VII: No Más Palabras

106 23 5
                                    

En la mañana del 15 de Julio, el cielo estaba despejado, con los primeros rayos de Sol iluminando y dando calor a las calles que estaban aún húmedas por las lluvias del mes. El aire fresco, les provocaba un poco de frío a las personas.

Pete se levantó de la cama sin hacer ruido, no quería despertar a Cille. Ella se encontraba en un sueño profundo pero al sentir el movimiento de Pete, ella despertó.

— ¿Quieres un poco de café antes de irte? —preguntó Cille con su tierna voz acabando de despertar.

—No quiero que dejes tu descanso por un café —contestó Pete besando la frente de ella.

—Por un café, no. Por el café.

Sin decir más, Cille se levantó de la cama y se dirigió a la cocina. Comenzó a preparar café.

Pete se colocó un saco de color negro, se miró en el espejo para darle una excelente presentación a su corbata. Él iba a tomar sus lentes, justo en la pequeña mesa de cristal donde se encontraban aquellos lentes, también se encontraba una Biblia, abierta en las páginas de Corintios.

En lugar de tomar los lentes, decidió tomar la Biblia para leer qué versículos destacan. Pero la llamada de Cille para desayunar lo interrumpió y simplemente, su curiosidad se marchito.

Cille y Pete conversaron un poco, hasta que la hora de ir al trabajo llego.

Ella despidió a su amado, con el típico beso que significaba "Nos vemos más tarde".

Él subió al auto y emprendió su camino.

Pete encendió la radio, la canción "Brigitte" comenzaba a reproducirse, una canción del ya famoso Jericho.

De repente, una llamada telefónica se presentaba en medio camino. La señora Miranda, mamá de Pete.

Llamada Telefónica:

Miranda: ¡Hola Pete! ¿Cómo estás?

Pete: Hola mamá, bien, ¿y tú?

Miranda: Emocionada, en tan solo tres días será tu cumpleaños número treinta. ¿Cómo te sientes sobre... el caso?

Pete: ...Mamá, quiero pasar mi cumpleaños... ya sabes... será el último año.

Miranda: ¿Lo lograste?

Pete: ...Sí... ya es hora.

Miranda: Tomate ese día para dejar ir, lo que tengas que dejar ir. Estoy contigo hijo, te amo.

Pete: Gracias por todo mamá, te amo.

Pete finalizó la llamada. Una lágrima salía de su ojo izquierdo la cual rápidamente Pete, borraba con la muñeca de su mano. Se enfocó más en el camino, aún mojado y se podía oír el ruido provocado por las llantas al romper la escasa agua que estaba en el pavimento.

El Sol ya era lo suficientemente claro para golpear los ojos de él. Pero no tenía los lentes para el Sol, los dejó a un lado de esa Biblia, la que Cille leía tan tranquila y enamorada. Aquella que le traía paz.

Las sonrisas y las miradas de Cille, pasaban por la mente de Pete. Los momentos a su lado, los paseos, las comidas, las peleas incluso. La pareja más sentimental y perfecta que alguien pudo imaginar.

Pete se detuvo frente a un edificio de seis pisos, en su trabajo.

Estacionó el automóvil y bajó con su laptop en mano. Entró con una gran sonrisa en su rostro, saludo a todo aquel que se cruzaba en su breve camino a su oficina.

Llegó al ascensor, donde una joven de veintiocho años llamada Nia le hizo plática. Bastó solo un minuto exacto para que terminaran riéndose juntos. Se despidieron de mano cuando el ascensor llegó al piso cinco, Nia se dirigió a la oficina de su jefe, Pete se dirigió a su propia oficina.

Él se quitó el saco y lo colgó sobre su silla. Se miró al gran espejo.

—No más palabras.

Ella Es CilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora