3

124 9 0
                                    

Él me mira y se queda así un buen rato, poniéndome más nerviosa de lo que ya estoy. Parece que no vaya a apartar la vista de mi. Suspira, por décima vez en lo que llevo de tiempo aquí, y se frota las manos con nerviosismo.

—Ya... ya le has oído—me dice, a pesar de que le cueste hablar. Se aclara la garganta y frunce el ceño.—No puedes escaparte. No vas a escaparte.

Me llevo las manos a la cara en cuanto escucho sus últimas palabras y, sin darme cuenta, ya estoy llorando desconsoladamente. No he estado tan aterrorizada en los dieciocho años que llevo de vida. Nunca saldré de aquí. Nunca. Tengo miedo de lo que vayan a hacerme.

—Deja de llorar, maldita sea.

Levanto la vista y veo que está sentado en el suelo, apoyando la espalda en la pared y estirándose el pelo con las manos. Ni siquiera me está mirando, pero sé que me lo ha dicho a mi, No le hago caso. No puedo parar de llorar, es imposible.

—¡Deja de llorar!—me grita, y yo rápidamente me llevo una mano a la boca para que no pueda escuchar mis sollozos.

¿Como puede pedirme que deje de llorar? Acabo de ser secuestrada, me tienen encerrada en una oscura y solitaria habitación, atada a una cama, y ni siquiera sé dónde estoy ni que piensan hacerme. Sin embargo, su actitud me aterroriza bastante, así que hago un esfuerzo por dejar de llorar, y no sé como, lo consigo.

El sonido de una cerradura nos sobresalta a los dos. Es él, estoy segura. Ya viene. Me muerdo las uñas en un gesto de nerviosismo, y cierro los ojos esperando a que la puerta se abra. El chico se levanta rápidamente del suelo y se queda enfrente de la puerta a la espera de que aparezca el hombre de la barba. Silencio. Ahora solo se oye silencio. Pero en menos de un segundo se rompe cuando la puerta se abre lentamente. Como era de esperar, el hombre aparece con la misma cara de antes. Los nervios no tardan en aparecerme.

—Es la hora de cenar—dice sin más—Jason, tráela tú. Os espero abajo.

Su voz me sigue provocando escalofríos por todo el cuerpo. Tengo miedo de salir de esta habitación. No tengo ninguna intención de ir a donde sea que vaya a llevarme Jason. Quiero quedarme aquí, sola. No quiero ir con ellos.

—La... la—me tiembla la voz, pero me aclaro la garganta y prosigo—La verdad es que no tengo...

Iba a decir que no tengo hambre y que preferiría quedarme en la habitación, pero Jason, que ahora sé cómo se llama, se adelanta interrumpiéndome.

—Ahora bajamos, Ryan.

Le fulmino con la mirada a pesar de que no está mirándome. El hombre de la barba sale de la habitación pegando un portazo. Parece ser que no me queda otra opción que ir a cenar. Por lo menos, se que me alimentarán y que no moriré de hambre. No obstante, todavía no sé que estoy haciendo aquí ni por qué. Espero que todo sea una broma muy pesada.

Desde que estoy aquí, que no ha sido ni un día entero, he estado tan pendiente de otras cosas que no me he dado cuenta de que mi muñeca tiene muy mal aspecto. La cadena me aprieta muchísimo y el dolor es horrible. Antes de preguntarle a Jason si me la puede quitar, él sale por la puerta que tengo a la izquierda.

—¿A donde vas? Te ha dicho que...

Me callo en cuanto veo lo que hay al otro lado. Es exactamente la misma habitación que en la que me encuentro. Un momento, si esa es su habitación ¿Jason también ha sido secuestrado? Antes de que pueda hacer mis propias conclusiones, aparece de nuevo, pero esta vez con una llave en la mano. Cierra la puerta y se acerca a mi sin mirarme a la cara. Me agarra de la mano en la que llevo la cadena y me doy cuenta de que va a soltarme. No puedo evitar lanzar un suspiro de alivio y, en ese momento, él levanta la vista para mirarme. No me había dado cuenta de los verdes que son sus ojos.

—No intentes escaparte, ¿está bien?

Eso es exactamente lo que me dijo Ryan, el hombre de la barba, cuando le vi por primera vez. Pero no pienso hacerles caso. La puerta que tengo a la izquierda no tiene cerradura, por lo tanto, está abierta. Y yo tengo una idea. En cuanto Jason me quita la cadena, le escupo en la cara y él no puede evitar echarse hacia atrás. Aprovecho ese momento y corro hacia la puerta. Como pensaba, está abierta. Tengo una oportunidad de salir de aquí, no puedo desaprovecharla. Cierro la puerta detrás de mi y miro a mi alrededor. Una cama, pocos muebles, y una puerta. ¡Una puerta! Corro hacia ella aliviada, pero está cerrada. Muevo el pomo con fuerza con un intento de que, mágicamente, se abra. Pero es imposible. Estoy atrapada. 

Ven conmigoWhere stories live. Discover now