No quiero recordar

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A esta hora Polly debe estar en clase. Es una suerte que la Sra. Adamson, mi profesora, me haya dejado abandonar las clases por unos días. Sé que ella, algunos compañeros y un pequeño grupo de vecinos creen que no nos volveremos a ver. Pero si no tenemos esperanza no hay nada que hacer. Si hubiera seguido sola, no creo que hubiera superado el Río Llameante, pero ahora, con todos mis compañeros y los que se unirán a nosotros, confío en que lo conseguiremos.

Llegamos al pueblo, esta vez la reunión ya se ha hecho, así ganamos tiempo. Mientras lo cruzamos para continuar nuestro camino, nos presentan a los nuevos aliados, que ya van armados. Tendremos dos compañeros más, una joven blint llamada Stef y Pilk, que es un kedensie. Stef lleva una ballesta y Pilk una lanza.

Torrs está a media hora de aquí, tenemos el tiempo justo para contar de nuevo a quién vamos a buscar. No me gusta la idea de repetir siete veces que voy a rescatar a mis padres y que he tenido que dejar a mi hermana sola. Creo que ninguno de nosotros tiene ganas de hablar de esto. Se nos nota en las voces, rotas y flojas, que cada vez que cuentan las historias las acortan más. Cuando los nuevos acaban sus historias llegamos a Torrs, el cuarto pueblo atacado. De nuevo, el general nos espera en la entrada. Lo acompañan una chica que parece tener la misma edad que yo y un mong, no van armados. Es raro que un mong esté en un pueblo. Viven en manadas en los campos de las renacientes tierras del sur o en el bosque Lerona, del norte. No es que no nos llevemos bien con ellos y que huyeran a los bosques, como los klegs, pero no es muy habitual ver a un mong en una ciudad. Sólo los majestuosos mongs mensajeros van a los pueblos. Hace años que estos animales son los mensajeros reales.

Descansamos en el Palacio Creegly, nos ofrecen unos pasteles pequeñitos con mucho azúcar y muchas vitaminas, almenos eso es lo que han dicho los blints que nos han servido. Estamos sentados en unos sillones de terciopelo rojos. Los nuevos aliados, los que acompañaban al general, están a mi derecha. La chica está sentada justo a mi lado. Me da pena ver a Kats, Gatts y Pilk de pie, como tienen cuatro patas no se pueden sentar. El mong también está de pie.

La chica de mi derecha se llama Lucy y es un año mayor que yo. El mong se llama Klapp.

El general anuncia que hoy dormiremos en el siguiente pueblo. Dice que si no nos entretenemos llegaremos en una hora. Y no creo que nos vayamos a entretener, cuanto antes lleguemos al último pueblo y antes empecemos a caminar hacia Plamendam mejor. Entrega un arco a Lucy, le dice a Klapp que él ya sabe qué debe hacer para luchar y que le irá mejor si lucha sin armas.

Abandonamos el pueblo por la salida norte y empezamos a contar de nuevo nuestras historias. Los primeros son los nuevos aliados. Lucy perdió a su padre y a su hermana. Su madre quería rescatarlos así que emprendió el viaje ella sola. A Lucy se le rompe la voz al contar esto.

- Antes de irse, mi madre me hizo prometerle que pasara lo que pasara yo debía continuar con mi vida. Dijo que ella iba a seguir su camino y que no quería que eso me perjudicara. Me pidió que siguiera estudiando, jugando, cantando y riendo como una niña normal. Estaba claro que debía prometerselo, no podía decirle que yo no podría seguir mi vida con total normalidad. Así que le mentí – Lucy empieza a llorar y Kate le da un abrazo sin parar de caminar.

A lo mejor si estuviéramos en Eisland, el país vecino, sería absurdo que alguien llorase por una promesa que no ha cumplido, pero aquí, en Malmir, le damos mucha importancia a estas cosas. Puede que en ese reino del norte no sepan ni lo que es una promesa.

Klapp, un poco triste y cohibido por la historia de Lucy, nos cuenta la suya.

- Yo vivo con catorce de mis hermanos en el Bosque Lerona. Nos enteramos de que ocho pueblos habían sido atacados y que una chica de Kronso, el pueblo que recibió el último ataque, buscaba a familiares de los ciudadanos secuestrados para ir a rescatarlos. Entonces pensé que en el bosque, comiendo hierba y bayas todo el día, no ayudaba a nadie. Bajé volando a Torrs y me presenté voluntario.

Vuelvo a oir las historias de Pilk, Stef, Kate, Iravis, Gatts, Kats y Jake. Ahora me toca a mi. Pero no puedo hablar. No me salen las palabras. Toso un poco.

- Yo... - consigo decir con voz ronca - No puedo - digo antes de empezar a sollozar.

- Si quieres puedo contarlo yo - No levanto la vista del suelo, pero creo que es Jake -. Ya he oído tu historia unas cuantas veces, me la sé de memoria.

- Gracias - en realidad, lo que quiero evitar no es contarla, es recordarla.

Jake empieza contando mi mañana en el bosque, pero cuando llega a la parte en que vuelvo a casa, mis piernas empiezan a correr y las lágrimas saltan de mis ojos como las gotas del río saltaban al llegar a la cascada. Sin darme cuenta cruzo el río y me siento en una roca a llorar. Mil imágenes me vienen a la cabeza. Algunos momentos los he vivido, otros los he soñado o imaginado. Mi casa vacía con todas las cosas rotas tiradas por el suelo; los gritos de los niños de Kronso; Nelm tranquilizando a mi hermana que llora mientras yo me alejo de ellos; todos los miembros de la família de Nelm y de la mía muertos, alrededor de mi cama de Rostapic; la niña que se parece a mi hermana levantando la mano en la reunión del primer pueblo; Jake calmando a Claire y ofreciéndose voluntario; un segundo ataque en Kronso. A cada intento que hago de dejar la mente en blanco, recuerdo más desgracias y me pongo más nerviosa. Oigo unas voces que se van acercando, son mis compañeros. No vienen a buscarme, sólo siguen el camino, pero una figura se desvía y cruza el río. Tiene que ser Jake, Kate o Lucy. La sombra no tiene forma de blint, mong o kedensie. Es Lucy.

Hacia el Páramo de FlemtWhere stories live. Discover now