Día Setenta y cuatro
Traté de soportar la necesidad, pero me ha estado llamando desde hace bastante tiempo. Y golpeé otro espejo hoy, con mi mano buena por supuesto. La vista del líquido carmesí recorrer las nuevas cicatrices de mi piel me fascinó, y simplemente me dejé caer allí, sangrando hasta sentirme aturdido y mareado.
No había más dolor, solo una persistente calma recorriéndome hasta que me encontré a mi mismo caer inconsciente en el suelo.