Diana
Diana es la viva imagen de simpatía excepto a primera hora de la mañana. La chica pálida y bajita, rubia de pelo largísimo y ojos verdes. La más extrovertida del grupo.
Me despido de mis amigos y me dirijo a clase de latín muy contenta, aún riéndome de las tonterías de Eric. La verdad es que es un encanto y encajó en el grupo desde el primer momento. Recojo mis libros y mi estuche y antes de entrar a clase me cruzo con el chico moreno amigo de Adele y Hanna de curso superior. Me mira y sé que me recuerda cuando me sonríe.
- Hola - Dice con su voz suave y amable.
- Hola Edward. - Le sonrío y ya estoy en clase de latín. ¿Yo? ¿Tímida? ¿Qué diablos me pasa?
Cuando entro aún no ha llegado nadie más que Roberto, el profesor.
- Hola, Diana, ¿cómo estas? - Pregunta con su extravagante sonrisa.
- Muy bien, gracias. - Contesto segura, aunque doy gracias por dentro cuando las subiditas de clase entran alegres y ocupan cada una su sitio, antes de el grupo de chicos.
Rodrigo las saluda y nos explica antes de comenzar con la clase, que para la semana literaria que se organiza en el instituto, haremos un taller de latín y un teatro. Toda la clase saltamos felices y no precisamente por que nos apasione el teatro, más bien porque perderemos unas cuantas clases. También nos explica los papeles que podemos tomar y todas se entusiasman cuando hablan del papel de princesa guerrera. Sin embargo ninguna esperaba lo que iba a ocurrir... Ni yo misma.
- De hecho, los papeles los daré yo. Rocío y Luisa seréis las granjeras de Navarra que peregrinan al Sur de España, Julio y Alfredo el rey y el consejero respectivamente, Sofía será la ama de casa y por último, Diana, - Deja mirar sus escritos y me mira fijamente. - tú serás la princesa.
Todas exclaman que es injusta la forma de otorgar los papeles y reclaman un cambio ya que todas quieren ser princesas. El rostro de Sofía, la líder del grupo se torna de odio y me dedica una sonrisa contradictoria a sus ojos que me pone los vellos de punta. Si supiera que le daría mi papel sin pensarlo dos veces...
- A ver - Dice Rocío muy segura mirando a los ojos a Roberto, mientras juega con un mechón de su pelo moreno claro - ¿no podría haber un cambio Don Roberto? - acaba con una voz melosa que nadie parece oír excepto yo, que chasqueo la lengua.
Todas las chicas, sean de latín o no, parecen derretirse con Roberto desde que en 3ero de ESO nos dio matemáticas. Entiendo que con sus 27 años, su pelo repeinado, su corta barba, sus ojos dorados y el cuerpo fuerte que se intuye bajo la ropa pueda parecer atractivo. Pero es que, ¿soy la única que entiende que tiene 27 años?
- No. Ya están adjudicados Rocío - dice muy serio, aunque el labio inferior de Rocío se ve mordido suavemente por ella.
Aparto la mirada y dejo pasar los 43 minutos que quedan dibujando en mis apuntes una abeja entre otros animalillos y repasando los cuadritos en colores diferentes.
Cuando todos se levantan bruscamente sé que ha acabado la clase.
- Diana. - Me llama Roberto. - Espera un minuto antes de irte.
Asiento y veo como las tres mosqueteras se despiden seducientes unas más que otra de Roberto antes de poner los ojos en blanco.
Cuando salen, me acerco a su mesa y antes de preguntar, comienza a hablar:
- Diana no te veo demasiado atenta en clase y estamos en mayo. El mes que viene acaba el curso y si sigues en esta línea puedes suspender. - Dice sin ningún tapujo.
Me quedo boqueabierta.
- Rob... Don Roberto, ¿cómo puede ser? Tengo el mejor expediente de la clase, no puedo suspender y...
- Sí que puedes suspender.- Me interrumpe y rodea la mesa hasta quedar ante mí - a estas alturas podrías suspender perfectamente, pero eso sé que no pasará, ¿verdad? - niego con la cabeza segura y continúa, sonriendo - por supuesto que no, sé que eres muy responsable y que para conseguir tus propósitos haces lo que haya que hacer - posa una mano en mi hombro y me estremezco.
- Claro, sí - respondo y finjo que algo se cae al suelo y lo recojo para al levantarme estar algo más lejos de él, aunque vuelve a acercarse a mí.
- Estupendo, tan solo quería avisarte y recordarte que es igual de fácil suspender que aprobar, y que tu expediente está perfecto para tener una mancha. Sé que optarás por el buen camino para conseguir lo que te has propuesto, ¿o me equivoco? - Roberto se acerca y vuelve a poner su mano en mi hombro.
La puerta de la clase se abre y aparece Doña Maite haciendo que Roberto se aparte y le dedique su sonrisa que encanta a todo el mundo a la que la profesora responde con otra sonrisa pero babeada.
- Lo dicho Diana, a trabajar bien por lo que persigues, no falles. - Me mira con indiferencia y centra su atención en la profesora de inglés que comienza a hablarle.
Me apresuro y salgo. Todas las puertas del pasillo ya están cerradas. Genial, llego tarde. Me apresuraría a ir a mi clase pero me permito apoyarme contra la pared a respirar unos segundo y a tragar los últimos acontecimientos...
¿Peeeeero bueno? ¿Qué pasa aquí? ¿Soy la única que ha notado lo raras que han sonado algunas cosas? ¿ Y quién se supone que es Edward? ¿Y a qué venía la mirada de odio de Sofía? ¡Qué raro todo! ¿Qué me decís? ¿Alguna teoría?
¡No olvidéis vuestra estrellita! XOXO, besiiitos y hasta la próxima <3333
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Ella: mi arma de destrucción masiva.
Teen FictionSeis amigos, seis historias que te dejarán sin poder apartar la vista de ellas.