capítulo 8

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El coche de Raúl está aparcado en diagonal sobre la acera y la franja
para estacionar, y no puedo dejar de pensar en qué estado de furia estaría
pero ara dejarlo así. Tal vez en el mismo en el que se encuentra ahora.

Abre la puerta, hace una pausa y me mira. No hace más que observarme fijamente.

—¿Qué? —le pregunto a medida que me acerco a él y al coche.

—¿Y bien? —da pie para que diga algo. Enarcando las cejas, señala el
coche con la cabeza. Recorro con los ojos la estructura blanca buscando
algo significativo, pero no veo nada de interés—. ¿Tienes idea de qué tipo de coche es este?

Me mira como si yo fuera estúpida, como si no supiera lo que es un airbag o algo, y para demostrarle lo contrario camino hacia la parte trasera del vehículo y estudio su logotipo. Cuatro círculos metálicos entrelazados.

—¿Un Audi? —supongo.

—Un Audi R8 —añade con una sonrisa odiosa, su expresión es petulante.

—Vale —digo—. ¿Quieres que te aplauda o algo?

Él se ríe mientras apoya una mano encima de su puerta.

—Las chicas no tenéis ni idea. Seguro que te desmayarías si supieras cuánto cuesta esta cosa.

—Supéralo —farfullo, moviendo la cabeza y alcanzando la puerta.

Me deslizo dentro de forma descuidada y descubro que solo tiene dos asientos, y todo es de cuero y de metal, tal vez tenga razón acerca de lo
caro que es, así que mantengo la boca cerrada.

—Llama a Tiffani —me dice, cuando sube al coche y cierra la puerta.

Con un movimiento rápido de la muñeca, me tira su móvil en el regazo y enciende el motor.

—¿Quieres decir a tu novia a la que te gusta estar pegado como una lapa o ignorar por completo?

Se sonríe con ironía y mi estómago se revuelve de asco. Jamás, en toda mi vida, había conocido a alguien con tantos defectos y que pensara que todo es un chiste.

—Eres imbécil —farfullo, cogiendo su móvil y dándole la espalda.

Miro por la ventanilla mientras él acelera demasiado el motor y nos lleva volando por la avenida.

—Llámala —repite—. No tengo ni idea de adónde vamos.

Dejo escapar un suspiro y me incorporo, girando el teléfono en mi mano. Miro la pantalla por un momento.

—¿Contraseña?

—4355.

Con rapidez introduzco los números y desbloqueo su móvil. Miro la lista de sus contactos.

—¿Es ese tu número favorito o significa alguna palabra o...?

—Significa infierno —responde bruscamente. Pero a pesar de su tono monótono, mantiene los ojos en la carretera y aprieta el volante—. Llámala.

Obedeciendo su petición, que es más bien una orden, me desplazo por la lista de contactos hasta encontrar el número de Tiffani. Me percato de la
increíble cantidad de números que ha guardado, la mayoría de chicas. Y entonces llamo a su novia.

—Cariño, ¿qué hay? —dice Tiffani cuando contesta, y yo arrugo la nariz al oír esa palabra.

—Soy yo, TN —le aclaro—. Raúl está conduciendo. ¿Adónde vamos esta noche? ¿Lo habéis decidido ya?

Contesta enseguida:

—Al letrero de Hollywood. Todos estuvimos de acuerdo en que

tenemos que enseñártelo. Es increíble. —Me muerdo el labio inferior, los nervios me recorren el cuerpo.

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