Capítulo seis.

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Adam

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Adam.

Me acomodé en el sofá de una mejor manera, pasando a llevar mis heridas y soltando un gemido, recordando cuánto quise reír en el momento en que Sky estaba tan preocupada curándome, parecía querer entenderme, parecía querer ayudarme, Dios, ella era tan jodidamente buena. Sonreí, por mucho tiempo sonreí.

Si ella tan sólo supiera que no siento ni una cuarta parte del dolor que sentí cuando la dejé, si ella tan sólo supiera que había estado pendiente de ella cada minuto, cada hora, cada día de estos largos años en los que ella no había tenido información de mi. Y digo ella, porque lo que era yo... Dios, yo estaba pendiente de ella a cada segundo, jamás había dejado de quererla, de admirarla, de adorarla.

Y aunque ella creía que así era, que yo simplemente la había dejado y no había mirado por sobre mi hombro, yo tenía muy claro quién era ella ahora. Porque la había visto, porque en ningún momento la dejé sola, porque siempre fui el chico que estuvo en la oscuridad de las calles, de su corazón. Porque siempre estuve pendiente a ella, como un jodido perro guardián que realmente no podía dejar ir a su dueño.

Y no tuve los cojones para enfrentarla, porque estaba intentando volverme fuerte, invencible, sin debilidades. 

Pero no podía.

Claro que no podía.

Esos ojos cafés siempre iban a ser mi debilidad, siempre.

Y lo juro, la perseguí hasta que me dolieron las piernas, hasta que acabé roto, viéndola sufrir, viéndola llorar, suplicante por un hijo de puta que sólo quería protegerla, por un imbécil que la había dejado, por un simple tío que no podía vivir sin ella.Pero de algo estaba seguro, la amé, la amo, y probablemente la ame hasta que mis huesos ya se vuelvan polvo.

Suspiré. Los años me habían hecho crecer, quizás hasta madurar, pero no olvidarla, jamás olvidarla. Ella realmente era el amor de mi vida, y se lo dije. Porque sabía que nos volveríamos a encontrar, porque sabía que yo había dejado algo en ella que otro hombre no pudo, y que fui ese amor que ni con cien botellas de ron puedes olvidar, y sabía perfectamente cómo se sentía de rota, de fría, porque yo estaba igual, inclusive peor.

Acaricié el tatuaje de mi pecho, no podía dormir. Tenía a Sky a tan sólo unos metros de distancia, y no podía aguantar las ansias de verla una vez más.

—Mierda—susurré, observando a través del pasillo.

Verla, verla me había desordenado la vida igual que la primera vez. 

¿Alguna vez amaron tanto algo que cuando lo encontraron, sabían que vivir sin ello era imposible?

Recuerdo cuantos meses me odié a mi mismo por haber elegido esto, porque joder, pude haber sido feliz, como mi hermano lo es con Zoe, o Ryan con Scott, e incluso como Anabelle, que ya había dejado todo atrás. Lamentablemente me decidí no hacerlo, y al darme cuenta que el trabajo de toda mi vida había sido jodido por una adolescente de diecisiete años me había dejado muy mal, y aunque por Sky daría todo, mi sed de venganza no se iba con nada. Y así era.

BODYGUARD  Where stories live. Discover now