Misión

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La llamada había llegado por la tarde, a Sam le había encantado pensar que Nat no había estado durmiendo, siempre vigilando aquel lugar a la espera de un hombre, era extraño pero le daban ganas de reír de pensar en la alegre rusa con unas pronunciadas ojeras y bostezando cada minuto, era algo que quería ver.

Solo faltaba que la parejita llegará, ellos estaban fuera de la base cuando Natasha había llamado y habían tenido que avisarles, ya llevaban 20 minutos de retraso, cosa inusual en Becca pero más en Steve, -algo bueno deben de estar haciendo- pensó Sam y cuando vi a Steve llegar no pudo más que sonreír, este lo pasó de largo, ya llevaba su traje azul, rojo y blanco puesto y además una cara de absoluta seriedad extraña pero nada rara.

Detrás entró Rebecca y esta vez Sam descubrió que ella no solo llevaba su traje cortesía de Stark, sino que ella iba más seria que Rogers y por un momento le pareció que había estado llorando, aunque ella no era de ese tipo así que desechó el pensamiento de inmediato.

Quizá las cosas no había estado buenas sino malas, se dijo Sam mientras levantaba el vuelo.

-Hombre pájaro –lo llamo Becca desde los controles del quinjet-, te necesito.

Sam acudió a su llamado sin prisa, Steve ocupaba el lugar de copiloto junto a ella, él y Rhody estaban atrás, sin hacer más que prepararse para lo que venía.

-Dígame jefa –se burló, pero la broma se había quedado congelada en el aire.

-Quiero que seas mi copiloto –Steve giró la cabeza tan aprisa que por un momento Sam no pudo más que preguntarse si se había lastimado-. Tú eres mejor en el aire que cualquiera.

-No puedo creer que seas tan infantil –la regaño Steve, Sam no sabía si salir de ahí y dejar que discutieran a gusto o quedarse a ver qué pasaba. Opto por lo segundo enseguida- ¿Vas a afectar a la misión por esto?

-Es precisamente porque no quiero afectar esto que quiero verte lo menos posible –respondió ella, su tono era tan frío que dolía cada palabra que decía-. Tú no seas infantil, no es el momento para ponerse sentimental.

Rogers dudo por un momento y Sam distinguió a través de sus ojos a todo su ser debatiéndose entre rebelarse u obedecer, como siempre, su complejo de soldado pudo más, se levantó y le cedió el lugar a Sam, este lo aceptó con cierto temor.

Ninguno dijo nada durante un rato, nada además de lo necesario y ella estaba tan seria que por un momento Sam temió que comenzará a echar chispas y el avión se viniera abajo pero parecía que el tema de sus poderes los tenía más que controlados.

-No, Sam. No voy a hacer eso –dijo luego de lo que parecieron horas, el cielo se había oscurecido sobre el mar.

-Yo no dije nada –replicó Sam sabiéndose descubierto-. No deberías estar en mi cabeza, es maleducado.

-No lo estaba –ella sonrió pero la alegría no le llegó a los ojos-, estabas viéndome como si fuera una bomba de tiempo, así que solo quedaba suponer que pensabas que iba a hacernos explotar.

-Yo no pensé en explotar –aceptó él con una sonrisa.

-Está bien que los sentimientos son mis catalizadores –ella había bajado la voz para que solo él escuchara-, pero estoy bien... por ahora.

-¿Puedo preguntar? –ella asintió levemente- ¿Se pelearon? –Ella asintió de nuevo- ¿Por qué?

-Era el destino –esquivo la pregunta-, nada puede ser perfecto eternamente.

Parecía auténticamente dolida, se llevaba la mano constantemente al pequeño avión que colgaba de su cuello y apretaba los labios con tanta fuerza que ya había dejado un par de líneas marcadas alrededor de su boca.

Rompiendo el mito: Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora