Capítulo 6:

15.5K 998 188
                                    

Corro tan rápido que apenas puedo respirar, son cientos los ángeles que corren junto a mí entre gritos y jadeos que no soy capaz de comprender

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Corro tan rápido que apenas puedo respirar, son cientos los ángeles que corren junto a mí entre gritos y jadeos que no soy capaz de comprender. Los Nitarks se alejan del templo velozmente y sé que tengo que seguirlos. Tengo que escapar antes de que vuelvan a atraparme. Mis oídos pitan, no puedo pensar.

¿En dónde estás, Loán? ¿Por qué te fuiste, Loán?

Un hilillo de sangre discurre por mi rostro hasta llegar a mi barbilla, proveniente de un corte en la cabeza que me hice intentando escapar de esas manos que me mantenían presa. Ni siquiera sé cómo llegué a estar aquí afuera, lo único de lo que soy consciente es que cada paso me duele más y más. Me obligo a continuar avanzando y a seguir a los demás ángeles, aunque apenas tengo la voluntad necesaria para hacerlo. Quiero regresar, necesito regresar.

Loán murió allí dentro, hace solo minutos. ¡Hace solo minutos! No puedo alejarme, no ahora. Necesito abrazar su cuerpo antes de que el calor lo abandone y, sobre todo, necesito poder expresarle mis sentimientos, decirle que lo llevaré en mí toda la vida, no importa qué suceda. No sé cómo consigo seguir alejándome, seguir caminando, pero lo hago. Cada paso duele más, pero no estoy segura de si el dolor es físico o emocional. Hay un agujero en mi pecho que se agranda con el pasar de los minutos.

Trastabillo y caigo sobre el suelo, mis rodillas chocando contra unas piedras que me producen cortes más profundos que los anteriores. Suelto un chillido y presiono las palmas contra el césped. Tomo algunas bocanadas de aire hasta que logro tranquilizarme, jamás algo me había resultado tan complicado. Me incorporo lo más rápido que puedo y echo a correr otra vez; la húmeda tierra se adhiere a mis pies y la sangre de mis cortes cae por mis rodillas como lánguidos dedos que acarician mi piel. Sacudo la cabeza. No tengo que dejarme vencer por el miedo, no tengo que dejarme vencer por el...

Algo choca contra mi nuca, el dolor que me arremete es tan fuerte que el grito que escapa de mi garganta resuena en todas partes. Caigo sobre el suelo, una vez más, y ahora sé que estoy perdida. Me llevo las manos al cuello, aunque sé que al tocarme me encontraré con un espeso y cálido líquido. Sangre. Me quedo paralizada durante algunos segundos, imaginando la sangre de Loán derramándose sobre el suelo y su mirada violeta justo antes de que lo mataran. Justo antes de que mi mundo se desmoronara en mil pedazos.

―¡Por allí! ―grita alguien, es un hombre. Tengo que levantarme.

Inhalo y exhalo un par de veces antes de comenzar a pararme. Tardo menos de lo esperado y casi me siento a salvo, no obstante, al voltearme, diviso a cuatro hombres vestidos de negro ―hombres no, bestias― que se me acercan a gran velocidad. Se me eriza el vello de la nuca.

Comienzo a correr en la dirección contraria ignorando el hecho de que mis músculos duelen y que mis heridas escocen, ya habrá tiempo para ellas. La noche es oscura y tengo que prestarle atención al suelo para no volver a caerme, lo que me impide a avanzar como me gustaría.

Lágrimas de ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora