¡Hmm! Traducción: ¡Auxilio! ¡No sé nadar!

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Otra vez lo del Diplodocus. Por un instante, casi me atrevo a decir que cometí un error.

Ahí estaba él, un segundo antes corriendo varonilmente por en medio de todo su pueblo, tratando fervientemente de no caer en sus manos y terminar convertido en cena...

Si existía una peor humillación que ser nacido rubio, era ser comido en la cena. Hasta tenían un dicho sobre ello, iba más o menos como «Hmm, hmm... ¡hmm!», aunque debo admitir que se aprecia en mayor medida la esencia de la frase en su idioma original; resulta más dramático. ¿Que qué significa? ¡Muchas preguntas! ¿Por qué no te consigues tu propio neandertal y lo interrogas, si tanto te interesa?

¿En qué estaba? ¡Oh, sí! Corriendo como todo un macho... Y de un momento a otro:

¡SPLASH! Al agua, como un pato. Un muy peludo, joven y algo robusto pato. Lo primero que pensé fue «Oh no, uno más por ahogamiento» y ¡el neandertal compartía el pensamiento conmigo! Una fracción de segundo fue lo que duró mi pena por él. ¿Acaso era posible arruinarle la vida aún más? Tal vez, existía la remota posibilidad de que...
¡Casi cometo la desfachatez de culparme! ¡A mí! ¡Su heroína! Pero entonces algo que nunca había pasado, pasó –y lamento desilusionarte, pero no puedo tomar el crédito por eso–: hubo intervención humana. O debería decir... medio humana, o tal vez mini humana. Era una niñita.

—¡Auxilio! ¡Auxilio! —gritaba la pequeña.

Estando ahí, realmente pensé que lo decía por ella, por miedo al hombre de las cavernas que había aparecido de la nada en lo que, por lo visto, era la piscina de su patio trasero. Después descubrí que solo trataba de ayudar al pobre "hombre". ¡Mi épico rescate había dado resultado!

Mientras yo celebraba mi buena hazaña del siglo y la bondadosa niña corría por ayuda para terminar el trabajo —del que yo había llevado a cabo la mayor parte—, el neandertal dejaba salir sus últimas burbujas de oxígeno.

¡SPLASH! Un nuevo cuerpo salió de la nada y entró naturalmente al agua como si lo hiciera todos los días —eso último resultaba muy literal; era el salvavidas—, salpicando a la mini humana con colitas de colores. Tras él, un grupo de hombres con ropas de trabajo se detuvieron a la orilla de la alberca, listos para recibir lo que —o a quién— el nadador trajera del agua.

Como si intentara nadar contra la corriente, el fuerte muchacho cargó con el cuerpo medio inconsciente del rubio y con el último esfuerzo que fue capaz de realizar, lo levantó lo suficiente para que los adultos con ropas secas lo tomaran de las axilas y jalaran. Una vez que el cuerpo entero del nean salió, la mirada de extrañeza no tardó en aparecer en sus rostros. ¡Cómo no! ¿¡A quién se le ocurría construir una piscina justo donde un viajero del tiempo podía caer en cualquier momento!? ¡No era en lo absoluto seguro! El desconcierto en sus ojos no me sorprendió. Lo que lo hizo fueron sus palabras.

—¿Es... qué es? —apenas soltó uno, intentando buscar su voz.

El exhausto nadador, sentado a un costado de él, lo miró con cautela mientras terminaba de secarse.
Ya era lo suficientemente extraño tener que rescatar a un hombre salido de la nada —que sorpresivamente pesaba demasiado para cualquiera—, pero hacerlo para después descubrir que lleva puesto un calzón demasiado fuera de lo común... Bueno, eso volaría la cabeza de alguien débil.

—Hombre, no tengo idea, pero tiene el estómago lleno de rocas —admitió, ya más recuperado y evitando completamente mencionar el taparrabo.

¡Casi acertaba! En realidad, solo estaba lleno de mamut, plantas, uno que otro bistec de pariente lejano y mucho más mamut. Pero sí, "rocas" era una forma de ponerlo.

Uno de los hombres de trabajo abrió la boca para decir algo. Tal vez para formular la pregunta que todos se estaban haciendo, pero que ninguno tenía el valor o la idea de cómo responder. Por desgracia, nunca lo sabremos, y de cualquier forma no tiene importancia, pues al abrir su boca, el sonido que salió de su interior fue la voz de una niña.

—¿Está bien? ¿Mi tío está bien? —la preocupación en su tono sonaba genuina, pero aquí entre nos: él no era su tío.

Ya habían revisado su respiración y no daba signos de tener agua en algún lugar poco adecuado o saludable —¡tanta angustia para nada!—. A simple vista, solo había colapsado porque sí. La versión completa iba mucho más allá: Un buen viaje en el tiempo nunca es fácil, sobre todo si se trata de un salto del pasado al presente; si fuera un viaje del presente al futuro... bueno, esa sería otra historia. El punto es que ni siquiera un humano del futuro, con sus funciones al cien por ciento, podría soportar un viaje en el tiempo de tal magnitud, sin derrumbarse minutos después.

¿Que qué pasaría si te llega a suceder a ti? Usualmente nada. Digo, envejecerías unos años, probablemente pierdas algo de cabello, vomites un poco o incluso tengas problemas con el funcionamiento de tus órganos; pero tranquilo, no es algo que no vaya a pasarte de todos modos; así que, qué mejor que sea un cambio rápido, ¿no? Lo superarías sin problema.
Siempre he dicho eso, «Un viaje en el tiempo es como quitar una bandita: es rápido y duele, pero difícilmente deja cicatriz». Lo sé, es una buena frase.

Como decía: la niña de colores mentía, pero los hombres "parecían" no percatarse. No estaba segura si eso se debía a que la morena era realmente buena mintiendo, o a que sencillamente tenían miedo de señalar el engaño. En cuanto la vieron, todos se cuadraron, incluso el hombre que doblaba su estatura; señal clara de que fuera quien fuera la mujercita, no les gustaría verse a sí mismos llevándole la contraria.

—¿Por qué lo miran así? —cuestionó la nena, claramente ofendida.

—¿Él es tu tío? —el salvavidas intentaba con todas sus fuerzas no mirar fijamente al nean inconsciente.

—¿Qué acabo de decir? Hombre, necesitas lavar tus oídos.

El silencio llenó el patio. ¡Era la situación más cómica que había presenciado desde hacía años! La chiquilla era arrogante y ¡al parecer tenía razones para serlo! ¿Qué edad tenía, de todos modos? Su irreverencia me causaba tanta gracia y curiosidad, que no pude evitar quedarme a ver qué pasaría después.

Los hombres obedecieron sin chistar cuando ella les ordenó que metieran al tipo al interior de la casa. ¿Por qué no pidieron razones o mostraron desconfianza de dejarlo ahí? No sabría decirte. ¡Pero, respira! El viaje le quitó gran cantidad de pelo —es la manera más eficiente de depilación— y al envejecer, se podría decir que su rostro evolucionó lo suficiente para no matar del susto a cualquier persona que lo viera; así que estaba a salvo de ser descubierto y encerrado en un museo.

Lucía corpulento, aún algo peludo del rostro para un humano promedio del siglo XXI, y bastante alto; pero no cavernícola. De hecho, casi daba la impresión de ser humano y por su propio bien, esperaba que se despertara pronto y aprendiera a actuar como tal, o se metería de nuevo en problemas.

Nathaniel y su viaje por el presente (#PGP2018)Where stories live. Discover now