XXVIII. Alternativas.

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EVAN.

Al mirar el rostro de Derek y al percatarme del rápido palpitar de mi corazón, llegué a la conclusión de que mi amigo ya estaba enfadado. Uy... cuidado, porque cuando Kepner se enfadaba... uf, mejor ni pensarlo.

Clavé la vista sobre el desastre ocasionado y en mis adentros suplicaba que Owen estuviera ahí, respirando. ¿Es posible que un inmortal muera cuando le cae encima un meteoro? Nunca lo había pensado y nunca me había parado a decir: hey, esperen. Si me cae un meteoro... ¿moriré? ¡No, claro que no me había cuestionado eso nunca en mi puta existencia!

La tierra bajo mis pies comenzó a temblar. Aún estando echado por los metros que volé debido al impacto, me tambaleé. Observé con el ceño fruncido a todos a mi alrededor... y al mismo tiempo, como si nuestros cerebros estuvieran conectados, sonreímos.

Un tumulto de tierra se elevó por los aires a al menos dos metros de distancia y ahí, en llamas y completamente intacto, pudimos apreciar al increíble líder que nos guiaba.

—¡A huevo! —grité... pero me quedé en silencio nuevamente al mirar cómo estaba dispuesto a enfrentarse a Railey.

—Hay que hacer algo... —susurró Tai, reincorporándose y palmeándose el cuerpo para retirar los restos de tierra.

—Solo existe una forma de salir ilesos de aquí —explicó Derek, y todos esperamos a que continuara hablando, pero se quedó callado, ¡vamos! ¿Para qué carajo hablaba si después iba a quedarse callado?

—¿Y...? —Sam, que estaba a unos pasos más allá, inquietó la respuesta de mi amigo.

—Hay que llegar a nuestra nave espacial, sí, esa que se diseñó para mantener a nuestros reclutas a salvo hasta poder repoblar la Tierra. Solo ahí dentro ninguno de los restantes grupos podrá tocarnos. Es el mayor escudo con el que contamos. Aquí, en Tierra, estamos expuestos a cualquier situación —argumentó y vaya, ¡cuánta razón tenía! Habían tres naves girando en torno al planeta, una diseñada para cada grupo... y efectivamente, solo ahí estaríamos a salvo.

—¿Y cómo vamos a llegar? —preguntó Tai y Emma, las únicas dos humanas genuinas con las que en estos momentos contábamos.

   —¿Pues de qué otra manera se llega al espacio? Cualquiera de nosotros podría convertirse en cualquier cosa y simplemente llegar hasta allá, ¿pero ustedes? No tenemos tiempo de explicarles cómo hacerlo, y no podemos volar —intenté sonar lo menos grosero posible, ¿pero qué pasaba por la cabeza de esas chicas que no conseguían entender que tampoco éramos todopoderosos?

   —Así que es hora de comenzar a correr, tomar un auto y llegar al cohete de propulsión lo más pronto posible —incitó Jackson y todos nos levantamos.

   Derek le hizo una señal a Owen y no tuvo que demorar demasiado para entender a lo que se refería. Entre todos generamos un escudo que los mantendría paralizados durante algunos minutos, el tiempo suficiente para poder salir como alma endemoniada de ahí mismo.

   Comenzamos a correr en cuanto lo conseguimos. Solo unos metros hacia atrás para poder llegar a las camionetas, nos subimos en dos diferentes para caber todos y Derek tomó el asiento de piloto en nuestro vehículo. Activamos el sistema de vuelo, de la parte baja del coche se deslizaron unas alas con el motor que iba a impulsarnos hacia arriba.

   Habían unos cohetes ubicados al sur, a al menos dos kilómetros de distancia listos para despegar en cuanto la misión terminara. Pero el problema era que la misión aún no había terminado y el sistema de los cohetes aún no se activaba para lanzarnos en dirección a nuestra nave.

   —Der, necesitamos hacer algo para que el sistema se active —dije en cuanto estuvimos cerca de la biosfera.

