VII. Forgive me.

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VII. Forgive me.

Sus pies se movían solos, y su cuerpo, cautivado por aquella figura que avanzaba frente a él, ardía. De forma dolorosa y placentera, dejando quemaduras en sus entrañas.

Estaba siendo arrastrado por el pelinegro. Y cada segundo que pasaba, lo hacía dudar.

Pero esa era la gracia, ese era el encanto.

El desconocer y el temer. Verse envuelto por la curiosidad que terminaría causándole más daño de lo que alguna vez pensó.

Era por eso que John lo seguía en silencio, guiado por la mano que sostenía la suya con seguridad y le brindaba calor a sus dedos fríos y resbalosos. Era algo reconfortante.

Por unos momentos, John lo dejó pasar y no le importó caminar por las calles de Londres tomado de la mano con aquel hombre. Porque se sentía bien, cómodo, correcto. Pero fue justamente el rostro de una persona, que lo miró con disgusto, lo que hizo soltar abruptamente la mano de Sherlock. Y no supo muy bien que fue lo que le molestó más: el que el Holmes no reaccionara, o la fija mirada que había recibido de aquella mujer mayor, rubia, con ojos que desaprobaban la situación. Era rubia, rubia como Mary.

Frunció el ceño, mientras la velocidad de su caminata comenzaba a descender. Se quedó inmóvil hasta que una voz lo alertó. Y cualquier pensamiento que hubiese tenido hasta el momento, fue opacado por Sherlock y su voz. Lo esperaba junto a un taxi. Entonces, volvió a su vaivén interno, y lo único que bastó para que accediera a subirse a aquel auto, aunque hubiera vacilado por unos instantes, fue la demandante mirada de Sherlock.

Casi pudo escuchar un "Súbete, John" con aquel simple gesto.

Y John se subió al auto seguido por Sherlock.

—Al 221B de Baker Street.

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Todo el trayecto fue hecho en silencio, mientras recorrían las calles hasta llegar a su destino cuando el cielo se encontraba negro por la hora y por el clima. La mayoría de los transeúntes se refugiaban con los paraguas mientras llovía. Las gotas caían tan fuerte como el galopar de sus nervios. Sherlock apenas había hablado en todo el camino y John no se atrevió a preguntar.

No quería hacerlo.

Se confundiría más de lo que ya estaba.

Un toque en uno de sus hombros le avisó de que el taxi se había detenido frente a unos departamentos. Se removió en su asiento antes de salir al húmedo Londres, siendo empapado por la reciente lluvia. Y mientras veía a Sherlock subir unos cuántos escalones, examinó los números de aquella puerta.

221B.

Algunas gotas corroían la madera oscura de aquella puerta, mientras también goteaban del enmarañado cabello rizado. Sherlock se volteó. Su mirada ahora grisácea era extraña, tanto, que no supo como interpretarla. Tenía toda la atención de Sherlock sobre él y la mueca fantasmal que había adornado el rostro afilado del moreno le pareció escalofriante.

Comenzó a sentirse atrapado.

Quizás era una trampa. No. No sabía.

Fue un sonido. Una puerta abriéndose de golpe. El crujir de la madera bajo el peso de unos pies, y él siendo azotado dentro de la estancia lo que lo hizo tambalear un poco, exaltado. Apoyó su mano izquierda en la pared.

Atrás de Sherlock se cerraba el murmullo de la ciudad, la lluvia, la realidad y la libertad. Evitó soltar un jadeo y volteó a ver las escaleras que se encontraban frente a ellos. —Tienes preguntas, John. Vamos, después de ti. — la mano enguantada de Sherlock se movió como un gesto educado, formal, con soltura. John lo miró, y se vio obligado a subir las escaleras, una a una, mientras rechinaban ante su peso. Sentía la mirada del Holmes sobre su espalda. Bajo presión, decidió distraerse en la decoración del lugar, hasta que Sherlock lo alcanzó y lo guió abriendo otra puerta que al parecer, era su casa. Lo supo en el minuto en que el moreno se despojaba de sus prendas empapadas y revolvía ligeramente sus rizos moviéndose de forma natural por el lugar en penumbra.

❝Photography❞ ↬ JohnlockWhere stories live. Discover now