Prólogo.

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Tokio, Japón.

Academia Tōō.

―Aquí tiene, podrá empezar las clases mañana mismo.

Al oír aquellas palabras, la joven miró los papeles que le entregaban como si fuera una oferta de manga yaoi gratis.

¿Mañana mismo?

Algo se removió en el estómago de la chica. Empezar de cero.

Era una frase tabú que la atormentaba desde que empezó la segunda fase de estudio. El instituto.

Tal vez era por sus gafas de nerd, o por su forma nada sexy de vestir... Quizás tal vez por sus brackets. No. Simplemente por las cosas que había pasado con anterioridad.

Esa era la tercera vez que se cambiaba de academia apenas empezando el segundo trimestre.

―¿Mañana? ―preguntó algo insegura.

―¿Tiene algún inconveniente, señorita?

―No... Ninguno en absoluto. ―«En realidad tengo varios», pensó la chica sonriendo de forma sutil.

―Entonces, le mostraré las instalaciones y le entregaré su uniforme.

Tal y como dijo el director, le mostró todo y le explicó lo que necesitaría saber una estudiante nueva como ella.

Una hora después, la chica iba saliendo de la academia cuando se tropezó con su propio pie y cayó de rodillas al suelo. Los estudiantes que estaban allí se rieron a carcajadas, en especial un tipo de tes morena.

―Vaya, esas gafas graduadas no son suficientes para que veas por dónde vas ―las palabras del chico la hicieron sentirse como una frágil burbuja a punto de explotar.

Rápidamente tomó las cosas que se le cayeron y se fue corriendo mientras detrás de ella se escuchaban las risas de sus futuros compañeros.

Corrió sin rumbo fijo hasta que el dolor en sus rodillas la hizo detenerse.

―Ah, cómo duele ―caminó hasta una banca y se sentó en ella, dejó sus cosas a un lado y examinó sus raspadas y ensangrentadas rodillas.

Rebuscó en su bolso pañuelos y trató de limpiarse las heridas. Era inútil, solo consiguió que el papel se adhiriera a su herida.

―En fin, tendré que irme a casa ―se quitó las gafas y se frotó los ojos muy despacio.

Se sentía cansada y torpe. Sobre todo torpe.

«Vaya, esas gafas graduadas no son suficientes para que veas por dónde vas», las palabras de aquel chico resonaban en su cabeza mientras observaba las gafas entre sus dedos.

―Cielos, creo que... ―movió su cabeza enérgicamente y sonrió de lado―. No, seguro que no me va tan mal. Después de todo, la primera impresión engaña en algunas ocasiones.

Con aquel pensamiento positivo la chica recogió sus cosas y se marchó a casa con una sonrisa en el rostro. Llegó y su madre la recibió con una enorme sonrisa... por que la chica olvidó que tenía que limpiar toda la casa antes de salir a ningún lado.

―Estoy en casa, madre he conseguido aprobar el test con la calificación más alta ―dijo la chica muy emocionada.

Aimé, su madre, no tenía buena cara para variar.

―Terminaste de perder el tiempo. No comerás hasta que limpies todo.

―Pero... ―decidió no seguir hablando ya que sabía que su madre le cruzaría la cara por alegar con ella.

BlueBerry (EDITANDO)Where stories live. Discover now