Capítulo 32

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—Mauricio, es hora de que te levantes. Se te va a hacer tarde —decía Mauro, haciendo referencia al viaje.

Había llegado la noche anterior.

—No voy a ir, no estoy de ánimos.

—Ya lo sé, y por eso vine, para acompañarte. No me salgas con que dejé el hospital por nada, especialmente ahora.

—Fernanda, me dejó prácticamente claro que no vamos a regresar. Al parecer don Gonzalo en una simple conversación le dejó muy claro que nunca aceptaría una relación entre ella y yo.

—¿Pero ¿cómo, Fernanda le dijo a su papá que ustedes salían?

—No, no sé, no creo. Solamente me dijo que se le había dado la oportunidad de mencionarle algo al respecto y que don Gonzalo le dijo que no, que no estaba de acuerdo. Tú sabes perfectamente como es Fernanda, y...

—¡No puedo creer que seas tan tonto! ¡¿Cuántos años tienes?! ¿Tres? —se burló—, ¿Te dijo que te ama? Entonces, no entiendo qué es lo que estas esperando. Te ama Mauricio, Fernanda solamente necesita que le des esa seguridad y confianza que hasta hoy no le has dado. Lo de don Gonzalo se va a solucionar. Sinceramente creo que ya es hora de que dejes en el pasado lo que pasó con Samantha, que yo más que nadie sé que fue muy difícil para ti, pero si amas a Fernanda, no te duermas. Arregla tus cosas y en el camino planeamos que puedes hacer para reconquistarla, vas a tener estos días para hacerlo y yo te voy a acompañar si quiera unos días para animarte —sonrió Mauro.

—Gracias, gracias. —se levantó de inmediato para arreglar sus cosas.

***

—Apúrate Sonia, no quiero llegar tarde y que me dejen en la fila cerca del baño —decía Johanna haciendo referencia al bus en el que se irían.

—Es que no decido que ponerme —se quejaba Sonia desde el armario.

—¿Cómo qué no? se supone que lo alistamos hace tiempo.

—Sí, pero...

—Pero nada, ponte cualquier cosa.

—Así dices tú porque ya estás lista.

—Yo siempre estoy lista —tiró su bolso sobre el sofá—, a ver qué es lo que tienes, así te ayudo y te apuras.

—¿Las escuchaste? —se burlaba Carolina.

—Sí. No tienen nada interesante en que invertir su vida y por eso pasan pendiente de su ropa —se rio Fernanda.

—Sabes que a mí me pasa, que hay unas veces en las que me dan unas ganas de agarrarlas de los pelos, y otras como hoy que me dan risa en vez de enojo. Son muy tontas y superficiales —murmuró con burla.

—Beatriz dice que me comí toda la vitamina en la barriga y por eso salió así.

—Nunca pensé que Beatriz diría algo como eso.

—Yo tampoco, pero también es muy chistosa cuando quiere. ¡No te imaginas cuánto la quiero!

—Pues no, pero si he visto que son muy unidas.

—Desde pequeñas, recuerdo que cuando Johanna concursaba y todos se iban, Beatriz se quedaba conmigo e íbamos a la casa de mi tía Isabel, siempre estaba conmigo, nunca me dejaba sola.

—Fer... ¿Por qué nunca mencionas mucho a tú tía? Además, en tu casa nunca he visto una foto de ella o he escuchado a alguien hablar sobre ella.

—Yo porque no la recuerdo muy bien, incluso no la recordaba hasta hace poco. Creo que tenía cinco años cuando murió, y lo de mi familia no sé, creo que es porque no lo han superado aún.

Para EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora