Capítulo 5.

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Ya había pasado un mes desde que había estado con Rachel y nuestras familias en el lago de nuestra infancia. Ese día, tendría que ir a la universidad para reunirme y conocer a los profesores que tendría cuando comenzara el curso en Septiembre. No solían hacer eso con todos los alumnos, lo harían conmigo en especial debido a que yo pertenecía a otra ciudad. Decían que era una chica con mucho talento y que querían asegurarse de que mi estancia allí fuera lo más cómoda posible. Estaba muy nerviosa. Quería darle una buena primera impresión a mis profesoras. Para aliviar tensiones, Rachel me prometió que me acompañaría, pero el día anterior había llamado diciendo que tenía que ir a ver a su abuela al médico, pero que Derek estaría encantado de acompañarme.

Siendo sincera, prefería que mi amiga fuera la que me acompañara, pero si no podía, Derek, también era una buena opción; siempre sabía hacerme sentir cómoda.

"Ya estoy aquí " decía el mensaje que me había enviado Derek.

Salí de casa y él ya estaba esperándome en la puerta apoyado en su Peugeot. Me miró y me sonrió dulcemente, como solía hacer.

-Estás preciosa.

Sonreí.

-Gracias. Tu también estás muy guapo. - Dije montándome en el coche. -Menos mal que has podido venir tú, me hubiera dado algo si tuviera que haber ido sola. - Él rió.

-No me lo hubiera perdido por nada del mundo. - Dijo. Se montó en el coche y arrancó el motor.

Estuvimos todo el camino conversando sobre lo que llevábamos de vacaciones y como lo habíamos pasado. Yo le hablé sobre el bebé que había tenido mi tía y lo bien que me lo pasaba cuidando de él los viernes por la tarde. Él me contó que estaba trabajando algunas tardes en el taller de su tío como mecánico. No cobraba mucho, pero le daba para permitirse algunos caprichos.

-Pues ya estamos aquí. ¿Estás lista?

¿Qué si estaba preparada? Para nada. Estaba aterrorizada. Las piernas me temblaban. Dios mío, tenía que causar una buena impresión, sacar mi lado artístico a relucir. Pensé en mi abuelo. Tenía que hacerlo bien; por él, por mí.

-La verdad es que estoy asustada. - Derek me abrazó.

-Todo saldrá bien. Todos sabemos que tienes mucho talento, ellos no tardarán en darse cuenta. ¿Quieres que entre contigo? - Asentí con la cabeza y el me sonrió con ternura, cogiéndome la mano. -De acuerdo.

Miré el edificio con nerviosismo. ¡Era enorme! Ahí podría perderme sin lugar a dudas.

Derek me miró animándome a que fuera yo la que diera el primer paso para entrar en el inmenso edificio. Respiré hondo y entramos. Nos sonreímos.

-Hola, usted debe ser Heather Jonhson, ¿no es así?

-Sí, soy yo.

-Yo soy la directora; Beatriz. - Me estrechó la mano. Era una mujer muy formal, y parecía bastante estricta. Sin embargo, cambié de idea en cuanto vi su despacho; estaba lleno de colores por todos lados. Tenía muchos cuadros divertidos y carteles de obras de teatro famosas colgadas por las paredes. No había ni un pedazo de pared sin cubrir. -Bueno, ¿qué le ha parecido la universidad por ahora?

-Mm... bueno, no he tenido el placer de ver en profundidad las instalaciones, pero por lo que veo mi estancia aquí va a ser genial. - Sonreí y noté por el rabillo del ojo la mirada llena de orgullo que me regalaba Derek.

-Me alegra que piense así. Sus profesores llegarán de un momento a otro y le enseñarán las instalaciones. Están deseando conocerla. Han estado viendo todas las actuaciones que ha realizado en teatros municipales y les ha encantado su naturalidad.

Me sonrojé como nunca.

-Gracias. Es algo que me apasiona.

Tocaron a la puerta y entró una profesora algo mayor. Era delgada y tenía un porte bastante singular. Tenía el pelo de color cobrizo recogido en un moño alto. Me sonrió dulcemente y me recordó a mi abuela.

-Hola, querida, tu debes de ser Heather. Yo soy Anna, la profesora de danza.

Eso me sorprendió. Me esperaba que fuera la profesora de dibujo o incluso la de música. Me imaginaba a la profesora de danza como una mujer joven y atlética, para nada me esperaba a una mujer de unos cincuenta y seis años.

-Ven conmigo.

Me despedí con un gesto de cabeza de la directora y seguí con Derek a Anna. Entramos en una gran sala en la que todas las paredes estaban recubiertas por espejos. Un gran equipo de música descansaba a la derecha, y a la izquierda todo el suelo estaba cubierto de colchonetas azules.

-Esta es la clase de danza. Aquí será donde daremos clase normalmente.

La mañana pasó así. Uno a uno los profesores fueron llegando y fueron enseñándome donde impartirían sus clases. Muchos profesores me pidieron una demostración, y aunque estaba bastante nerviosa lo hice con naturalidad y soltura. Cuando terminó nuestra visita a la universidad Derek me invitó a comer a un restaurante muy bonito que había en el centro de la ciudad.

-Está todo muy bueno, ¿verdad? Un amigo mío me había recomendado venir aquí.

-Sí, está todo muy rico. Muchas gracias Derek, de verdad. No sé que habría hecho hoy sin ti. - Derek me sonrió y me acarició la mejilla con suavidad.

-Ha sido un placer acompañarte en un día tan importante para ti.

-No seas tonto. Lo he pasado muy bien contigo.

-Yo también...

Llegamos a casa bastante tarde. Derek y yo nos reímos muchísimo aquel día. Lo pasamos genial. Llegué a casa con una sonrisilla tonta y mi madre no tardó en notarlo.

-Veo que con Derek bien. - Dijo riendo. -Me gusta ese chico para ti.

-Mamá, no estamos juntos. Somos amigos.

-Bueno, bueno. Yo no he dicho en ningún momento que esteis juntos. - Río. -Anda, ayúdame a poner la mesa.

Cogí los platos, cubiertos, servilletas y otras cosas necesarias y las coloqué en la mesa como es debido.

-Mamá, sobra un cubierto.

-No. Hoy vuelve Sandra del campamento de verano.

Una sonrisa de oreja a oreja se instaló en mi cara. Mi hermana pequeña por fin volvería de su campamento de verano. La había echado mucho de menos. Sus risillas tontas, sus líos con los chicos y los problemillas con sus amigas. ¿Con tan sólo quince años que más se podía pedir de ella?

Media hora más tarde, papá abrió la puerta de casa muy contento.

-¡Mirad a quien traigo aquí!

Fui corriendo a la entrada y abracé a mi hermana pequeña.

-Te he echado de menos, enana. - Ella puso los ojos en blanco y se rió.

-Yo a ti también. Pero, ¿a qué no sabes lo que me ha dicho mi amiga Jess? Me dijo que....

Y nos soltó un discurso "resumido" de sus vacaciones en el campamento.
La casa volvía a sentirse como mi hogar.

Teenager mumWhere stories live. Discover now