—¿Alguien tiene algún plan para terminar este genocidio de una vez por todas? —Jackson gritó a mis espaldas para que los 8 que veníamos dentro del coche escucharan y propusieran algo.

—Incendiemos todo —Tai fue la primera en hablar y al parecer, la última.

—¿Cómo dices? —pregunté.

—Sí, el fuego. No quedan muchas personas vivas, arrojemos llamas a diestro y siniestro y dejemos que se adueñen de todo aquel ser humano aún con vida, y que la nube de humo asfixie a los del perímetro alrededor —explicó más a detalle y todos pudimos captar adecuadamente el fin de su idea.

—Pues bien, hagámoslo —por un instante Derek fue el líder de esta camioneta, todos obedecimos mientras él maniobraba en el aire para llevarnos cada vez con más rapidez hacia la base de cohetes.

Todos nos concentramos en la parte terrestre ubicada bajo nuestros pies. En un santiamén nos vi a todos con los ojos coloreados de un rubí intenso y solo bastó asomarme por la ventana para visualizar la última catástrofe que íbamos a generar en este planeta. Quizás nunca volveríamos... al menos no los innatamente inmortales.

Nuestras manos se prendieron en una bola de fuego y mi mente se imaginó los escenarios necesarios para poder incendiar cuanto pudiera. Cada parte del planeta, cada rincón habitado por el ser humano, cada metro cuadrado que aún no había sufrido el dolor y el sufrimiento de la pérdida vital: la vida.

Fuego, todo bajo nosotros era fuego. Nuestro poder era tan colosal que alcanzaba terrenos intangibles, sin que los viéramos y únicamente con la concentración de lo que podíamos hacer. No había más que hacer mas que desearlo con fervor y potencia... y justo eso hicimos, acabar de una vez con lo que ya habíamos iniciado.

Oficialmente, a la raza humana se le había agotado el tiempo.

—¿Cuánto falta? —pregunté a mi amigo en cuanto todos volvimos a nuestro color de ojos normal.

—No mucho —explicó.

Al cabo de media hora llegamos, ¿a esto se refería con «no mucho»? Bufé y simplemente me bajé de la camioneta luego del aterrizaje.

Todos corrimos hacia la pequeña bodega que estaba dentro, listos para tirar de la palanca y que los cohetes salieran de debajo de la tierra, esperando a que trepáramos en ellos y sin direccionar, nos llevaran hasta el punto deseado.

Cuando todos llegamos al sistema de palancas, entramos en una confusa desesperación. El color dominante de los botones de huella dactilar continuaba siendo el rojo... urgía que estuviera en color azul; pero todo seguía estando bloqueado. Y a menos que tuviéramos a un hacker de sistemas entre nosotros, deberíamos esperar hasta que la digitalización admitiera la muerte del ser humano en su totalidad... y para eso no sabía cuánto tiempo debía pasar.

—No me digas que vamos a esperar... —Ann susurró en un tono apenas audible. Todos nos miramos entre sí y el silencio se adueñó del lugar.

Unos relámpagos nos hicieron dar un respingo y las luces blanquecinas de la bodega comenzaron a parpadear, titubeando entre quedarse encendidas o dejarnos a ciegas.

—¿Qué vamos a hacer? —Taissa estaba al borde del llanto, con la piel transparente y las venas de su cabeza latiendo desmesuradamente.

No lo sabía... no sabía qué íbamos a hacer. Porque sabían dónde estábamos, e iban a por nosotros.

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Wuuu, una actualización muy rápida, ¿no es así? Espero haber compensado el tiempo que demoré en subir el capítulo anterior. Ustedes se merecen saber qué va a pasar lo más pronto posible y aproveché este fin de semana sin tarea para darles doble ración de capítulo.

¿Qué tal les pareció el capítulo? ¡Que les haya gustado mucho! Buen inicio de semana.

Los quiere:

-Alexandra V.R.

Sigo invitándolos a leer "Nanotoxina", un nuevo proyecto. 🔥

El tiempo se agota Donde viven las historias. Descúbrelo ahora