Blints, klegs y flems

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Creo que ya no me persiguen. Les he debido distraer al pasar por el roble de las cien ramas. Necesito descansar, así que miro a mi alrededor y veo que estoy cerca del río. Sigo andando unos diez minutos y al llegar me siento en la roca de la cascada, lisa, gris y mojada por las pequeñas gotas que escupe el río al precipitarse.

No entiendo porque los klegs, esos animales con piernas de cabra y cuerpo de hombre que en el sur los llaman faunos, nos persiguen cada vez que nos adentramos en el bosque. Antes, en la Edad Dorada, siempre habían ayudado al rey y a todos los ciudadanos de Malmir, pero de eso ya hace 567 años. Desde que murió el rey Fash se han ido distanciando de los pequeños pueblos del reino y se han instalado en las cuevas del bosque. Los blints han intentado hablar con ellos alguna vez, pero nunca han conseguido que vuelvan al pueblo, o almenos que no nos persigan. Los blints son los seres más antiguos de Malmir. Son los historiadores del reino y son muy pacíficos, aunque no lo parezcan. En las tierras del sur los suelen llamar minotauros.

Ya he descansado bastante, ahora tendré que llegar al pueblo sin que los klegs me vean. Hoy será más difícil que el último día. Hace una semana una pequeña familia de klegs se instaló en una cueva cerca del río. Desde aquí sólo hay dos caminos para llegar al pueblo. Siempre he cogido el del río; el otro pasa por delante de la cueva de los trece klegs, demasiados klegs al acecho. Si te ven pasar por allí eres hombre muerto. Está claro que voy a coger el camino del río, pero creo que cuando esté a unos treinta metros de la cueva entraré en el agua y así no me oleran. Además seguramente los altos matorrales de la riba me cubrirán.

¡Bien! ¡Lo he conseguido! Corro tan rápido como me lo permiten mis cortas piernas e intento ser sigilosa. Estoy a unos quince minutos del pueblo. De repente oigo algo, pero no consigo distinguir que es lo que dice esa voz. Sólo sé que su propietario es un blint. Echo un vistazo a mi alrededor y efectivamente, veo a un blint con una red encima. No lo puedo dejar aquí, además ahora he descubierto que está gritando mi nombre. Por suerte, hoy llevo mi daga. Al acercarme para cortar la red puedo ver que conozco a ese joven blint, es Nelm.

La última vez que me acerqué al bosque me encontraron tres klegs. Me ataron a un árbol mientras preparaban el fuego, el mismo fuego que iba a acabar con mi vida y la de 3 blints, el fuego que iba a preparar un gran festín para los klegs. De pronto sentí un suave cosquilleo en los brazos. Era Nelm, que nos estaba desatando. Nos liberó a los cuatro y entre todos redugimos a los klegs y nos los llevamos al pueblo. El general Rip se los llevó hacia al este, al castillo Slott, donde el rey Orkide gobierna Malmir. Allí fueron juzgados, pero yo no he tenido ninguna nueva notícia.

Ya he liberado a Nelm, creo que me da las gracias, pero no lo puedo oir muy bien. No respondo, estoy demasiado nerviosa vigilando que no haya ningun kleg en los árboles contíguos. Una vez he comprobado que no hay nadie más que nosotros, lo empujo hacia al río y avanzo detrás de él. Ahora llega el momento de máxima tensión. Pasaremos por debajo de los nidos de storks, que al ver pasar a extraños por debajo empiezan a gritar. Como era de esperar, ya están chillando y en menos de 30 segundos los klegs están aquí.

Permanezco inmóvil, asustada de ver que 6 klegs buscan a forasteros. De repente, Nelm me coge el brazo y me sumerge en el agua. Nadamos lentamente para no hacer ruido y cuando nuestros pulmones necesitan oxígeno sacamos la cabeza rápidamente. Nos da tiempo de abrir los ojos y ver que los klegs ya se marchan hacia el sur. Seguimos nuestro camino. Al cabo de siete minutos llegamos al límite del bosque.

Entramos en el pueblo, la gente está muy nerviosa, los jóvenes ciudadanos gritan y lloran mientras son separados de sus famílias. Nelm y yo compartimos una mirada de espanto y sabemos que nuestros hermanos estarán en peligro. Nos separamos para ir a nuestras cabañas. Él vive en el centro, yo en la calle más septentrional del pueblo. Al llegar a casa, veo que está todo tirado por el suelo, mi hermana no está, mis padres tampoco. Salgo espantada a la calle, me dirijo al centro mientras grito el nombre de mi hermana desesperadamente. No consigo ninguna respuesta. Al llegar al centro busco a Nelm, su família está bien y decide ayudarme a buscar a la mía. Veo al General Rip.

- ¿Qué está pasando?

- No lo sé - responde Rip -. Estaba comprobando la cosecha de hoy en los campos Shell y he oído a niños pidiendo ayuda. He venido corriendo, pero cuando he llegado ya estaba todo así. He enviado a Fonkin a Slott para que avise al rey Orkide y nos envíe refuerzos.

