XXIII

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Luhan había sabido que algo malo pasaba en el instante en que había mirado a los ojos a Sehun la tarde que Jongin se fue.

Había aprendido a leer a ese hombre casi a la perfección. Desde que lo había conocido hasta el presente, Sehun se había vuelto menos propenso a ocultar sus verdaderas emociones. No era un despliegue rebalsado, pero era mucho más fácil de leer. Y cuando estaba junto a él, era cuando más sincero se volvía, cosa que amaba. Sehun nunca le mentía: cuando estaba triste o angustiado lo percibía, cuando estaba enojado o decepcionado también, y cuando se llenaba de alegría no era una excepción. Algunas veces pretendía que nada le pasaba para no preocuparlo, pero al final siempre le sacaba la verdad... Creía que en el fondo no disimulaba del todo porque quería ser descubierto.

Por todas esas razones y más, sabía que algo le escocía: lo veía en su mirada perdida, en sus respuestas escuetas y en su postura rígida.

Algo le inquietaba... O quizás, pensaba de más.

Sin embargo cuanto más había querido acercársele para preguntarle qué le sucedía, Sehun se alejaba al punto de ni siquiera mirarlo. Estaba frustrado... Lo que sea que le ocurría quería saberlo para ayudarlo o al menos compartir su pesar, aliviarlo, pero Sehun por esta vez parecía querer estar solo y no podía hacer más que aceptarlo y respetarlo. Aunque la realidad era que se moría de ganas por zamarrearlo y sonsacarle a la fuerza todo. La ansiedad lo volvía loco. ¿Acaso había hecho algo mal? ¿El beso con Jongin en realidad sí le había molestado?

¿Había hecho... algo tonto mientras dormía?

Frunció el ceño. No, no podía ser. Pero... Demonios, Sehun era tan sensible y considerado como para tomar como propios los problemas, como para sufrirlos en carne propia. No estaba seguro, pero era muy probable que se sintiera mal por presenciar el ataque después de la pesadilla. Antes le había dicho que todo estaba bien y que no había nada que pudiera hacer más que estar a su lado, y quizás había sido una equivocación, porque era obvio que él no se lo tomaría con liviandad. Mucho menos se quedaría de brazos cruzados.

Rayos... Qué hermoso que era.

Sabía que no era momento para ponerse como adolescente enamorada (lo que en el fondo realmente era), pero Sehun sólo hacía más y más cosas que lo perdían por completo y le robaban un poquito más el corazón. Dentro de muy poco sería todo de él... Si no se lo había llevado ya sin permiso ni aviso. No es que bailara por su angustia, pero saber que significaba tanto para él le estremecía de pies a cabeza y le hacía agradecer al universo la existencia.

Más allá de lo tierno del gesto, no permitiría que el chico que quería se sintiera desdichado por su causa, así que parándose del sillón del salón que ocupaba, se puso de pie con resolución y echando humo. Le diría algunas cositas importantes a ese terco cabeza hueca.

Estaba cruzando la recepción con pisadas fuertes, las manos en puños y el ceño fruncido, cuando sintió que algo le caía sobre la cabeza. Se frenó y vio hacia arriba con los ojos enormes; era un abrigo y olía delicioso... Cómo no, olía a Sehun.

Se volteó y lo vio de frente con una pequeña y casi tímida sonrisa.

-Vamos.- Dijo únicamente.

Luhan estaba rodeado por la chaqueta y sólo su cara redondeada, blanca y confundida se veía. Sehun sostenía ambos bordes de la prenda para mantenerlo cubierto de forma confortable. Luhan pintó una expresión malhumorada.

-¿Ahora sí saldrás por fin de tu cuarto?

Sehun titubeó e hizo una mueca, había estado encerrado allí los últimos días alejado de todo y de todos, pensando y sacando concusiones. Descubrió su cabeza y acomodó bien el abrigo sobre sus hombros; no se atrevió a mirarlo a los ojos porque sabía que había hecho mal, aunque había llegado a un punto importante que esperaba demostrarle pronto.

Notas del alma (HunHan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora