XVII

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Luhan nunca había estado preparado para nada de todo lo que la vida le puso en frente.

Nunca esperó ser secuestrado. Pensó que sus padres vivirían por siempre... O al menos, lo suficiente para verlo recibido, exitoso y con hijos. Nunca esperó que se fueran cuando ni siquiera había bordeado los veinticinco. Siempre fue de carácter difícil: terco y demasiado directo. Por eso tampoco esperó que su primer amor, Ziyi, se le confesara. No previó caer en una casa desconocida en medio de la nada. Tampoco esperó volver a hablar tan pronto, mucho menos desarrollar sentimientos tan grandes como los que en ese momento albergaba... Así es, toda una cadena de cosas súbitas e inimaginables hasta que sucedieron.

Pero sin duda, sin lugar a ninguna duda, nunca esperó que Sehun, Oh Sehun, lo besara.

Había pasado demasiado rápido. Se había cambiado para irse a la cama después de tomar la medicina que siempre mantenía cerca en la mesita de luz junto a un vaso de agua. Había estado sonriendo como un idiota porque aquella noche había sido mucho mejor de lo que podía haber imaginado.

Entonces tocaron la puerta.

Sehun estaba del otro lado. Le pareció que intentaba ocultar algo de nerviosismo tras su expresión neutra. Sin una palabra le había señalado algo y por inercia había seguido aquella dirección, pero al parecer sólo era una distracción porque en cuanto apartó la mirada, lo empujó dentro de la habitación y cerró la puerta tras él, dejándolos solos en la penumbra y el silencio del cuarto. Se había dado cuenta gracias a la luz de la luna que ingresaba debido a la persiana enrollada hasta arriba por completo, que su mirada era extraña y le hizo dar un vuelco al corazón.

Sehun comenzó a caminar hacia él lentamente, pero exudando una atracción y sensualidad descomunales e irresistibles.

Él había dado un paso hacia atrás porque estaba demasiado abrumado. Se sentía atacado.

Sin embargo nada había impedido que el otro acabara con la distancia que los separaba, tomara su rostro en ambas manos y lo besara directo en los labios.
Si hubiera podido jadear o gemir por la sorpresa, lo hubiera hecho, pero el impacto no le dejó hacer nada. Sólo estaba allí... Con los ojos bien abiertos, los latidos desbocados y las palmas sudadas y rígidas a los lados del cuerpo. Incluso el cerebro se le había desconectado, totalmente en blanco. Después de unos segundos, logró reaccionar un poco y lo miró... Tenía sus ojos cerrados y estaba tranquilo. Entonces lo sintió: aquellos labios eran suaves y tibios contra los suyos, y se sentía excepcional. Lo sostenía con manos frías que de igual manera eran acogedoras. Ah... Qué bonito. Justo cuando se había relajado y se disponía a cerrar los ojos, Sehun se separó.

Pero estaba tan extasiado que, antes de que pudiera decir una palabra, negó con la cabeza quedamente y volvió a atrapar sus labios por propia iniciativa. Ahora quien se quedó de piedra fue Sehun. Nunca se hubiera imaginado a Luhan tan impetuoso. Este último por otro lado hizo puños sobre su pecho con el suéter que llevaba puesto.

Después de un momento también se separó y se dio cuenta de lo que hizo, soltándolo y alejándose de él un par de pasos al cubrirse el rostro sonrojado. Sehun sonrió porque aquello se parecía más al Luhan que conocía.

-Justo iba a decirte que hicieras algo.- Comentó en voz baja. El silencio era tan patente que le parecía mal alzar la voz. -Me sentía extraño besando a una estatua.

Luhan enseñó los dientes y lo golpeó con el almohadón que había sobre la cama. Sehun comenzó a reír porque Luhan siguió atizándole sin parar y más que molestarle le resultaba adorable su vergüenza. Intentaba cubrirse con los brazos, pero sus golpes le llovían por todos lados. Después de un rato de gracia, se adelantó y lo tomó de ambas muñecas, aprovechando para volver a besarlo una vez más, esta vez de forma más profunda.

Notas del alma (HunHan)Where stories live. Discover now