En busca de los pueblos atacados

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Llego a la salida del pueblo pero no puedo avanzar, oigo una voz profunda que me llama. Me giro, es Lord Kirian.

- Antes de llegar al Río Llameante desvíate hacia el norte. Allí encontrarás unos siete pueblos que también han sido atacados por los flems. Los más valientes se unirán a ti, te lo aseguro. Te llevará unos días más pero se te hará más fácil la travesía. - me dice Lord Kirian como si estuviera hablando con un soldado.

Me sorprende que alguien como Kirian, Emperador de las Renacientes Tierras del Sur y duque del Río Struble, se fije en lo que estoy haciendo. Yo, que sólo soy una simple ciudadana cuya vida no importa a la gente de Slott. De todas formas, no soy tan estúpida como para ignorar los consejos de un emperador que ha librado y ganado muchas batallas y que ha emprendido muchos más viajes que yo.

Los campesinos del pueblo se despiden mientras recorro el camino que rodea los Campos Shell. Intentan disimularlo, pero en sus miradas veo una mezcla entre preocupación y orgullo. Por un lado, nos conocemos desde el día en que nací, soy amiga de sus hijos, he estudiado y jugado con ellos, así que no pueden evitar estar preocupados. Por otro lado Kronso no se caracteriza por tener grandes guerreros y soldados, por eso están orgullosos. Por fin un kronsoniano emprende un viaje de gran peligro. El único guerrero de este pueblo murió hace más de un siglo, su nombre era Trik. Se le recuerda en canciones e historias que son contadas y cantadas en cada celebración del pueblo. Fue el líder del barco que zarpó hacia el Gran Mar Cristalino y derrotó a la temible serpiente marina que llevaba 67 años en nuestros mares.

Quiero llegar al Río Struble pero sin pasar por el bosque, ya me enfrentaré a demasiados peligros en el oeste, los klegs los puedo evitar. Existen varios caminos para llegar al río pero el que cruza los campos Keema lo conozco muy bien y es seguro. Calculo que tardaré poco más de seis horas.

Ahora mismo sólo puedo pensar en tres cosas. Es difícil no pensar en mis padres, porque son el motivo por el que me he embarcado en esta aventura. Si no pienso en ellos, pienso en Polly. Sé que mi hermana estará bien con la família Eroius, pero no puedo evitar preocuparme. ¿Quién me asegura que los flems no volverán a atacar Kronso mientras estoy fuera? La tercera cosa en que pienso son todas las pruebas que tendré que superar antes de enfrentarme a los flems y al Gran Flem o Flemt, que es el rey de todos los grifos. El motivo por el cuál el Páramo de Flemt se llama así, es porque en esas tierras yermas se alza el castillo del Flemt. No me hace mucha gracia tener que penetrar sola las murallas de una fortaleza como esa rodeada de esas malvadas aves.

Intento distraerme cogiendo algunas flores llamadas keema y haciendo una corona como nos enseñaron en clase de botánica. Cuenta la leyenda que antiguamente esta flor sólo crecía en Orkeema, uno de nuestros satélites. Cuando llegaron los primeros mongs a Malmir entregaron al rey algunas semillas que fueron plantadas en estos campos. Desde entonces, las keemas florecen cada otoño en nuestros campos y los extensos prados del sur. Están presentes en todas nuestras celebraciones y adornan las cabezas de las niñas que las utilizan para crear sus coronas. Cuando los klegs huyeron a los bosques, después de la muerte del rey Fash, pasaron por los campos Keema y los arrasaron. Cortaron todas las flores, las pisaron, las tiraron en las entradas de los pueblos. Los expertos piensan que estas flores son mágicas, ya que después de lo que hicieron los klegs, volvieron a crecer rápidamente. Se cree que las semillas de las flores tienen algún componente mágico que obtuvieron de las tierras ardientes de Orkeema.

