Capítulo diecisiete.

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Adam.

Ya era de noche, Scott había estado conduciendo desde que salimos de la parada, y mi asiento en este minuto estaba al lado de Anabelle, la morena descansaba su cabeza en mi hombro, y sus párpados estaban cerrados, su respiración era tranquila.

Sky roncaba como los demonios, sus piernas estaban arriba de la guantera y por su posición era más accesible para cualquiera ver el escote que tenía, a Scott se le desviaban un poco los ojos, y aquello me molestó demasiado.

—Hemos llegado—dijo Ryan desde el otro lado.

Observé por la ventanilla, estaba seguro que esta no podía ser la dirección, digo, ¿este era el plan de emergencia? Sabía que Nashville no era un lugar como Las Vegas, ni un lugar como en el que nos encontrábamos antes, pero no creí jamás que el padre de Sky nos mandaría hasta aquí.

Si este era su aclamado refugio estaba mucho más que decepcionado. Era una casa de madera, la cual estaba rodeada de árboles a su alrededor producto que se encontraba en el medio del bosque, tenía una cerca color blanco palo, y se veía totalmente descuidada y desolada.

—¿Estás seguro que estás en la dirección correcta?—le pregunté a Scott, este me miró por el espejo retrovisor.

—El GPS me ha traído hasta aquí, estoy cien por ciento seguro que es la dirección correcta, Adam.

Nos bajamos del auto, y observé el perímetro, si alguien nos llegara a descubir sería sumamente difícil huir, la casa estaba justo al medio del bosque, y nos perderíamos fácilmente. No tenía idea de por qué Leo nos había encargado que trajéramos a Sky hasta acá.

Abrí la puerta del copiloto y ahí se encontraba Sky durmiendo, quise reír por un momento al ver el hilo de baba que colgaba de su boca, y cómo sus ojos estaban entreabiertos, la princesa ya no era tan bella. O bueno, ya no se veía tan bella.

—Despierta—le dije, ella se removió como digno oso polar y siguió durmiendo, decidí sacarle el cinturón y tomarla por la cintura. No quedaba de otra.

Anabelle, Ryan y Scott me miraron extrañados al ver a Sky colgando de mis brazos, no di explicaciones, no tenía por qué hacerlo. Y por supuesto ellos no exigieron tampoco ninguna, cada quién sabía bastante bien su rol y quién era el jefe aquí.

Ryan sacó de su bolsillo una llave, la cual tenía grabado en esta unas letras «S.O.S», intuí que Leo se las había dado antes de partir. Sky se apegó a mi cuerpo, rodeando sus piernas en mi cadera y ronroneando cerca de mi oído, suspiré y exigí a Ryan que se apurara en abrir la jodida puerta.

—Maldición, tienes algún tipo de retraso o qué diablos, apúrate, joder que esta niña me tiene los brazos amortizados.

Y aquello era mentira, Sky era tan delgada como un pedazo de papel, podría cargarla en mis brazos dos horas en el desierto y no me cansaría. La razón era otra, la chica a pesar de ser un constante dolor en el culo tenía un físico imparable, y su forma de ser me atrapaba un poco, al apegarse tanto a mi podría causar una erección, la cual no sería agradable que mi equipo viera.

—Ya está Adam, ya está.

Ryan impulsó con fuerza  la puerta y esta al fin se abrió, revelando una casa totalmente modernizada por dentro. Mi boca se abrió completamente al ver que parecía salido de una película, esta casa era incluso mejor que la otra, pero desde afuera parecía otra cosa. Leonardo Evans sabía muy bien lo que hacía.

La casa era de un piso, y constaba con cuatro habitaciones, dos baños, una sala de estar y una cocina modernizada. No me sorprendería que la casa tuviera algún tipo de asistente online.

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