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Suspiré haciendo que una bola de humo saliera de mi boca. Es una noche fría de desierto.

Sasori y yo esperábamos a Deidara, el pelirrojo se quejaba cada dos por tres que el rubio tardara tanto.

"Odio esperar" es como su mantra.

Sasori no ha vuelto a sacar el tema sobre el abrazo, y tampoco pienso hablar sobre el dichoso abrazo.

Ya había empezado. Lo que Akatsuki había estado preparando hace tres años, ha empezado.

— Tardaste demasiado. — me sobresalté cuando escuché a Sasori hablar, Deidara bajó en su ave con el Jinchūriki del primer Bijū; Gaara.

— Eres demasiado apresurado, Danna, hm— dijo con su sonrisa ladeada.

Centré mi mirada en el pelirrojo que tenía enfrente, sentí como un sudor frío recorrió mi frente. Verlo ahí, cuando me había tratado tan bien hace varios meses me hace sentir mal.

— ¡Natsume! ¿Crees que me tardé, hm? — Deidara saltó de su ave hasta quedar frente a mí.

— Sí, demsiado— sonreí levemente, este bufo fingiendo enojo, aunque al instante me dedicó una resplandeciente sonrisa.

Mi corazón dio un vuelco estrepitoso, desde hace tiempo que Deidara causa esta sensación en mí.

Cómo mariposas en el estómago.

— No quiero distracciones, toma dos días llegar a la base y tres extraer el Bijū— gruñó Sasori, aparte mi mirada de Deidara y me subí al ave.

— Sí, jefe. — dije para tratar de subir el ambiente, pero no es lo mismo. Hay demasiada tensión para eso.

Deidara subió al ave y emprendimos nuestro viaje, Sasori caminando y nosotros transportados por el ave de arcilla que sostenía al Kazekage de la Arena.

Debes de ser alguien muy esencial para aquella aldea ¿no?

Inconscientemente, aparte unos mechones pelirrojos de su pálida piel.

Después de unas horas, Sasori se quedó a pelear con un chico con mucho maquillaje que había mandado la Aldea de la Arena. Este se quedó peleando con él y dijo que nos adelantaramos.

Ahora estoy sola. Con Deidara.

— Natsume, hm— la ronca voz de Deidara resonó entre tanto silencio. ¿Desde cuándo su voz fue tan ronca?

— Deidara-chan— me giré hacia él arrepintiéndome al instante. Deidara estaba a solo centímetros de mí, nuestros ojos se conectaron en un largo lapso de tiempo.

Sentí mi corazon acelerado, como si se fuera a salir de mi pecho. Recordé a Hidan narrándome unas cuantas de sus tantas travesías amorosas, y según todo lo que el me ha enseñado, este es el momento del beso.

¿Debería besar a Deidara?

Mi mirada bajó a los labios de Deidara, rosados, delgados, levemente torcidos dándole aquella extraña expresión de concentración característica de él.

— ¿Sabes que piensas en voz alta? — volví mi mirada a los ojos de este, iba a contestar pero unos húmedos y suaves labios chocaron contra los míos.

Mí cara enrojeció hasta menos poder. Sus labios encajados contra los míos dejándome ver lo inexperto que era él en los besos tal y como yo.

No hice más que quedarme tiesa como una piedra y roja como la cereza (N/A: paremos con el típico rojo cómo el tomate >:v) en cuanto sus labios abandonaron la comodidad de los míos continuó con nuestro contacto visual, sus mejillas estaban sonrojadas, tal vez no tanto cómo las mías, pero lo estaban.

No supe que decir, el tampoco. Pero tampoco había algo que decir, ese beso hablaba por sí solo. Una sonrisa nunca está de más, y eso fue justamente el postre que me brindó Deidara después de aquel beso, una sonrisa. La extraña sensación que el me transmitía volvió y más violenta que antes.

¿Que cojones está haciendo Deidara en mí?

Sean felices. C:

Arte Explosivo |Deidara|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora