Capitulo 2. Se que necesitas

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Hace 1 mes

Sara Pierce

Alisto mi vestido color negro de seda pegado a mi silueta, largo hasta mis rodillas temblorosas. El vestido dejaba en evidencia mis notables caderas y mi estrecha cintura. Es increíble cómo uno aún puede sentir miedo ante tantas situaciones vividas antes.

Los tacones negros no ayudan mucho, haciéndome parecer más delgada e incluso debilitándome más. Para más confianza usé un lápiz labial rojo, sé que a ella le gustaba y era una necesidad, un error imperdonable mostraba la falta de él.

—Tu madre te espera—entró Olga, mi nana, la persona que tampoco me veía, retirando todo su amor. Mi nanita...

Unas gotas de agua empiezan a caer sobre mi ventana, escuchándose pequeños golpes, sacándome de mis pensamientos. ¿Por qué tenemos que vivir una vida que no hemos escogido nosotros?

—¡Alice!—oí la voz de mi madre llamándome con enojo desde el pasillo—. ¡Alice! ¿Estás sorda?—abrió la puerta de mi habitación, entrando con pasos fuertes, haciendo eco en el cuarto con sus tacones.

—No hay nadie aquí, ¿así que puedes esforzarte a llamarme por mi nombre? ¡Sara, mamá, Sara!—repliqué, mirándome aún en el espejo.

—¡Cállate, por favor!—rodeó los ojos con fastidio, cerrando la puerta detrás de ella—. Te di más de lo que habías podido recibir en tu vida, te ofrecí un futuro sin preocupaciones. ¿Y así es como me das las gracias?

—Te sobra hipocresía y te falta personalidad. ¿Cuándo entenderás que esta no es la vida que yo quise?—pregunté girándome hacia ella. Genéticamente sabía dos cosas, primero que era mi madre y segundo que era una mierda.

—¿Quieres que le dé un infarto a tu padre? ¿Podrías vivir cargada con esa pena hasta el fin de tu vida?—preguntó mi mamá en tono acusador y frío.

Lo mejor de mi vida fue mi papá. Desde cuando era pequeña, siempre fui su favorita. Él era la única persona que me trataba como su prioridad, su orgullo más grande, su favorita, su princesa.

—Ahora sonríe y acompáñame. Somos la familia perfecta que a pesar de todo seguimos juntos y felices. ¡Métetelo en la cabeza y actúa perfectamente!

—La imagen, ante todo—repliqué con ironía ante el comentario de mi madre.

El brazo de mi madre sostenía el mío, parecía una escena tierna de amor maternal, si había ahí un crítico del arte, mi madre ganaría sin duda el Oscar. Todo era automático, ella sonreía, yo sonreía, ella caminaba, yo caminaba acorde con ella. Ni siquiera los tacones tenían el derecho de sonar distinto, todo tenía que ser de lo más normal. Me pregunto si esa gente verdaderamente se tragaba este cuento.

—¡Bienvenidos, señoras y señores!—habló mi madre bajando la última escalera, con la cabeza en alto, sonriendo y manteniendo la espalda recta. Acarició el brazo de mi padre, que le entregó una copa de champán y después una a mí. Me dediqué a sonreír e incliné la cabeza en señal de saludo a todos los invitados. Que por cierto había más que nunca.

—¡Roxane!—exclamó Leticia, una amiga chismosa que tenía mi madre—. Siempre tan elegante y coqueta. Diría que con cada día eres cada vez más hermosa y joven—siguió hablando la mujer cuando se nos acercó—. Alice, también te ves hermosa, cada día con más clase y elegancia.

—Muchas gracias, señora Leticia, me gustaría decirle lo mismo—sonreí mientras que mi madre giró su cabeza igual a un exorcista, mirándome de mala gana. — Pero obviamente esto sería poco en comparación con su belleza—añadí jugando al papel que me enseñaron en estos meses.

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