[Primera parte de la saga: La Era del Fuego]
Cuando una misteriosa iguana llega a manos de Jack Relem, una de las mentes más brillantes de Galus (antigua Europa), su vida cambiará por completo. El espécimen, nacido de un huevo sin fertilizar, presen...
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Gianna había ido a buscar a Finn a su casa, el muchacho no había ido a la escuela durante algunos días y eso la preocupaba. La excusa oficial había sido una enfermedad, pero ella sabía que no era verdad. Algo andaba mal y ahora lo averiguaría.
Tocó a la puerta de la pequeña casa de madera y tejas de barro. A los pocos segundos, fue recibida por una mujer de aspecto acabado; su cabello castaño estaba enredado y su mirada denotaba tristeza, como si su vida fuese algo que nunca deseó.
A Gianna siempre le resultaba incómodo encontrarse con la madre de Finn, ya que no era muy cordial, pero sabía tratar con ella. Insistió e insistió hasta desesperar tanto a la mujer, que la dejó subir a buscarlo. Había usado una táctica parecida cuando la «obligó» a llevar la iguana a la universidad, meses atrás.
La habitación del muchacho se encontraba en una de las tres puertas que se divisaban al terminar de subir unas escaleras rechinantes. No había ningún pasillo o espacio, además del necesario, para que una persona decidiese en cuál de las habitaciones quería entrar. Gianna tocó a la puerta de la habitación de Finn y esperó. Nada sucedió.
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Después de varios intentos sin respuesta, amenazó con derribar la puerta si no la abrían.
—¡Finnister Gupper! Tienes tres segundos para abrir, o derribaré la puerta. Ya sabes que no estoy mintiendo, a tu madre le importará —exclamó Gianna, y comenzó a contar—. Uno...
Nada sucedía.
—... dos...
Silenció total.
—... tre...
—¡Esta bien, está bien espera! —una voz suave y temerosa se filtró a través de la puerta.
—¡Finnister! ¡Abre inmediatamente! —dijo la chica enfurecida—. ¡Me tenías bastante preocupada!
Finn abrió la puerta y recibió a la joven, quien entró como el viento.
—¿Por qué no has ido a la escuela? —preguntó Gianna, yendo directo al grano.