Capítulo 3

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8 años antes:
Narra Juan:
Me quedo sorprendido al ver la reacción de Mía. ¿Por qué ha salido corriendo? Esperaba que se quedase y me mostrase sus sentimientos, cosa que veo que no ha hecho. Le hago un gesto al chaval que hay detrás de un arbusto, el mismo chaval que me convenció para irme a Valencia.
- Se acabó, ya no hay marcha atrás- me dice la voz masculina.
No quería hacerlo, pues claro que no quería. Era buena opción, mi madre se iba a trabajar allí. Era irme con ella o quedarme aquí en este pueblo, claro está que me podría haberme quedado con Mía.
- Me convenciste bastante bien- le digo con un tono apesadumbrado.
- Al menos se ha creído que tienes novia.
Y encima lo peor de todo, le he tenido que mentir en su cara, decirle que tengo novia cuando no tengo. Sé que ella siente algo por mí, le he destrozado el corazón. Yo la quiero, incluso se puede decir que me enamoré de ella desde el primer momento en el que la vi.
- Ya puedes ser feliz, Will- le digo con una triste sonrisa.

Desde ese día no supe más de Will. Me fui a Valencia con mi madre, emprendí nuevas aventuras. Encontré a alguien que me hacía feliz, aunque nunca se comparará por el amor que le tenía a Mía.
Ocho años más tarde investigué sobre la vida de Mía. Volví al pueblo, pregunté y pregunté, hasta que me dijeron que se fue a Madrid. Tenía esperanzas de volverla a ver, de decirle lo arrepentido que estaba de haber tomado esa decisión, de haberme dejado de convencer. Seguía queriéndola, seguía mirando cada noche más fotos que nos hicimos, pensando en todas nuestras conversaciones. Seguía recordando su dulce aroma a caramelo, sus labios carnosos que nunca pude besar.
Me planteé varias veces la locura que iba a hacer, iba a ir a Madrid a por una chica que probablemente me guardaría rencor, aún así me atreví.
Llegué antes de lo esperado a la capital. No sabía qué hacer, donde buscarla. Solo sabia que estudiaba Filología en una universidad cercana al centro, solo eso. Anduve varias horas por el centro, esperando a verla, aunque era imposible. Cansado de esperar fui a una cafetería cercana, donde había bastante gente.
El local era muy hogareño, se respiraba tranquilidad. Me senté en una de las mesas cercanas a la puerta y pedí un refresco con hielo.
Miro al frente al escuchar el ruido de la puerta. Me quedo congelado cuando veo la cara de la persona que amé durante tanto tiempo. Su misma sonrisa, su mismos ojos, su mismo aroma. Me mira como si hubiese visto un fantasma. Mi mayor temor, va acompañada de Will, el estúpido de Will. ¿Será su novio? ¿Consiguió ser la pareja por la que me enamoré durante tanto tiempo?
Tengo que hablar, necesito hablar con ella. Me tiemblan las manos, es ella. El pulso se me acelera de golpe, me cuesta hasta respirar. Necesito actuar con normalidad, que todo vuelva a lo de antes. Se muerde el labio, esos preciosos labios con los que tantas ansias quise besar.
- Mía, ¿me echabas de menos?
Puede que no haya elegido la frase más oportuna para decir, tenía que romper el hielo. Me mira, ¿está enfadada?, ¿me seguirá guardando rencor?
- Sigues siendo igual de persuasivo, Juan.
Esperaba otra frase, otros gestos, algo más. Me había hecho ilusiones, quería estrecharla entre los brazos y decirle lo mucho que la ansiaba. La quería, la seguía queriendo. ¿Me seguiría queriendo ella a mí? Tengo que ganarme de nuevo su confianza, volver a empezar con ella.
Narra Mía:
Parece un sueño, el chico que quería frente a mis ojos. Estoy por darle una bofetada por el daño acumulado o salir al cuarto de baño a relajarme. Opto por la segunda opción, no quiero ponerme agresiva nada más llegar Will.
Ando rápido al cuarto de baño de las chicas mientras se deslizan algunas lágrimas sobre mi mejilla. Prometí no volver a llorar por él, lo prometí. Las promesas al fin y al cabo son engaños que estamos expuestos a romper.
Me quedo en el pasillo del cuarto de baño que delimita con el almacén del bar.
- ¿Te encuentras bien?
Miro hacia la puerta del almacén y veo al camarero que me atendió el pasado día.
- Los batidos de este bar me hacen llorar- digo con una sonrisa triste.
- Pues entonces tendremos que cambiar la receta para no tener a clientes tristes- dice siguiéndome la broma.
Esbozo otra sonrisa débil mientras me limpió las lágrimas con el dorso de la mano. El camarero se acerca a mi y me da un pañuelo de tela.
- Te lo voy a llenar de rímel- le advierto.
- No te preocupes por ello- me dice- ¿puedo saber al menos el nombre de la cliente a la que le he dado mi querido pañuelo? No se lo dejo a cualquiera.
- Me llamo Mía- digo agachando la cabeza.
- Encantado Mía, soy Erick. La próxima vez que vengas te invito a un batido, quiero sacarte alguna sonrisa.

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⏰ Last updated: Jul 31, 2017 ⏰

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