CAPITULO 7

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Me levante temprano, me arregle, mire el espejo y fruncí el ceño.

Me faltaba algo... pero ¿qué?

- ¿Pasa algo Harry?- siseo Apophis.

-Siento como si me faltara algo para estar perfecto- acaricie mi cuello y mire de reojo a mi familiar- ya sé que es.

La mire con una sonrisa.

- ¿Y que es amo?- retrocedía lentamente, amaba a su cría pero esa sonrisa... lo mejor era estar alejado.

- ¿A dónde crees que vas?- amplié mi sonrisa y avance un poco, Apophis intento huir. Las puertas y ventanas se bloquearon, se enrollo en una esquina y me miro fulminante.

-No te atrevas Harry - siseo.

- Demasiado tarde.

***

Baje a desayunar, ya estaban todos solo faltaba yo.

-Buenos días- salude, me senté y empecé a desayunar.

-Buenos días cariño, ¿dormiste bien?- respondió Lucius, con una dulce sonrisa.

Cuando me entere de la verdadera personalidad de Lucius.... bueno no lo podía creer.

- Si Luc.

-¡Que hermoso collar!- exclamo Cissa- parece una serpiente de verdad.

-Gracias- lo acaricie con la punta del dedo índice.

- Oye Harry, ¿y Apophis?- pregunto Draco, buscando por el suelo a la hermosa serpiente de 3 metros.

-Oh, dijo que iría a cazar y que no me preocupara.

Se limitó a asentir. El resto del desayuno fue tranquilo.

Llegamos a la estación muggle sin prisas, llevábamos los baúles encogidos en los bolsillos, Draco llevaba a Ares en su jaula. Cuando preguntaron por Apophis, respondí tranquilamente que estaba en el departamento. Asintieron conformes y nos dirigimos hacia el andén nueve y tres cuartos.

Una familia de pelirrojos paso a nuestro lado, Draco se sonrojo levemente. Atravesamos la barrera, una locomotora de vapor, de color escarlata, esperaba en el andén lleno de gente.

Un rótulo decía: «Expreso de Hogwarts, 11 h». Mire hacia atrás y vi una arcada de hierro donde debía estar la taquilla, con las palabras «Andén Nueve y Tres Cuartos».

El humo de la locomotora se elevaba sobre las cabezas de la ruidosa multitud, mientras que gatos de todos los colores iban y venían entre las piernas de la gente. Las lechuzas se llamaban unas a otras, con un malhumorado ulular, por encima del ruido de las charlas y el movimiento de los pesados baúles.

Los primeros vagones ya estaban repletos de estudiantes, algunos asomados por las ventanillas para hablar con sus familiares, otros discutiendo sobre los asientos que iban a ocupar. Buscamos un asiento vacío. Pasaron al lado de un chico de cara redonda que decía:

—Abuelita, he vuelto a perder mi sapo.

—Oh, Neville —oyó que suspiraba la anciana.

Un muchacho de pelos tiesos estaba rodeado por un grupo.

—Déjanos mirar, Lee, vamos.

El muchacho levantó la tapa de la caja que llevaba en los brazos, y los que lo rodeaban gritaron cuando del interior salió una larga cola peluda.

Nos despedimos sin mucho afecto, al fin y al cabo rodeados de gente nuestras máscaras debían estar en su lugar. Buscamos un compartimento, agrandamos los baúles y los pusimos en los portaequipajes, pero antes sacamos unos libros y nos acomodamos para leer.

Magia PuraWhere stories live. Discover now