De Rostapic a Talmo

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Me despierto gritando. Me incorporo y miro a mi alrededor. Ha sido una pesadilla. Pero, ¿y si fuera verdad? Mis padres podrían estar perfectamente muertos y los flems podrían haber atacado Kronso de nuevo y asesinado a Polly, Nelm y los demás. No, no tengo que hacer caso a las pesadillas, debo seguir hasta el final. Y además, si están muertos, ¿qué puedo hacer? ¿Quedarme de brazos cruzados mirando sus cuerpos azules y congiendoles las manos frías? Intento dormirme de nuevo pero los recuerdos de la pesadilla retumban en mi cabeza. Finalmente caigo rendida por el agotamiento.

Al alba nos reunimos de nuevo Potts, Jake, Gatts, Kats y yo. Mientras desayunamos, el general nos da unos últimos consejos.

- Cuando lleguéis al Desierto Brann Blomst no lo crucéis por el medio. Sé que es más rápido pero en esa zona encontraréis más stilles. Os llevará dos días más pero debéis dirigiros hacia el suroeste, sin dejar nunca el desierto. Entonces encontraréis el río que separa el desierto del bosque. Allí lo seguiréis en sentido contrario al de la corriente. Unas dos horas más tarde de haber encontrado el río veréis unos vados. Será más fácil cruzar el río por allí. Esto es todo lo que os puedo aconsejar.

Llega un blint que entrega una espada a mis nuevos compañeros. También le da un arco a Kats y un cuchillo a Jake.

Salimos de la sala, bajamos la larga escalinata, cruzamos las puertas del palacio y abandonamos el pueblo.

Avanzamos rápidamente. Kats y yo intentamos empezar sin éxito alguna conversación. Finalmente Gatts me pregunta porqué nadie de mi pueblo me ha acompañado.

- Ya sabes que en Kronso no somos muy valientes. Yo tampoco lo soy mucho, pero debo liberar a mis padres por mi hermana y por mí.

- Pero si mueres durante esta expedición, entonces sí que tu hermana estará sola - dice Kats.

- Tengo que intentarlo. Creo que no podría perdonarme quedarme allí y continuar mi vida como si no pasara nada. ¿Lo entendéis?

- Yo sí - dice Jake un poco triste -. La niña que se presentó voluntaria ayer por la noche, era mi hermana. Se llama Claire. Yo no estaba convencido de venir, pero cuando ella levantó la mano, supe que debía hacerlo, por ella. Si una niña de ocho años quiere ir a las peligrosas tierras del oeste para salvar a su familia, yo no debería tener miedo.

- A lo mejor sí que estaba asustada, pero las ganas de recuperar a vuestra hermana y vuestros padres pudieron con el miedo - le digo con seguridad. Sé de lo que estoy hablando porque es lo que me ha pasado a mí.

Permanecemos en silencio lo que queda de camino, escuchando el murmullo del río y el canto de los logrios.

Llegamos a Talmo. Esta vez el general del pueblo nos está esperando. No tenemos que contarle nuestra historia porque ya ha sido informado. Ayer Potts le envió una carta en que se lo explicaba todo. Creía que iríamos a hablar al Palacio Creegly, pero como ya sabe todo lo que necesita saber, nos dirigimos a la plaza central. Todos los ciudadanos están reunidos, como ayer por la noche. Vuelvo a escuchar mi historia y la de mis compañeros. Y de nuevo, la gran pregunta se escucha por los altavoces.

- ¿Alguien los quiere acompañar?

Nadie levanta la mano. Veo algunas expresiones de duda. Finalmente se alzan dos manos. Oigo una voz suave que nos pregunta:

- Los flems no se han llevado a nadie de mi família, pero las plamen si lo han hecho. ¿Podría acompañaros hasta el Río Llameante?

Los cuatro aventureros nos miramos. Puedo intuir en sus caras que no les importa que nos acompañe hasta el río, pero quiero asegurarme.

- ¿Os importa? A mí me da igual, no encuentro ningun problema.

- Por mi puede venir - dice Gatts.

Jake y Kats asienten.

- Está bien, puedes venir con nosotros. Pero no podremos quedarnos a ayudarte. Cuando llegue el momento tendremos que seguir hacia Barfang - digo en dirección a la voz que nos ha preguntado.

Ella y una blint de avanzada edad se unen al grupo. Seguimos al general hacia el Palacio Creegly. Preparan las mochilas para los nuevos aventureros y los equipan con espadas. Además la mujer llevará una daga. Cuando están armados reemprendemos la marcha. El general y uno de sus soldados más leales, nos acompañan unos minutos.

El siguiente pueblo está al otro lado del Río Struble. Antes había un puente, pero cuando los flems atacaron esta zona lo derribaron. El general nos da algunas indicaciones.

- Para cruzar el río tenéis que avanzar media hora por este lado, hasta llegar a los nidos de storks - Oh no, storks. Esos dichosos pájaros que casi nos delatan a Nelm y a mi ayer por la mañana. Almenos aquí no hay klegs que nos quieran ver muertos - . Allí el río baja con menos fuerza y no es muy profundo, lo podréis cruzar sin problemas.

Echo un vistazo a mi alrededor. A mi derecha el río corre con gran intensidad y a mi izquierda se extienden largos campos de olivos.

- Lo siento, pero a partir de aquí seguiréis solos - dice el general -. Mucha suerte.

Jake pregunta a nuestros nuevos aliados cómo se llaman. La mujer blint es la primera en contestar.

- Me llamo Iravis. Cuando los flems atacaron nuestro pueblo se llevaron a mis hijos.

- Mi nombre es Katherine pero todo el mundo me llama Kate. Como ya he dicho, los flems no han secuestrado a mi família porque las plamen lo hicieron antes - Kate empieza la historia -. Este verano, decidimos ir toda la família a pasar unos días al campo. Uno de esos días abandonamos nuestro campamento e hicimos una excursión por los alrededores. Nos acercamos demasiado a Plamendam y las aves vinieron a por nosostros. Mi tía y yo conseguimos escapar. Pero antes de escapar ella intentó liberar a mi hermano de las garras de una plamen. La maldita ave la mordió en el brazo y cuando llegamos al campamento murió. Yo no lo sabía, pero al volver me informé en la biblioteca y cuando las plamen te muerden te inyectan una cantidad desorbitada de veneno.

Ya puedo escuchar los siniestros gritos de los storks. En dos robustos árboles hay tres grandes nidos de estas aves. Cuando pasamos por debajo vemos que el río pierde fuerza. Nos quitamos las botas, atamos los cordones y nos las colgamos en el cuello.

Bajamos al río y cruzamos al otro lado. No sé en qué momento se acaba el precipicio que vi ayer, el que estaba al otro lado del río, en el que estamos ahora.

No conozco a mis acompañantes, pero me gusta tener compañeros. No hablamos mucho, pero mejor así, cada vez que alguien abre la boca es para contar alguna desgracia.

Seguimos caminando unas tres horas, ahora con el río a la izquierda. Más allá del río se siguen viendo los grandes y ordenados prados de olivos. A nuestra derecha se ve un antiguo pueblo, todavía habitado, pero este no es nuestro destino.

Hacia el Páramo de FlemtWhere stories live. Discover now