tíoooooo! —gritaron las pequeñas al ver a Charl, corriendo para abrazarlo.

William se quedó mirando la escena con la respiración contenida. Ya era tío y no lo sabía en absoluto. ¿Qué más se había perdido de la vida de su familia?

Rojo - Saga Dioses del Cubo 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora