Capítulo 7

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Hyung Jun esperaba con el auto en marcha frente al portal del apartamento de los Kim. Pese a ser de noche ya, aún había bastante gente caminando desordenadamente por la calle. Cuando hacía mal tiempo la ciudad parecía desbordarse, volverse loca. Unos iban corriendo, llevando el paraguas como podían, otros más lentamente incluso con bolsas de basura a modo de impermeable, todos pasaban por delante de su ranchera, haciendo los más diversos gestos ante su mirada divertida. Esa calle era más bien estrecha y tranquila, pese que a lo lejos se podía oír el claxon de los autos que no lograban avanzar en el enloquecido tráfico de Seúl. Baby jun estaba escuchando la emisora de grandes éxitos que siempre solía sintonizar, mientras esperaba a que bajase Young saeng para irse a cenar juntos. Siempre lo tenía que esperar.

Baby jun tenía treinta años pero su mirada azul seguía siendo el de un niño dulce y divertido. Sus dos hijos de tres y dos años, respectivamente, lo adoraban, al igual que el resto de las personas que la conocían. Park Jung min, su marido, un serio inspector de policía que tenía que tratar con la escoria de aquella jungla, se sentía revivir al estar a su lado. Le contaba algunos casos, el lo escuchaba atentamente y después le daba su opinión..., incluso a veces le había ayudado con sus creativas deducciones. Era una persona alta y delgada que en ocasiones podía resultar incluso desgarbado, pero el brillo de sus ojos y el aspecto travieso que le proporcionaba el flequillo de corte de pelo, lo hacían seductor sin reservas.

Aquella noche Jung min, Hyun joong y otros amigos del gimnasio se habían ido a cenar juntos para celebrar el matrimonio de Hyun a su manera. Baby jun se había encargado de despistar a las parejas de los demás para poder salir solo con Saeng. No lo veía desde el regreso de su luna de miel y lo había encontrado nervioso y triste, así que pensó que sería mejor que tuvieran la oportunidad de charlar con calma. Lo consideraba como un hermano, durante tres años habían trabajado juntos, compartiendo los buenos y malos momentos... Aunque conocía a Hyun joong desde hacía sólo un año, estaba seguro de que él amaba a Young saeng. Lo consideraba un hombre que había vivido mucho y muy rápido, pero precisamente esa experiencia, el haber conocido a toda clase de personas, era lo que le había hecho enamorarse de Young saeng desde el primer momento que lo vio.

Después de unos minutos de esperar a Young saengdentro del auto lo vio salir del portal y saludarlo con la mano, mientrasintentaba abrir el paraguas. Estaba tan bonito como siempre. Llevaba un trajerojo de punto de algodón y seda que a Babyjun siempre le había gustado. Marcaba sus formas sin llegar a ser ajustado y lachaqueta de anchos hombros a juego le daba un toque muy personal. Ese traje enotra persona hubiese parecido llamativo, sin embargo parecía hecho para Saeng. Hyung jun se inclinó hacia la portezuela por la que entraría su amigo, con el fin de quitar el seguro, vio cómo un hombre alto y fuerte, de aspecto desagradable se acercaba a el. Se quedó pegado a la ventanilla, pensando que le iría a preguntar alguna dirección. Llevaba una camisa de cuadros desabotonada hasta el estómago, que dejaba entrever lo que, desde la distancia, le pareció un pecho peludo y tatuado. El resto no lo podía ver muy bien, pero desde luego no parecía un tipo recomendable. Le estaba diciendo algo a lo que Young saeng respondió y justo después lo agarró por el brazo tirando de el hacia un lado del portal. Al ver la reacción nerviosa de su amigo, Hyung jun se despegó de la ventanilla y salió de inmediato sin ocuparse de cerrar su puerta ¿Quién sería aquel hombre?

- ¡Young saeng! -gritó desde el otro lado de la calle, esperando a poder cruzar-. ¡Saengie!

Después de llamarlo por segunda vez, Saeng apareció, le hizo una señal tranquilizadora con la mano y cruzó la calle. Ambos entraron de inmediato en el auto.

-¿Quién era ese individuo? ¡Menudo susto me he llevado! -dijo Baby jun, buscando la mirada de Saeng, que estaba terminando de cerrar el paraguas.

-Era sólo un loco -contestó Young saeng, con la respiración algo agitada.

-Bueno, ¿qué te decía?

-En esta ciudad hay gente de todo tipo -respondió Saeng, intentando recuperar la sangre fría-^. Incluso para decirte un piropo, por cierto bastante grosero, mira el numerito que hacen.

Al ver que Young saeng recuperaba la calma y le hablaba con naturalidad, Baby jun le quitó importancia al incidente, pensando que era eso, sólo un loco.

-Pues qué gracioso -dijo Baby divertido, mirándose en el espejo retrovisor-. Para una vez que voy a la peluquería... Por intentar salvarte de un idiota mira cómo me he quedado.

Pese al mal trago que había pasado Young saeng minutos antes, no pudo evitar reírse con ganas al ver el pelo de su amigo totalmente empapado por la lluvia. Después de arrancar el auto y de cruzar algunos comentarios intrascendentes, ambos quedaron en silencio, escuchando música hasta llegar al restaurante.

Saeng agradeció aquel silencio, podría reponerse dela impresión de ver a Choi siwon en la puerta de su casa. Había logrado salirairoso de la situación frente a Baby jun pero... Ese hombre lo estaba volviendoloco. Aún le resonaban sus palabras en los oídos: «No te habrás olvidado de mí,¿verdad? Descolgar el teléfono de tu casa no te servirá de nada... como ves sédónde vives y también tengo el número de teléfono de la oficina de tu marido».Intentó deshacerse de él, explicarle que no tenía más dinero... que un amigo suyoles estaba viendo. Fue entonces cuando lo arrastró por el brazo hasta el otrolado del portal. Lo empujó contra la pared e intentó besarlo, poniendo una delas manos en su pecho. Aquel hombre le daba asco, su aliento a whisky, con unabarba mal cuidada, le resultaba repugnante. Pero lo que más odiaba era su mirada punzante, esa mirada con la que parecía que iba a matarlo y a desnudarlo a un tiempo, su voz... La voz que lo perseguía, que no podía olvidar.

Cuando logró darle un golpe con el paraguas para deshacerse de él, tiró de su pelo por la espalda, obligándolo a echar la cabeza hacia atrás. Le habló muy cerca de la cara: «Siempre has sido un perro orgulloso, siempre fui poco para ti ¿verdad?, pero ahora no tienes a Hye mi para que te defienda». Cuando oyó el primer grito de Baby llamándolo, dijo más apresuradamente: «Necesito diez mil dólares o al menos algo que lo valga, seguro que tu maridito te ha regalado alguna joya; sin esa cantidad no puedo salir del País y, en ese caso, te hundiré conmigo». Entonces lo soltó. Cuando el auto arrancó, pudo verle, inmóvil bajo la lluvia, observándolo. Al recordarlo un escalofrío la hizo estremecer. Aún no sabía cómo había sido capaz de contarle a Baby aquella historia de una manera convincente. Una mentira lo estaba llevando a otra, cada vez a mayor velocidad, pero eso le daba esperanzas... Tal vez conseguiría no verle más.


No me culpes a miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora