Capítulo 2

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Cuando me despierto estoy en un coche, creo que es un Fiat Freemont 4x4, ya que mis padres tenían uno igual cuando yo era pequeña.
Es nuevo y huele a ambientador de limón, estoy tumbada en la parte trasera del coche, a pesar de que el asiento del copiloto está vacío. Los asientos son negros, y de cuero. El chico que ha venido a atacarme, supongo que debió traerme en brazos hasta el coche y tumbarme aquí detrás. Ahora mismo estamos atravesando una carretera de un solo sentido vieja y desgastada, al rededor hay un bosque verde de pinos, por mucho que me agrade el paisaje, eso no quita a que esté muerta de miedo, pues un extraño me lleva a saber donde para matarme, torturararme o hacerne quien sabe qué;  Así que mi cuerpo reacciona instintivamente y me incorporo a penas sin darme cuenta, mi secuestrador lo nota y me mira a través del espejo retrovisor.

—¿Dónde me llevas? ¡Bajamé ahora mismo!- le espeto, pero el no responde enseguida. Al final se decide y dice:

—Te llevo a donde me dé la gana, y no pienso parar el coche para que te escapes. A no ser que quieras saltar con el coche a ciento veinte kilómetros por hora y morir al instante, tú decides.—añade.

Y eso es justamente lo que hago. Me muevo al asienti más alejado de la puerta, mientras tiro del pomo para abrirla. El aire corre y el coche se tambalea, un punto a mí favor ya que disminuye la velocidad.

—¡Pero que coño haces!— me grita intentando controlar el coche está sorprendido. Y eso es justo lo que pretendía, sorprenderlo.

                             
                                ***

Suspiro, ya estoy de nuevo en el coche, de nada ha servido mi patético intento, dado a que justo en el momento en el que él ha disminuido lo suficiente como para poder saltar, lo he hecho y la verdad es que en las películas parece mucho más fácil.

Me he dado de bruces contra el surlo y mi secuestrador ha bajado del coche y me ha llevado a rastas hasta el coche, y aquí estoy de nuevo, pero esta vez con el seguro de las puertas cerrado.

Maldigo en mi interior, allá a donde me lleve tengo más probavilidades de escapar sin morirme que aquí en el coche, así que doy un sonoro suspiro.

No sé cuánto tiempo pasa cuando por fin el coche se detiene, estoy intentando no concentrarme en el dolor que me recorre todo el cuerpo si antes de subir al coche me encontraba en pésimas condiciones, no creo que mi caída las hubiera mejorado.

El señor X (hace un rato cuando el agotamiento pudo conmigo y no podía ir a ningun lado que he decidio llamarle así) baja del coche quitando el seguro a las puertas y antes de que pudiera reaccionar ya tengo la puerta abierta y a X delante, hace frío, huele a bosque y a humedad y sopla un viento fuerte pero a pesar de eso no tengo ni idea de donde estoy, no es que hubiese muchas señales por el camino, y si las ha habido no me he dado cuenta ya que estaba maravillada con el hermoso paisaje. El señor X la puerta del conductor  de un portazo y me coge del brazo y me saca fuera del coche.

—Bien ya, hemos llegado.— Me dice.

Veo que nos hemos alejado suficiente de la ciudad, ahora estamos en un prado, a lo lejos se ve una casa, es nueva supongo que fue construida hace unos dos años o por ahí. Aunque estamos en primavera, hoy no hace muy buen día, ya que hace viento, y hay muchas nueves en el cielo.

—¿Dónde estamos?—pregunto con cautela preparada para echar a correr en su menor desliz buscando distraérle. Pero no responde, se limita a observarme, lo que me temía. Me conduce hacia la casa mediante empujones y forcejeos por mi parte, pero cada vez son más débiles estoy exhausta y ahora de cerca, puedo ver que está hecha con ladrillos rojos, tiene una puerta de madera. Es muy rústica pienso, será fácil escaparme, hay sitio para esconderse de él y darse el piro.

El EncuentroWhere stories live. Discover now