61ª Pluma

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Despierta, sobresaltada, ayudada por esa sustancia de olor fuerte que Zelena le ha puesto bajo la nariz.

- ¿Veis, maestro? Os dije que revive hasta a los muertos -ríe Zelena.

- Buenos días, Regina -la saluda Mal, al otro lado del sótano, junto a una encadenada, amordazada y aterrorizada Emma.

El ex Alas Negras no responde, concentrada como está en contener esas náuseas y ese dolor que la invaden por completo.

- ¿Qué tal has dormido? -sigue sonriendo Maléfica- Espero que bien. Como podrás ver, te hemos parado las distintas hemorragias, incluidas algunas internas, para evitar que mueras demasiado pronto. No te quejarás, nos preocupamos por tí.

"Que viva el sarcasmo", piensa Regina, con la mirada clavada en Emma.

Está aterrorizada, se le nota en la mirada.

Dios, ¿cómo van a salir de allí?

- Verás, me he dicho a mí mismo -continúa el General con su monólogo- que, si no aprecias tu vida como para suplicar por ella ni llegar al punto de que me firmes un maldito contrato, sí que apreciarás la vida y las alas de la querubín a la que te estás tirando.

Así que era eso.

Quiere que firme un contrato.

Y Regina comienza a carcajearse, haciendo a que la sonrisa de Mal caiga contra el suelo.

- De qué te estás riendo -susurra, súbitamente cabreada.

- ¿No lo sabes? -le pregunta Regina- Vaya, parece que siguen sin contarte nada, Mal. Ya he vendido mi alma.

La falta de luz en el sótano oculta la palidez momentánea de Mal ante esas palabras, antes de pasar a enrojecer de ira.

Vaya, parece que no le ha gustado nada.

- Creo que ya no te sirvo -sonríe Regina.

Ve como Maléfica desaparece del lado de Emma en apenas un segundo y, tras ese mismo segundo, nota como el General apoya su mano en la frente del ex Alas Negras.

La oscuridad vela sus sentidos repentinamente, pudiendo solamente escuchar un grito lejano. Hasta que se da cuenta que es ella misma.

Y, cuando recupera sus sentidos, el dolor le ha entumecido el cuerpo, tirándola al suelo como un muñeco sin vida, desde donde ve a Emma llorando, intentando liberarse de sus cadenas.

Emma.

No debería haber ido.

La ha puesto en peligro.

Si le ocurriese algo, no se lo perdonaría nunca.

- Puedo matarte cuando me plazca -oye como le susurra Maléfica-. Puedo hacer contigo lo que quiera.

Regina no reacciona, sigue con la vista clavada en Emma.

Y el General sigue su mirada hasta el Alas Blancas, sonriendo.

- Se me ocurren tantas cosas.

Zelena ríe, observando a su maestra avanzar hasta su ex compañera, que sigue luchando por su libertad.

Y, tras agarrar la barbilla de Emma, Mal sonríe y susurra:

- Tantas cosas divertidas.

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