Capítulo 11: Valtag (II-II)

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A pesar de que no había llovido ceniza en los últimos días, Jack, Niel y Zenna tuvieron que acercarse caminando a la entrada debido a la acumulación de esta

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A pesar de que no había llovido ceniza en los últimos días, Jack, Niel y Zenna tuvieron que acercarse caminando a la entrada debido a la acumulación de esta. Finn aún no hacia acto de presencia, pero seguro no tardaría en llegar.

La entrada estaba al pie de lo que, hace millones de años, había sido un volcán muy pequeño. El lugar se encontraba desertificado debido a la explotación de la mina, todo el material había sido extraído y sólo quedaban vestigios de lo que algún día fue.

—Según mis datos, el huevo fue encontrado bajo un arbusto, fuera de la mina —dijo Niel al llegar—. ¿Comenzamos aquí?

—Los varanos entierran sus huevos o los esconden en troncos huecos —afirmó Jack—. Si lo encontró aquí afuera, significa que llegó por otros medios. Probablemente algún animal encontró su nido.

—Yo revisaré afuera—dijo Zenna, quien no quería entrar a la mina—. Podría encontrar algo en los troncos, vosotros podéis buscar dentro, tal vez encontréis a los varanos. De cualquier forma, mi claustrofobia no me dejaría llegar lejos.

—Claro, no te preocupes —dijo Niel, sonriendo a la chica—. Nosotros nos encargamos.

—Entonces entremos —dijo Jack—. Volveremos pronto, Zenna. Si llega Finn, podrá ayudarte a buscar en los alrededores.

Zenna asintió con la cabeza.

—Tened cuidado —dijo.

Jack y Niel se colocaron cascos de protección y se adentraron en la oscura mina, únicamente iluminada por las pequeñas lámparas que portaban en la frente.

El túnel principal era bastante amplio, las paredes se encontraban sostenidas por enormes vigas de madera que lucían bastante deterioradas. Las dos luces apuntaban al suelo, sus portadores estaban buscando rastros de algún reptil. Los varanos son lagartos grandes y pesados que, cuando caminan, suelen arrastrar la cola. Si alguno había pasado por estos lugares sería fácil saberlo.

Pasados unos minutos llegaron a una intersección en donde el camino se dividía en dos, por lo que decidieron separarse

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Pasados unos minutos llegaron a una intersección en donde el camino se dividía en dos, por lo que decidieron separarse. Jack tomó el camino de la izquierda y pactó encontrarse con Niel en una hora. Ambos estuvieron de acuerdo y cada uno se fue por su lado.

Jack siguió avanzando a través del túnel que había elegido, el cual se hacía más angosto y comenzaba a bajar. Realmente dudaba encontrar ahí a los varanos, pues estaba yendo demasiado profundo. Sería extraño que esos reptiles se alejaran tanto de la superficie, pero, aun así, no se dio por vencido y siguió adelante.

Mientras más andaba, el calor aumentaba y comenzaba a sentirse una gran humedad. Alumbraba los rincones con su linterna, pero los únicos animales que parecían habitar ahí dentro, eran murciélagos. El túnel se volvía cada vez más resbaloso, pero siguió adelante.

Revisaba el suelo, sin encontrar rastro alguno de su objetivo, hasta que, de pronto, su linterna comenzó a parpadear. Se extrañó. Recordaba haber cambiado las baterías antes de entrar, no podían acabarse tan pronto.

Se quitó el casco y dio unos golpes suaves al aparato. Pareció estabilizarse. Avanzó de nuevo, pero ahora, comenzó a sentirse mareado. «Falta de condición —pensó—, debería ejercitarme más seguido». El pesado ambiente tampoco ayudaba, aunque sin duda, la situación era extraña. Ya había estado en cavernas más profundas y peligrosas que esta sin haber tenido problema alguno.

Se apoyó contra la pared, no podía más. Sentía que el aire escapaba de sus pulmones y no volvía a entrar. Todo le daba vueltas, era como si el suelo tratara de escapar de sus pies. A punto de desfallecer, recargó la espalda en la fría roca y se deslizó hasta quedar sentado. Sentía que perdería la conciencia en cualquier momento y luchaba para mantenerse despierto.

La linterna se apagó. La oscuridad se apoderó del lugar. La respiración de Jack se agitaba en exceso. Se sentía tan mal, que no podía levantarse... Esto era real, no había error. Había algo ahí, con él, algo que no podía describir y le provocaba un gran terror. Un terror que se traducía en una inexplicable presión en su pecho.

«Fuera», escuchó una voz de tono grave y gutural. «Aléjate». Sonaba como si algo muy grande, gigantesco, le estuviese hablando. Era un sonido que ni siquiera parecía entrar por sus oídos, resonaba dentro de su cabeza.

Un escalofrío lo recorrió. No sabía qué hacer. Se quedó petrificado, ahí, a la mitad del túnel, sin siquiera alguna luz para ver a su alrededor. No resistió más... se desvaneció.

Ya puedes leer la Entrada 11 de la Bitácora de Finn

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Lluvia de Fuego: La Era del Fuego IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora