Prólogo

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¡HOLA MIS DIAMANTES!
¡BIENVENIDOS A ESTA HISTORIA!

Les doy mi más sincero agradecimiento porque decidieron darle una oportunidad a este libro. Espero que sea de su agrado y que los personajes puedan hacerlos sentir la historia.
Sin más...
Los dejo con
🧡





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Miami, 00:00 a.m. Story NightClub.

Sara

Luces, luces y más luces. El humo de los cigarros cargaba el aire de rebeldía y la canción sonaba fuerte en mis oídos, haciéndome ondear mi cuerpo sensualmente con cada nota alta que escuchaba.

«Después de tanto roce a la rezobra lo único que queda es continuar, después de tantas poses llegar al clímax es el momento que hace gritar.»

—¡Otro, otro, otro!—gritaron las chicas que me acompañaban en mi despedida de soltera. Otro caballito de tequila quemó mi garganta.

—¡Un brindis más por la chica más sexy!—gritó Valeria, entregándome otro caballito de tequila. Uno, dos, tres, diez o más, quién sabe, lo único real era mi estado nublado por el alcohol.

Ya no me importaba nada, no pensaba en el matrimonio que mi madre arregló sin consultarme, ya no. Tampoco me importaba la falta de amor de ella o de mi padre y menos que llevaba una vida que no era mía. Mi único deseo por esa noche era perderme en alcohol y acabar en la cama de un hombre con el cual valiera la pena perder la virginidad.

«Andar en pantis me queda bien, con mi camisa pero sin sostén. Besar tu boca se siente bien, pero cuando bajas mmm...»

—¡Alice!—gritó Daria, tomándome de la mano y girándome. Comenzamos a bailar juntas de una manera sin descaro, sintiendo las miradas de los hombres ahí presentes sobre nuestros cuerpos.

El barman se nos acercó dejando sobre la pequeña mesa unos caballitos de tequila, diciéndonos que tal hombre los regaló por nuestro excitante baile.

Sin fijarnos de quién se trataba, por lo menos para sonreírle en señal de agradecimiento, todas las chicas nos juntamos alrededor de la mesa, tomando uno en nuestras manos y levantándolo, brindamos.

—¡Un brindis para mi mejor amiga!—gritó eufórica Valeria.

—¡Un brindis para la mujer más hermosa!—dijo Daria poco después.

—¡Un brindis por lo que ayer dolió y hoy me vale, madres!—exclamé, acercando el vaso a mis labios y sintiendo cómo se deslizaba por mi garganta.

«Cuando estás arriba, esto sí estimula, haces que se salga lo más débil de Maluma, siempre con preocupación...»

Seguí bailando por más de media hora, hidratándome con tequila a cada cinco minutos, y sentí que perdía la compostura por completo.

Había una señal que nunca me fallaba: morderme la lengua, y si no sentía dolor era porque estaba demasiado ebria, pero esta vez no tenía la fuerza para morderla.

Poco a poco me alejé de las chicas, caminando hacia el baño. El camino me pareció más largo de lo normal y todo era doble, así que realmente no sabía si iba a chocar con una pared, pero gracias a Dios, solamente choqué con la mitad de las personas ahí presentes.

Una vez que entré al baño, dejé caer el agua fría sobre mis manos, mirándome en el espejo. Mis ojos marrones oscuros estaban irritados por el humo y todo mi rostro mostraba cansancio.

Siénteme ©®Where stories live. Discover now