Cruzo el prado de keemas de este a noroeste. Ya he andado séis horas y casi no he avanzado, no llevo ni una quinta parte de camino. Hace mucho calor. Tengo ganas de llegar al río, encontrar algún sitio en que no haya corrientes y pueda pegarme un chapuzón. Me distraigo con el bonito y relajante canto de los logrios, unos pájaros muy pequeños de color azul turquesa. Me viene a la cabeza una imágen en la que estamos mi hermana y yo en una de nuestras típicas tardes de verano. Relajadas en la verde hierba de los campos Shell, leyendo uno de los libros preferidos de Polly. Nuestros arcos reposando en la sábana naranja que hemos usado para extender los bocadillos, la fruta y el agua de la merienda, descolorida después de estar todas las tardes del verano expuesta al sol. Guardamos la sábana y el libro en mi mochila y vamos hacia el sur, allí hay un pequeño bosque que usamos para practicar tiro. Le enseño a Polly que para que su lanzamiento sea perfecto debe fijarse en la dirección e intesidad del viento. Empieza a oscurecer, recogemos las flechas clavadas en los troncos de los robles y andamos cogidas de la mano hacia los campos Shell. Nos encontramos con Nelm, que ayuda a su padre con la cosecha. Esperamos a que terminen y volvemos juntos a casa. Pero todo esto ya no importa porque seguramente no volveré a casa, ni veré a Polly y a Nelm de nuevo. Sé que no debo pensar así, pero es la verdad.

No sé si es el sol que me está afectando, pero creo que puedo oir el agua corriendo por el río. Corro hacia donde me indican los oídos, no estaba equivocada, he llegado al río. Eso significa que en tres horas llegaré al primer pueblo atacado.

Decido colgarme las botas al cuello y andar por dentro del río. Aquí se está mejor, el agua fría me alivia el escozor de las llagas de los pies. Unos estraños peces empiezan a rodear mis piernas y me dan unos golpes muy suaves. No parece que me vayan a hacer daño, así que sigo andando por el río.

El paisaje es muy diferente al que he visto hasta ahora. A mi derecha se alza una imponente pared marrón, escarpada y con pequeños matorrales verdes en la parte superior. A mi izquierda se extienden prados de diferentes flores azules, rojas y naranjas. Cerca del río crecen algunos árboles. Puedo distinguir un manzano unos metros más adelante. Decido salir del río, la corriente es cada vez más fuerte. Me calzo las botas de nuevo y me acerco al manzano. Cuando llego veo que las manzanas estan en las ramas más altas y que sólo llegaré si subo al árbol. Me coloco el arco en la espalda de forma que no me moleste al trepar. Logro llegar a la zona de las manzanas. Cojo una y me siento en una de las ramas principales, robusta y tan fuerte que puede aguantar mi peso sin problemas. Está deliciosa, no es como las manzanas que comemos en el pueblo, ésta es más sabrosa y dulce. No tengo muchas provisiones en la mochila así que decido arrancar algunas más, me darán energía cuando no pueda continuar. Cuando tengo unas diez manzanas reemprendo la marcha.

Ahora mismo me encantaría ver a alguien, incluso a un kleg. Hace dos horas que no veo ninguna criatura. Los peces han sido los últimos animales que he visto. Por suerte, dentro de media hora llegaré al pueblo.

Veo a una ardilla que salta de un árbol a otro. Aun recuerdo el primer día que Polly y yo fuimos al bosque del sur de los campos Shell a practicar tiro con arco. Ella no sabía cómo debía disparar, temblaba ligeramente y soplaba un poco de viento. La flecha se le escapó de los dedos y alcanzó a una ardilla que estaba en una de las ramas más bajas del árbol al que estaba apuntando.

Por fin veo las primeras cabañas del pueblo. Pero, ¿dónde debo ir? Lord Kirian no me lo ha mencionado. Supongo que tengo que dirigirme al Palacio Creegly, todos los pueblos de Malmir tienen uno. Es donde se reúnen los generales con los representantes del pueblo para conocer los problemas que tienen los ciudadanos. Después, los generales de cada pueblo hacen una reunión en un palacio cerca del Castillo Slott.

Hacia el Páramo de FlemtWhere stories live. Discover now