Rednit, te presento a Nathaniel

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Después de la primera inundación de dudas para las que el rubio muy pocas veces tuvo una respuesta, Adriana se calmó, y su entrevistado peludo decidió no verla como una potencial fuente de alimento, sino como a una hermana —ya saben, no podía comerse a su familia directa y todo eso— ¡Era increíble lo rápido que podían crear un vínculo los neandertales!

Ahora, la nueva amiga comenzaba las preguntas base de su interrogatorio. Con su libreta lista sobre las piernas para tomar notas, le indicó al "adulto" que se sentara en el suelo frente a ella y empezó con la segunda ronda.

—De acuerdo. ¿Cómo te llamas? —habló con la boca cerca de la bocina y esperó a que el celular tradujera al lenguaje nean.

¿Cómo demonios el Smartphone sabía un lenguaje que llevaba miles de años extinto? Mejor no contesto eso, tu cerebro explotaría.

—Hmm —dijo el teléfono, imitando la respuesta del gigante peludo.

—Vaya, tu nombre no tiene traducción... ¿te molesta si te pongo uno? —pidió emocionada, sonando por primera vez como una alegre niña de doce años, en vez de una amargada adolescente prepotente.

Él asintió, dándole vía libre. La boca de Adriana se ladeó hacia la izquierda mientras su cerebro trabajaba en elegir un buen nombre.

—¡Nathaniel! —exclamó segundos después.

—¿Hmm?

—¡Sisi! Con tu complexión y raza diría que eres un... bueno, no sé si sea inteligente decirte lo que eres, darte esa información podría afectar mucho la historia si regresas milagrosamente a tu tiempo. Pero resulta irónico, créeme.

Dos cosas:
1. ¡Por favor, niña! ¿y saber de la existencia de celulares inteligentes no afectará la historia? Pff.

2. ¡Amaba a la cría! Increíblemente lista desde pequeña. Empezaba a creer que la razón de su "encierro domiciliario" se debía a que sus padres se esforzaban en ocultar la grandeza de su cerebro. Pero no podía dar por sentado nada, ya que desconocía la historia de la famosa física Adriana García. Tal vez me vería toda su biografía en otro momento con más calma para verificarlo.

—Nathaniel gusta —habló el celular por él.

—¡Bien! Siguiente pregunta: ¿Qué edad tienes?

El ceño de Nate se frunció, mirándola con más extrañeza que en la última hora. Era como un bebé de noventa kilogramos. Él no iba a responder, ¿cómo podía? En su época, sólo eran conocidas tres etapas de vida: pequeño cazador, cazador emparejado y cazador muerto en batalla.

Sí, difícilmente llegaban a ser "cazadores retirados", así que el término no entraba en las fases.

Él no iba a responder, por lo que ella anotó "veinticinco años", enteramente adivinando.

—De acuerdo —dijo, soltando un bufido—, ¿tienes familia? Por favor no me hagas responderme la pregunta a mí misma.

La extraña mueca-sonrisa de Nate apareció al escuchar la traducción en lenguaje Hmm. ¡Al fin algo que tenía sentido para él!

—Mujeres mamá, cinco. Hombres mamá, siete.

—Bueno, eso no es extraño en lo absoluto —masculló para sí misma.

Nathaniel sonrió con suficiencia, o lo intentó.

Quería preguntar un montón de cosas sobre las culturas y costumbres, habría matado por tener conocimiento de las tres reglas principales de las que tú sabes ahora; pero dudaba que pudiera tener una conversación tan completa con él, por lo que siguió con las trivialidades.

—¿Tienes mujer? —preguntó, al parecer tocando un nervio bastante sensible, pues el gigante agachó la cabeza como un perro regañado y no se movió.

«¿Qué dije?» se preguntó Adriana, intentando descifrar lo que significaba aquella postura hasta que dio en el clavo: el hombre no tenía una esposa y sus deseos de tener una lo consumían.

—¿Nathaniel?

El aludido levantó su rostro de bebé peludo y la miró con tristeza. Sip, definitivamente estaba siendo consumido. Pero, ¿ahora qué se suponía debía hacer para distraerlo? ¿Prender la televisión? No, seguramente tendría otro ataque de pánico al estilo simio. ¿Prestarle una de sus muñecas? Tal vez, pero, ¿y qué si las rompía? ¡No estaba lista para despedirse de ellas! Debía hacer algo para sacarlo de su extraña muestra de pesar sin que esto involucrara nuevas cuestiones que probablemente lo volverían loco y confundirían aún más. Si pudiera resolver su problema...

De haber podido, el desdichado rubio habría explicado su vida algo como «Rubio malo. No mujer. Mujer querer no rubio», pero antes de tener la oportunidad, la niña colorida se levantó de su lugar exclamando con emoción innecesaria: «¡Ya sé! ¡Ya sé! ¡Sabía que tener amigos mayores serviría de algo!». Cuando terminó su pequeña presentación de triunfo, ignorando las miradas de extrañeza por parte de Nate, se volvió a sentar —esta vez junto a él— y le mostró su celular por segunda ocasión.

—Mira, esta cosa no se llama celular inteligente por nada. Vamos a trabajar en equipo, porque no puedes ser un hombre grande, fuerte y barbón sin tener una pareja ¡Eso no está permitido, Nathaniel! —gritó la última parte, haciendo sentir a su alumno un tanto regañado. La cría era bastante intensa, hasta el hombre subdesarrollado podía notarlo.

—Voy a crearte un perfil en esta página en la que mis amigas mayores se han inscrito, y vamos a buscarte una pareja decente, ¿te parece? Claro que sí.

Adriana ni siquiera esperó a que el celular tradujera todo lo que tenía que decir, simplemente tomó el aparato y descargó Rednit. Estaba decidida a mejorar la vida de su amigo viajero en el tiempo y yo no iba a impedírselo.

Nathaniel y su viaje por el presente (#PGP2018)Where stories live. Discover now