- ¿Qué podemos hacer para ayudar? - pegunta Nelm.

- ¿Queréis luchar? - dice Rip con tono de burla.

- Es lo único que podemos hacer, esos flems se han llevado a mi família. - Los flems son un tipo de aves, también los llamamos grifos. Viven en el oeste, en un sitio llamado el Páramo de Flemt.

- Si eso es lo que queréis... - me responde Rip mientras avanza hacia el Palacio Creegly. - Coged un arco cada uno y colocaros al lado de Faylor.

Hacemos lo que nos ha mandado, apuntamos y disparamos tan rápido como podemos. Yo consigo inmovilizar a tres flems. De repente oigo una voz muy familiar que grita mi nombre desesperadamente. Es mi hermana. Cuando me quiero dar cuenta, ya he apuntado, disparado y alcanzado al flem que la sujetaba. Corro hacia ella, sabiendo que el general Rip me va a echar la bronca, y la abrazo tan fuerte que me pide que la suelte. Le pregunto si sabe dónde están nuestros padres. Su respuesta es un no claro y contundente.

Nelm se acerca y me sugiere que vaya a su casa y que deje a Polly con su família. Lo hago y al llegar le digo a la Sra. Eroius que su hijo está bien y que volveremos pronto. Le doy un beso a mi hermana y vuelvo al Palacio Creegly.

Los refuerzos ya llegan. Veo a Lord Kirian abriendo la marcha y señalando puntos estratégicos cerca del palacio. Nelm, Faylor, los otros ciudadanos del pueblo y yo nos apartamos para no molestar al ejército. Los soldados se colocan en sus sitios, eligen un blanco, apuntan con sus flechas y esperan la señal de Lord Kirian. Cuando éste da la orden el cielo se cubre de flechas que vuelan en distintas direcciones, luchando por alcanzar a un flem. La mayoría de ellas lo consiguen. En pocos segundos el cielo se vuelve a cubrir de flechas. Esto se repite cuatro veces más. Cuando ya han terminado, los ciudadanos del pueblo corremos hacia los flems caídos buscando en sus garras a nuestros familiares. Tengo muchas esperanzas al ver que muchos vecinos encuentran a sus seres queridos, pero mis padres no aparecen. Definitivamente no estan aquí, seguramente ya se los habrán llevado al Páramo de Flemt.

Busco a Rip, está en las escaleras del Palacio Creegly hablando con Lord Kirian. Les interrumpo y le pregunto al General si van a hacer alguna expedición hacia el Páramo de Flemt para salvar a los ciudadanos que se han llevado los flems. Su respuesta es muy decepcionante. Dice que no pueden hacerlo, que llegar al páramo es muy peligroso. Es imposible sobrevivir ocho días caminando y luchando contra las furiosas criaturas que viven entre Kronso, nuestro pueblo, y el Páramo de Flemt. Debes cruzar el Río Llameante habitado por las peligrosas aves plamen, escalar la Gran Montaña Barfang, protegida por los colosales gigantes del oeste, caminar por la ardiente arena del Desierto Brann Blomst sin ser visto por los stilles, que son unas estrañas criaturas que no tienen el don del habla y por último, enfrentarte a los gings, que viven en un bosque denso y húmedo. Me dice que no puede poner en peligro la vida de 200 soldados para salvar a 17 ciudadanos de Kronso. Decido ir yo sola, estos últimos años he aprendido que no puedes vivir siempre huyendo de los problemas, acaban atrapándote.

Me despido de Polly entre lágrimas y fuertes abrazos, de Nelm y del Sr. y la Sra. Eroius y por último de Rip, que me da algunos consejos para superar esta larga travesía hacia el oeste. Finalmente emprendo el largo viaje que salvará a 17 kronsonianos o que acabará con mi vida.

Estoy contenta de que el General Rip me haya entregado uno de los mejores arcos del pueblo, el mío no era muy bueno. El carcaj está decorado con detalles de Orkide, una flor que sólo crece en las tierras que rodean Slott y que da nombre al actual rey de Malmir. También llevo mi daga, colgada en el cinturón azul que me regalaron cuando acabé el colegio. En la espalda llevo una gran mochila equipada con agua suficiente como para llegar al río, un poco de comida, una caja de cerillas para calentarme las noches más frías y el amuleto de mi hermana. Es una pulsera con una placa plateada con un mong -un caballo con alas, también llamado pegaso- en el centro. Al dármelo, me ha dicho que haga como los mongs y que vuele con la cabeza bien alta hacia el páramo. Lo ha utilizado para decirme que quería que volviera. Recuerdo sus palabras que resuenan en mi cabeza mientras salgo del pueblo, “Es mi amuleto, lo necesito, así que cruza el río en llamas, la montaña, el desierto y el bosque. Enfrentate a los dichosos flems, salva a papá y mamá, vuelve y devuélveme el amuleto. Confío en ti.” También quería que me llevara uno de sus pins para que la recordara. No he querido quedármelo, conservar una cosa que me ayude a recordarla sería admitir que puedo olvidarla.

Hacia el Páramo de FlemtWhere stories live. Discover now