Quiero el divorcio

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Yo podría aceptar y hasta perdonar
el que besaras a alguien más,
el que tocaras a alguien más,
porque es algo físico,
tus labios no se desgastarán por más que beses,
y tu cuerpo no desaparecerá;
pero mi amor,
si usted llegara a sentir amor por alguien más,
yo... yo honestamente me derrumbo.

Nadia Baños Castillo

Camila

Creo que tenía alrededor de ocho años cuando descubrí que algo estaba mal conmigo, caminaba de la mano con mi madre por la calle cuando de pronto algo la hizo detenerse y temblar. Sus ojos estaban incrédulos, su garganta se ondulaba al tragar. Lloró mucho, ahí en mitad de la banqueta y sin soltarme la mano. El recuerdo es borroso, pero tengo muy presente la fuerza de su llanto, lo duro que apretaba mi mano y lo cotidiana que se volvió la escena. Mi madre lloraba a diario, y no me gustaba cómo eso me hacía sentir; sin embargo me quedaba paralizada, el cuerpo se me ponía rígido, las manos me sudaban y el corazón doblaba su esfuerzo. Me atrevo a compararlo con el pánico escénico. Eva lo llama discapacidad emocional, pero ella nunca ha entendido que sí tengo emociones, sólo que algunas me cuesta gestionarlas. Mi empatía está bien, es mi boca la que se niega a dar consuelo; mis brazos por otro lado pueden ser un poco más rápidos, pero sólo un poco.

Y si dar sosiego se me complica de frente, al teléfono mi incapacidad para decir algo reconfortante se vuelve inquietante. Ahora mismo me siento incómoda y fuera de lugar. María no para de hacer preguntas, de preocuparse por su hija. Es más sencillo cuando puedo ver a las personas, cuando puedo leer en su expresión corporal lo mucho que necesitan un abrazo o algo tan sencillo como un oído que escuche. No sé si estoy en lo correcto o no, si lo entiendo bien y si hago lo que se espera, pero al menos hago algo, no como ahora que María me habla al otro lado de la línea con la voz entrecortada esperando que llegue de mi parte algo que la tranquilice mientras yo siento la garganta cada vez más cerrada. ¿Qué se supone que le diga? ¿Debería simplemente quedarme callada? Nada que provenga de mí la hará sentir mejor, eso es seguro.

El divorcio de Eva ya está en marcha, y aunque Paul sugirió hacer la solicitud por infidelidad, la rubia se empeñó en que fuera por diferencias irreconciliables, después de todo no hay hijos de los cuales quiera solicitar la custodia. El problema es que tampoco quiere pensión ni su parte de la división de propiedades. No quiere nada, ni siquiera los autos y las casas que él le regaló. No imagino cómo debe de sentirse, pero supongo que entiendo por qué lo está haciendo; terminar una relación ya es difícil, nadie necesita el dolor adicional de ver cómo se despedaza lo que juntos construyeron para cada quién llevarse un pedazo.

El abogado todavía estaba con la rubia cuando María regresó al hospital, Eva no tuvo más remedio que decirle a su madre que Scott y ella se iban a separar. Una confesión que le costó demasiado. Mas la infidelidad de su todavía esposo fue un detalle que decidió guardar en secreto. Estaba muy avergonzada. ¡Ella! El infiel fue su marido y es ella quien sufre la vergüenza. Si tan sólo fuera un esposo lo único que la rubia está perdiendo... Es que me la acaban de dejar caer de la cama, la despertaron del sueño y le abrieron los ojos de un bofetón.

Eva creció con un modelo de matrimonio ideal, sus padres, hasta el momento que la muerte los separó, vivieron un noviazgo eterno. Fue la niña de papá hasta que un conductor ebrio le robó al primer hombre de su vida. Eva hasta antes de Scott no estaba acostumbrada a recibir un no, y qué forma de conocer la palabra. Como dije, no es sólo un esposo lo que está perdiendo, con Scott se va también Amy y la ilusión de tener algo cercano a lo que tuvieron sus padres. Y, por si fuera poco, la esperanza de ser madre también, pues se le ha cruzado la idea de que no podrá volver a embarazarse.

Nunca digas que no te amé [Sin editar]Where stories live. Discover now