6. Día de campo accidentado

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Bajé las escaleras del hotel junto a Jake y caminamos hacia la tienda del lugar.

—¿Cómo crees que sea vivir el mismo día siempre?— miré a mi hermano.

—No lo sé.

Entramos a la tienda y fuimos directamente al área de los dulces. Tomé una bolsa de caramelos y la pagamos en la caja.
Antes de entrar al bucle, miramos a nuestro alrededor para asegurarnos de que nadie nos veía y entramos a la cueva.
Nos apuramos a llegar a la casa; antes de que pudiéramos abrir la puerta, Horace se adelantó.

—Hola, Erin. Soñé algo sobre ti.

—Espero que cosas buenas— me burlé.

El niño hizo un gesto extraño y entró a la casa con nosotros detrás de él.

—¡Erin!— Claire bajó corriendo las escaleras.

—He traído los dulces. Repartelos con los demás.

Tomó la bolsa y se alejó.

—Hola, Erin— apareció Victor.

—Hola.

—Las chicas y yo iremos a un día de "campo"— hizo comillas con los dedos—. ¿Nos acompañan?

—Sí. ¿Por qué día de "campo"?— Jake imitó sus comillas cuando nos dirigimos al patio.

—Bueno, en sí el día de campo es en el patio. Miss Peregrine no quería que causaramos más problemas— se encogió de hombros.

Olive y Emma se encontraban sentadas sobre una manta tendida en el pasto. Tenían una canasta junto a unos vasos y una jarra de agua.

—Erin, ¿se quedarán hoy a dormir?— quiso saber Olive.

—Sí.

Jake y yo le habíamos inventado a papá que nuestros amigos nos habían invitado a una fiesta y llegaríamos al día siguiente. Le parecía "bueno" que nos ocuparamos en otras cosas en lugar de las historias del abuelo. Si supiera.
Tomé asiento junto a las chicas y hablamos de distintos temas.

—¿Hay robots?— me miró Emma con sus ojos grandes.

—Sí. Pero no viven entre nosotros— rió Jake.

—¿La ropa sigue igual de espléndida?— se nos unió Horace.

—Hay muchas cosas. Ropa linda y ropa fea. ¿Pueden salir del bucle?

—No por mucho tiempo— contestó Victor—. Lo mucho que podríamos durar fuera son tres días, después de eso, los años nos cobrarían factura. Envejeceriamos y moriríamos.

—Aunque llegáramos al bucle antes de morir.

Hubo un silencio incómodo; creo que toqué un mal tema.
Tomé un emparedado de jalea y lo comí sin chistar.

—¿Quieren jugar?— preguntó Millard acompañado de Hugh.

—Chicos contra chicas, ¿qué dicen?— incitó Victor.

—Ganaremos, sin duda— afirmó Olive, levantándose de su lugar.

—Quiero ver eso— se mofó Hugh.

Millard se encargó de marcar las porterías. Yo era muy coordenada, pero no era buena en el soccer, por lo que me quedé de portera, al igual que Millard. Horace se encargaría del arbitraje. Como los chicos eran cuatro, incluyendo a Jake, llamamos a Fiona, para ser justos.
El juego comenzó muy parejo: Olive y Fiona hacían un buen equipo, se pasaban la pelota muy ágilmente. En un momento de despiste, Jake le robó el balón a Emma, lo pasó a Hugh, él se lo envió a Víctor y el chico fuerte pateó la pelota hacia mi portería, dándome en el rostro.
Sentí un hormigueo en mi nariz y no tardó en brotar sangre.

—Lo siento, Erin. Estaba muy emocionado y no controlé mi fuerza— se acercó Victor a mi lado.

—Ten— Horace me tendió un pañuelo blanco—. No importa que lo manches, no es tela muy buena.

—Llévala adentro y ponle hielo, Horace— ordenó Olive.

—Vamos, Erin.

Puse el pañuelo contra mi nariz para detener un poco el sangrado y seguí a Horace a la casa. 
Me senté en uno de los sofás de la sala y esperé a que Horace regresara con hielos.

—¿Qué pasó?

Me sobresalté al escuchar a Enoch tan de repente.

—Victor me golpeó con la pelota. Estaba tan concentrado en el juego que no midió su fuerza.

—Aquí están...eh...toma— Horace le entregó los hielos envueltos en un pañuelo—. Debo ir a hacer unos diseños.

Tras decir eso el niño desapareció de la sala. Enoch se acercó a mí con el hielo y se sentó a mi lado.

—Le advertí a Victor que no fuera brusco. La otra vez lastimó a Emma cuando le hizo cosquillas— explicó Enoch.

Me quitó el pañuelo de mi mano y colocó el hielo en mi nariz. Me dolió un poco el contacto de mi nariz con el objeto, pero era soportable.
Pellizcó el puente de mi nariz.

—Creo que no está rota— murmuró mirando mi nariz.

—¿Cómo lo sabes?

—Hubieras gritado de dolor cuando te toqué la nariz— explicó con su acento tan marcado.

—Oh.

—Debo irme. Ten cuidado para la próxima.

Subió las escaleras y lo perdí de vista. En ningún momento había perdido su ceño fruncido y seriedad amenazante.
Dejé un rato más el hielo en la zona afectada y regresé con los chicos.

—¿Estás bien?

—Sí— contesté a Victor—. No fue nada.

Recogimos lo que quedó del día de campo y entramos a la casa. Miss Peregrine ya tenía lista la cena.

—¿Les gustaría desayunar algo en especial mañana?— preguntó la directora durante la cena.

—Ah, cualquier cosa es buena— contesté restándole importancia.

—A Abe le gustaban los hotcakes— murmuró Olive y nos quedamos en silencio.

—Olive— habló severa la señorita.

Terminamos de comer en silencio​.
En la proyección de Horace decidí sentarme junto a Jake y Emma, ya que me sentí incómoda la primera vez que me senté junto a Enoch y Horace tuvo esa pesadilla.
Esta vez el chico soñó con ropa (qué novedad), pero también en el día de campo y el golpe que me dió Victor. Y no me advirtió.

—Vayamos afuera— apuró Peregrine cuando terminó la proyección.

Victor me dió una máscara y salimos de la casa.
Durante​ el reinicio no pude evitar ver a Enoch; tenía sus pantalones color caqui, una camisa azul pálido de manga larga y su chaleco negro. Parecía una foto antigua viviente.










Lamento si no está bien, después los editaré. Espero que les esté gustando, aunque no la leen muchos me gusta escribirla. Es de las pocas cosas que me permito publicar.
Gracias por sus votos:)

Lo resubí porque no me aparecía completo :'v

𝐌𝐢𝐬𝐬 𝐏𝐞𝐫𝐞𝐠𝐫𝐢𝐧𝐞 𝐲 𝐥𝐨𝐬 𝐧𝐢ñ𝐨𝐬 𝐩𝐞𝐜𝐮𝐥𝐢𝐚 ► 𝑬𝒏𝒐𝒄𝒉 𝑶.Where stories live. Discover now